La oportunidad llegó en un mensaje por Instagram, esa red social en que para los millennials pasa casi todo. Fue en septiembre del año pasado. El destinatario era Marcos Mateu, 28 años, rapero, quien tras más de una década buscando que su carrera pegara un salto mientras cantaba en trenes y subtes, había decidido dejar su pasión y buscar otro sostén para su familia. El que escribía, Nicolás Odetti, “Oscu”, el joven de 21 años que despegó en el ámbito del gaming y el streaming (filmándose mientras juega en red los populares Minecraft y Fortnite) y que desde hace un año se dedica a la música: entre sus dos canales de Youtube suma más de 2.500.000 seguidores. La propuesta: hacer juntos el remix de un tema de Marcos.
“Cuando @nicolasodetti me llamó para hacer este video, ya estaba a punto de rendirme con la música, después de 11 años intentándolo y teniendo a mi mujer con la eterna promesa de que un día todo iba a dar frutos”, escribió en sus redes Marcos, más conocido como “el rapero del tren”, cuando “Fin de Año”, el tema que grabaron con Oscu, llegó al millón de visitas. “Canté en lugares chicos, grandes, en esquinas, en la tele, y todo desembocó en terminar cantando en un tren por lo justo y necesario, a veces menos. Pero la pandemia hasta me había sacado eso”, seguía el mensaje. Parecía que el sueño se había acabado. En ese momento, llegó el inesperado mensaje. A partir de ahí, las oportunidades empezaron a multiplicarse. “En definitiva: nunca bajes lo brazos”, reflexiona Marcos.
Sentado en la plaza de San Isidro, a la que llegó en colectivo desde la casa de sus suegros en Tigre, recuerda que tenía 16 años cuando empezó a cantar “para juntar unos mangos” entre la marea de turistas que cubría cada verano la peatonal de Las Toninas, donde pasó su infancia y adolescencia. Buscando encontrar un público más permanente, se mudó a la ciudad de Buenos Aires. Probó primero suerte en Florida y después en los subtes y trenes que serpentean el territorio porteño.
Cuando Oscu lo contactó por Instagram, sabía que Marcos rapeaba en el tren, pero no cuál era su situación ni que estaba por dejar la música. “Fue muy lindo haber podido ayudar… Va, ser parte. No es que le planteé: ‘Tengo una oferta para vos’, sino que lo pensé como algo lindo que podíamos hacer. Estuvo muy bueno”, asegura el joven YouTuber. Mientras camina por la plaza en la que tiene lugar la entrevista con LA NACION, un grupo de chicos que no llegan a los 20 años lo frenan para pedirle una selfie. “Gracias ‘Facha’”, le dicen mientras se aleja. Oscu asegura que cada uno de sus temas tiene “una personalidad”, una historia, y “este en particular –dice en referencia al que grabaron con Marcos– tiene una muy linda atrás”.
Un buscavidas
La historia de Marcos empezó en Morón, siguió en Haedo y luego en Las Toninas, a donde su familia se mudó cuando tenía cinco años. “Desde muy chico fui buscavidas. Entre los 7 y los 8 empecé de canillita. Estábamos en pleno 2001, había crisis, en casa éramos muchos y con lo que ganaba podía ayudar a mis papás, pero también tener una moneda para mí”, cuenta Marcos. A partir de esa edad y hasta los 15, se las rebuscó haciendo “de todo lo que te puedas imaginar”: vendió pirulines, huevos y cartones; en el puerto, como albañil y en restaurantes. Sus papás, Ruth y Juan, repartían sus horas entre la pequeña iglesia evangélica que tenían a su cargo y sus trabajos, él en un supermercado, ella como terapista ocupacional.
Marcos cantó rap por primera vez en una estudiantina en su escuela, varios años después de que su mamá le regalara un CD de Vico C cuando cumplió 10. De ahí pasó a presentarse en el cierre de un concurso de cortometrajes del que participaron todas las escuelas del Partido de la Costa. El intendente de Las Toninas estaba entre el público y lo invitó a un festival en Mar de Ajó: en esa tercera ocasión, lo vieron 30.000 personas y pensó que el rap podía ser más que un hobby.
“Desde 2009 hasta 2012 me invitaron a eventos, algunos grandes. Pero nunca llegué a ser famoso”, señala Marcos. En un momento, esa racha se cortó, pero se dijo que no podía rendirse: “Voy a tratar de salir adelante en la calle hasta que me salga otra oportunidad”, pensó. En el medio conoció a Flor, su esposa, y nació Antonella, la hija de ambos que hoy tiene tres años. Con lo que ganaba en el tren a Marcos le alcanzaba para el alquiler y lo justo. La crisis económica de los últimos años hizo que su situación se empezara a complicar y se fueron a vivir a lo de los papás de Flor, en Tigre.
