
Emprendedores que buscan tener impacto social
Cada vez más personas se animan a generar un proyecto propio, con la mirada puesta en mejorar la vida de las personas y cuidar el medio ambiente
1 minuto de lectura'
Una idea que se transforma en proyecto. Un proyecto que busca ser un emprendimiento, pero no de cualquier tipo, uno que genere impacto social y ambiental, donde la rentabilidad puede esperar.
Parecería raro que exista este tipo de emprendimientos en nuestro país. Pero para sorpresa de muchos, cada vez más argentinos se animan a poner en marcha este modelo de negocio.
"Estábamos con ganas de hacer algo que generara valor económico, pero que al mismo tiempo también produjera valor social y ambiental. Nos llamó la atención desde el comienzo el tema del cartón: veíamos, por un lado, la convivencia con los cartoneros y, por el otro, advertíamos que las empresas de indumentaria buscan diferenciarse cada vez más (la famosa experiencia de compra)", cuenta Francisco Buchara, fundador de Blon. Así, hace más de un año surgió la idea de crear perchas sustentables, de cartón reciclado personalizadas, junto a Federico Orsi, Franco di Nicola y Daiana Lovell, que se incorporó un tiempo después.
Al principio cuesta un poco más poner en marcha este tipo de emprendimientos. Ya sea porque es un producto innovador –como las perchas sustentables– y por lo tanto hay que empezar de cero o porque tienen en sí una impronta distinta.
Este es el caso de Maggacup, la primera copa menstrual reutilizable fabricada en la Argentina. "En sí es un producto muy de nicho, existe en el mundo desde 1937. Mi socia la probó en Europa y quedó fascinada. En paralelo noté que en el país había una falta de información importante en cuanto al ciclo menstrual femenino: percibía que muchas mujeres tenían problemas con los productos tradicionales –alergias, infecciones–", relata Clarisa Perullini, psicóloga y directora de Maggacup.
Hace tres años que Luciana Comes y Clarisa Perullini fundaron la copa made in Argentina, como alternativa en reemplazo de los tampones y toallitas femeninas. "Probé la copa, me costó al principio como todo, pero cuando me apropié, nos propusimos que la copa tenía que llegar a todas las mujeres del país", afirma Perullini.
Primero comenzaron a generar contenido institucional. "Vimos qué marcas existían y decidimos dejar capacidad instalada. Esto se tenía que hacer en nuestro país, es decir, generar una cadena de valor en serio, elegir buenos proveedores y tener todo en regla. Y la devolución que tuvimos fue muy satisfactoria", explican desde Maggacup.
Damián Torres y Gemma Dunn también tomaron la iniciativa de una marca de zapatos conocida en el exterior, pero decidieron ir por más. "No nos queríamos quedar sólo con la idea de donar un par de calzado cada vez que una persona compre uno. Queríamos que sea producción nacional, queríamos recuperar esa mano de obra, ese conocimiento que había en el interior, que estaba desaprovechado", cuenta Torres, fundador de Bondis Shoes, emprendimiento social que lleva cuatro años en marcha, donde fabrican calzado artesanal.
Así empezaron por recuperar fábricas que estaban cerradas, dándoles un capital inicial. "El primer año les compramos el 100% de su elaboración y en paralelo, los vamos capacitando en marketing, economía, redes sociales, diseños, como para que puedan desarrollar un producto distinto y no dependan de Bondis para seguir subsistiendo –asevera Torres–. Por ejemplo, en la primera fábrica que recuperamos les enseñamos a hacer bombachas de campo."
Cadena de valor
Estos tipos de emprendimientos suelen impactar directamente en la sociedad, generando una gran cadena de valor sustentable. Desde Bondis Shoes cuentan que los más de 7600 pares que llevan donados cumplen con su objetivo empresarial: cambiar la realidad de las personas.
"Por un lado, 24 personas volvieron a tener trabajo, con salarios en blanco, más altos a lo que se acostumbran en el mundo de la indumentaria. Y por el otro, todas las donaciones son a medida: las fundaciones nos mandan una lista de la cantidad de pares y talles que precisan, y nosotros se los enviamos", expone Torres.
Cada par vendido va seriado, con un número troquelado, el cual tiene un número gemelo en el par donado. "Así el consumidor puede hacer un seguimiento de quién lo recibió, corroborar que entregamos el calzado y, de paso, descubrir una fundación, quedar en contacto y, quién te dice, engancharse para colaborar", aseguran.
Torres destaca algo esencial del proyecto: "A cada niño se le entrega un calzado nuevo que se preparó para él, que se entrega por medio de la fundación con mucho amor, y eso empieza a volver a darle dignidad a los chicos, lo que para nosotros es más que fundamental".
Por su parte, las fundadoras de Maggacup, a siete meses de haber lanzado su primer lote de 2 mil copas, dicen que el emprendimiento superó ampliamente sus expectativas. "Nos las sacaron de las manos literalmente y ahora vamos por un lote de 10 mil copas –afirma Perullini–. Sirvió mucho el boca en boca, esto de que la mujer compra un producto, se lo recomienda a una amiga y a su vez se convierten en revendedoras de copas, que ya son 60 en todo el país".
Y las emprendedoras aseveran que les queda un desafío mayor: "Queremos llegar a los sectores más vulnerables de la población. Tenemos un producto universal, accesible –la copa dura cinco años avalada por el iNTi– y que no genera barreras", añade Perullini.
