Energías renovables en los barrios: cómo benefician al medioambiente y a la comunidad
Bilma Acuña, fundadora del comedor En-Haccore de la villa 15, en Villa Lugano, muestra orgullosa la terraza que el año pasado se convirtió en huerta comunitaria gracias a la ayuda de los miembros del Centro de Sustentabilidad (Cesus) de la fundación Club de Roma.
En 2018, la fundación comenzó a trabajar para convertir el comedor que se encuentra en uno de los asentamientos más populares de la ciudad de Buenos Aires (con casi 50.000 habitantes) en un ‘biosistema’, buscando seguir la lógica circular de la naturaleza en la que los residuos se convierten en insumos, evitando los deshechos.
"El concepto de ‘biosistema’ surge como respuesta al circuito lineal típico de las ciudades en el que todo lo que producimos tiene un residuo que se descarta, generando enormes cantidades de basura", explica Gonzalo del Castillo, director de Cesus.
Fue así que, en coordinación con la Secretaría de Hábitat e Inclusión de la Ciudad, comenzaron a trabajar en el comedor que se encuentra en este barrio, más conocido como Ciudad Oculta.
En 1993, en plena crisis económica, Bilma comenzó a participar en las ollas populares que se hacían en los pasillos de la villa para alimentar a los vecinos. "Ahí entendí que lo esencial era la comida y me propuse ser un puente entre las necesidades de mi barrio, las organizaciones y las instituciones", señala la directora de En-Haccore, que nació pocos meses después como un lugar pensado para las mujeres de la villa 15 que luchan contra el consumo de paco.
Hoy asisten casi 500 personas a las que se le brinda comida y talleres de oficio, en los que aprenden desde panadería hasta joyería. "Este es un lugar de contención para madres que están sufriendo por el consumo de sus chicos; es terrible que una mamá te diga que le tiene miedo a su propio hijo", relata Bilma.
Generar un cambio
Dos de las principales problemáticas que afectan tanto al comedor como al resto del barrio son el alto costo del gas y la falta de acceso a la electricidad, a lo que se le suman los cortes de luz. Según un relevamiento realizado por varias organizaciones sociales, entre las que se encuentran TECHO y Cáritas, en el 77% de las villas porteñas, la mayoría de las personas no tiene conexión formal a la energía eléctrica.
Con la intención de lograr la autonomía energética del comedor y disminuir los gastos, se instaló un colector solar que absorbe la energía necesaria para calentar el agua para toda la cocina. Además, se construyó una huerta agroecológica con clases abiertas a toda la comunidad, sumado a talleres de producción de hongos comestibles a partir de deshechos de celulosa.
"Logramos no solo generar empatía e interés por parte de los vecinos sino también con la gente de afuera de la villa; fue importante romper las barreras entre el ‘ellos’ y el ‘nosotros’", señala Milagros Sánchez, coordinadora de proyectos de Cesus.
En el comedor, casi el 50% de los residuos que se producen son orgánicos. Con el objetivo de no generar ningún tipo de deshecho, también se instalaron un biodigestor y una compostera para producir biofertilizante para la huerta y biogás.
Además, se separan los residuos y el aceite vegetal usado ya que otro importante problema en el barrio es la falta de cuidado de las cañerías y cloacas. "Así, mediante la energía solar y la reutilización de recursos tienen comida cocinada con productos elaborados en el barrio usando solo energías renovables", destaca Milagros.
Pero el núcleo del trabajo de Cesus no solo es generar un sistema basado en la circularidad sino, fundamentalmente, fomentar hábitos más sustentables y fortalecer los que ya existían, como la consciencia de la importancia en la calidad de los alimentos. Por eso, brindan capacitaciones abiertas a toda la comunidad para transmitir estos conocimientos y que las personas puedan apropiarse de estas nuevas tecnologías.
"Ver y tener llegada a tantas cosas lindas y modernas es un sueño hecho realidad. Antes, en Ciudad Oculta no trabajábamos con los barrios de alrededor, pero esto logró generar muchas redes", destaca Bilma.
Otra iniciativa sustentable en Villa Itatí
El centro comunitario Hermana María Luisa, en Villa Itatí, Quilmes, recibe a más de 100 chicos y adolescentes de entre 7 y 20 años que van a tomar la merienda, recibir apoyo escolar, jugar al fútbol y cenar. "Son muchas las razones que los traen acá: no estar en su casa los días de lluvia porque se les inunda; para comer; o la necesidad de sentirse escuchados", afirma Carolina Sánchez, una de las coordinadoras del centro.
El proyecto comenzó en 2003 como un espacio para atender a jóvenes con adicciones. Pero, al ver que el consumo era cada vez a edades más tempranas, Carolina y Pedro Barboza, otro de los coordinadores, decidieron ampliar el rango de edad. "Venir acá ayuda a los chicos a no consumir porque comen, se divierten y adquieren herramientas para defenderse en la vida", destaca Pedro.
Por eso, los coordinadores tuvieron que buscar formas de ampliar el espacio. Así fue como, a través del programa Refugios Visibles, de la Fundación Banco Provincia, pudieron mejorar y agrandar su infraestructura y además lograr la autonomía energética gracias a la instalación de paneles solares.
"No solo es importante aportar con infraestructura, sino que también sea de una forma sustentable y sostenible en el tiempo", destaca Florencia Montes de Oca, presidenta de la Fundación que hoy trabaja con este programa en 90 barrios de la provincia de Buenos Aires.
La energía solar no solo logra que la electricidad no se corte a pesar de los reiterados cortes de luz, sino que los recursos que se hubieran destinado a esto, ahora pueden aprovecharse para comprar más materiales para los talleres, hacer salidas recreativas o contratar más educadores comunitarios. "Nuestro objetivo es que toda la gente del barrio encuentre soluciones gracias a este tipo de energías sustentables", concluye Florencia.