Un día, cuando le pidió a los pasajeros del tren palabras para improvisar, uno propuso “avión” y alguien más “Europa”. “Volví a mi casa y le dije a mi esposa: nos tenemos que ir a España a ver a mis papás, que se habían ido unos años antes”, cuenta Marcos. Hicieron las valijas y se instalaron en el pueblo de Alicante donde viven Ruth y Juan. Marcos pasaba varias semanas en Madrid y Barcelona, lejos de los suyos, cantando en los subtes, durmiendo en hostels y mandando lo que ganaba a Alicante. En España la cosa no era tan fácil como pensó la primera tarde en que llegó e hizo 50 euros en dos horas. Los fines de semana, como el precio de la habitación compartida se disparaba, dormía en la calle.
Con la pandemia y las restricciones en los transportes públicos, tuvo que dejar los trenes. Encontró trabajo en el campo, en la cosecha de uvas, pero cuando terminó la temporada volvió a quedarse sin nada. En eso estaba cuando le llegó la propuesta de Oscu. “Me proponía volver a la Argentina a grabar un videoclip profesional. Muy flashero, no caía”, asegura Marcos.
Romper los prejuicios
Además de aprender los códigos de la calle y de hacerse a los codazos un lugar en los vagones, Marcos tuvo que afrontar prejuicios de todo tipo. Eso, dice, es una de las cosas más duras de trabajar en la calle. “Me pasó montones de veces de entrar al tren y que la gente te mire feo o en chiste. Muchas, me sentí juzgado: desde estar pasando la gorra, que alguien te quiera dar y la persona que está al lado le diga ‘no’, pensando que te vas a ir a drogar o a hacer cualquier cosa con esa plata; hasta que te digan ‘anda a laburar’ sin saber que estás ahí horas y horas para ganarte la moneda”, dice Marcos. Lo dice sin bronca, con el buen humor y los modos suaves que lo caracterizan.
Está convencido de que la única forma de desarmar prejuicios es con información. “Con entrevistas como esta, donde se le pueda dar voz, por ejemplo, a la gente que trabaja en la calle y podamos conocer sus historias”, señala. Él los trata de combatir sacándole una sonrisa a su público, con la espontaneidad del Freestyle, su talento para improvisar y caer bien. “La opinión de la gente es muy volátil, depende a veces de cómo te vestís, de cómo cantás, de si sos famoso o no sos famoso. Creo que nuestro valor no está en todas esas cosas ni lo tenemos que buscar en los demás, sino en nosotros mismos”, reflexiona.
Dice que Oscu no tuvo prejuicios con él. “Podría haberle pedido hacer un tema a cualquiera y me lo pidió a mí, eso me demuestra que el chabón no se estuvo fijando en lo externo: que yo era el rapero del tren, que canto en la calle, que soy poco conocido. Conmigo se portó muy real y por eso le tengo todo el respeto y le estoy muy agradecido”, sostiene.
Marcos había visto los videos de Oscu en Youtube, sabía que la estaba “repegando” en la Argentina. En su mensaje, el joven músico le proponía que grabaran juntos un remix de una canción que Marcos había escrito en diciembre 2019, y que para grabarla habían decidido con Flor invertir todos sus ahorros más unos pesos que le sumaron Ruth y Juan. Se dijeron que era la última oportunidad. “La canción tuvo repercusiones, 100.000 visitas, pero había quedado ahí, no me habían salido presentaciones. Parecía que no había dado frutos y que Oscu me llame justo para hacer esa canción fue muy loco. Al final, tanto esfuerzo valió la pena”, dice Marcos.
Cuando Oscu escuchó “Fin de Año”, pensó: “¡Uh, mirá este tema!”. Le quedó resonando y en julio, en plena cuarentena, lo volvió a escuchar y pensó que “pegaba muy bien”. “Dije: Esto merece un remix. Decidí contactar a Marcos, busqué su Instagram, le escribí y ahí me enteré más de su vida, de su historia y conocí su cara, que hasta el momento en que lo busqué en las redes no tenía ni idea porque el video del tema que yo había visto era un audio”, cuenta Oscu. Nunca pensó en “dar una oportunidad”, sino que tenía la certeza de que, de grabar el tema juntos, todos se iban a ver beneficiados. Le mandó un pasaje de avión, Marcos voló a Buenos Aires y el 24 de noviembre grabaron el videoclip que hoy suma casi 2.000.000 de visitas en Youtube.
“Las repercusiones fueron buenísimas. Desde salir a la calle y que alguien te reconozca hasta volver a mi pueblo y que todos los pibes estén recontentos porque a alguien que salió de ahí le está yendo bien con la música”, dice Marcos. Piensa que muchas veces, con las oportunidades grandes, uno suele creer que “está salvado”. Pero se equivoca. Las oportunidades –ahora lo sabe–, “son empujones que te van formando y dando aliento para seguir adelante, ganas de seguir y de continuar pegándola”. Hacer el tema con Oscu empezó a abrirle las puertas que tanto estaba esperando: grabó otro videoclip en la costa y fueron surgiendo nuevas colaboraciones con otros artistas conocidos. “Fue el empujón más fuerte que había tenido hasta ahora. Me llenó de esperanzas para seguir dándole con todo y no bajar los brazos. Pero después, lo que uno tiene que intentar siempre es mantenerse ahí, eso es lo difícil”, concluye Marcos, que hoy sueña con poder dedicarse de lleno a la música y asegurar el futuro de su familia.