Medio ambiente
Otra parte importante en este tipo de emprendimientos es la ambiental, que muchas veces se aborda como último eslabón de la cadena o en otros casos como disparador del proyecto. Como i love vintage. "Siempre estuve en contacto con temas de ecología y residuos, y empecé a ver el tema del consumo responsable en materia de reducción de la ropa que se tira a los rellenos sanitarios, que son toneladas, y que estarían en condiciones de ser reutilizadas por otra gente", cuenta Federico Caeiro.
Esa idea, más las ganas de emprender algo propio, hizo que Valeria y Federico (marido y mujer) pusieran en marcha un local de ropa bastante peculiar que no es una feria americana.
"Tomamos el consumo responsable como el eje de nuestro emprendimiento, que tiene que ver con esto de que la gente pueda comprar ropa de calidad, a precio muy barato y así evitar el tema de tirarla al relleno", relata el dueño de I love vintage, que cuenta con más de 5 mil productos y casi 200 proveedores –madres que llegan a través del boca en boca, que traen ropa para que ellos la vendan–, en el año de vida que tiene en el barrio porteño de Recoleta.
En cuanto al eje social del negocio, Caeiro cuenta que después de un determinado tiempo, la ropa que no se vendió la donan. "Trabajamos con la ONG Las Tunas, en Benavídez, y a su vez en el local tenemos una gran caja donde está toda la ropa que viene de donación, donde entregamos más de 100 prendas por semana", añade.
Por su parte, desde Blon, Buchara explica a través de un dato, por qué la mayor contribución del proyecto viene desde el medio ambiente. "Se estima que se tiran ocho billones de perchas por año en el mundo (alambre, madera, plástico), lo que equivale a casi cinco edificios Empire States de la ciudad de Nueva York en perchas", asevera.
"A eso le agregamos que Blon permite a las empresas de indumentaria hacer un marketing sustentable donde la percha se transforma en un aliado en cada nueva temporada (son customizables) y que además si se regalan (gracias a su bajo precio) la marca tendrá una presencia constante en el hogar de cada cliente", añade el fundador.
En tanto, las fundadoras de Maggacup se dieron cuenta del impacto ambiental una vez que pusieron en marcha el emprendimiento. "Una mujer usa aproximadamente 15 mil toallitas o tampones durante su ciclo menstrual. El 60% del peso de las toallitas y los tampones es pasta fluff que se produce a partir del desmonte de la selva misionera. Por lo tanto el uso de la copa menstrual ahorraría 132 mil toneladas de este tipo de basura no reciclable", explican las creadoras de la copa nacional.
En este sentido firmaron en marzo de 2014 un acuerdo con la fundación Banco de Bosques. "Donamos un porcentaje de la venta de cada copa a ellos para proteger un metro cuadrado de la selva misionera. En tres meses de acuerdo ya recuperamos 400 metros", dice orgullosa la fundadora de la copa.
En cuanto a Bondis Shoes, la parte ambiental está sustentada en el proceso de fabricación que es netamente artesanal. "Somos una marca vegana, por lo tanto no usamos animales en la producción del calzado: las telas son de algodón orgánico, la suela está hecha con neumáticos reciclados, hasta la plantilla está confeccionada con un tipo de goma eva y no con cuero reconstituido, como la mayoría de las alpargatas", expone Torres.
Rentabilidad
Con respecto a la rentabilidad de estos proyectos, Gabriel Berger, profesor de la Universidad de San Andrés, explica que existe una motivación extra en este modelo de emprendedores, que pone en un segundo plano lo económico.
"Uno encuentra que hay una lógica de unir sus valores y compromisos personales con el desarrollo de una nueva empresa. Por eso están dispuestos, por un lado, a aceptar una tasa de retorno económico menor que un emprendedor que sólo busca la rentabilidad en sí, y por el otro a realizar transacciones y alianzas para llegar al equilibrio", asevera Berger.
Desde I Iove vintage explican que hoy por hoy privilegian otras cuestiones que hacen a la sustentabilidad por sobre la rentabilidad. "El dinero es necesario, es verdad, pero no queremos hacernos ricos con esto, lo tomamos como un emprendimiento", recalca Caeiro.
"En Bondis buscamos rentabilidad en términos de que el proyecto se siga sustentando en el tiempo. Para nosotros pagar los costos ya es ganancia porque estamos donando y dando trabajo a gente que antes no tenía, y a su vez logramos que los que distribuyen Bondis sólo remarquen sobre el 50% del valor del producto y el resto lo compensamos con las exportaciones", cuenta Torres.
¿Cuál es el beneficio de contar con estos proyectos en la Argentina? "Son emprendimientos con fines de lucro, que se crean para generar al mismo tiempo las tres cosas: impacto económico, ambiental y social", asevera Berger.
Y aclara: "Es decir que el fin de lucro existe, pero no es prioritario, sino que simultáneo. A su vez, estos tipos de emprendimientos contribuyen a crear nuevas empresas no tan ligadas a lo corporativo, que generan algún tipo de desarrollo creativo e innovador de por sí".
1
2Por una nota de LA NACION, contactó a una ONG que forma a jóvenes vulnerables y ya contrató a dos para su pyme
3Las batallas que dio Santiago Demarco, el actor con síndrome de Down que se lució en División Palermo
4Tenía 8 años y desapareció en Nochebuena de 2010: “La Justicia dejó de buscarlo, pero una chica actualizó su foto y ahora tengo fe en que lo vamos a encontrar”



