Fin del encierro: el éxito del abordaje comunitario en salud mental
Gustavo se siente feliz de haber podido "reiniciar su vida". En 2007, tuvo un brote psicótico seguido de una depresión severa. Llegó a estar internado bajo tratamiento psiquiátrico en el Centro Regional de Salud Mental Agudo Ávila, de Rosario, y pensaba que había tocado fondo. Hacía poco tiempo había regresado a la Argentina desde España, donde había dejado una hija pequeña, a la que extrañaba y de la que no sabía mucho, y no conseguía trabajo. La soledad lo tenía devastado.
Cuando habla de su recuperación, lo primero que revive con emoción es el momento del reencuentro con su hija de 12 años, en España, tras más de una década sin verla; luego, el día de 2011 que conoció Casa del Paraná, un espacio para personas con padecimientos psíquicos como bipolaridad, esquizofrenia o depresión, donde logró salir adelante. "Recuerdo que la directora se acercó y me dijo: ‘Ya no vas a estar solo’", cuenta hoy Gustavo (47), que gracias a que recobró su autonomía pudo volver a trabajar en una empresa que comercializa impresoras.
Aunque la ley nacional de salud mental (la 26.657, sancionada en 2010), establece la necesidad de crear dispositivos alternativos y comunitarios que para 2020 deberían sustituir a los neuropsiquiátricos, y subraya que las internaciones son un recurso de carácter restrictivo, que tienen que realizarse durante el menor tiempo posible, según los especialistas aún queda un largo camino por recorrer.
De hecho, hay personas que llevan décadas viviendo en neuropsiquiátricos: pacientes con padecimientos psíquicos severos que, tras sufrir un brote, fueron internados y superado el episodio no lograron volver a la comunidad. La falta de recursos económicos y la de una red de contención son algunos de los motivos; pero, en todos los casos, lo que prevalece es la escasez de dispositivos comunitarios por los que una vez dados de alta puedan continuar con sus tratamientos insertos en la sociedad.
María Rosa Riva Roure, psiquiatra y coordinadora general del Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA) del Hospital Esteves (un neuropsiquiátrico donde conviven más de 600 mujeres), sostiene que el desarrollo de dispositivos intermedios de base comunitaria, como casas de medio camino y de convivencia, hostales, centros y hospitales de día, y el desarrollo de empresas sociales son fundamentales para lograr el pleno cumplimiento e implementación de la ley nacional de salud mental.
"Esos dispositivos favorecen y facilitan la atención ambulatoria de personas con padecimientos mentales graves en contextos que no son de encierro, permitiendo su inclusión social amplia y el desarrollo de capacidades en los diversos aspectos de la vida –afirma Riva Roure–. A pesar de estar explícitamente manifestado en el texto de la ley y su decreto reglamentario –agrega–, no se ha dado desde el Estado la respuesta suficiente, lo que constituye una deuda con la población afectada".
Un modelo internacional
Casa del Paraná nació en 2007, en Rosario, de la mano de un grupo de profesionales de diversas disciplinas, con el objetivo de ayudar a personas con padecimientos psíquicos a reinsertarse laboral y socialmente. Sigue el modelo llamado Casaclub, que surgió en 1948 en Estados Unidos, cuando un grupo de pacientes de un hospital psiquiátrico abrió la primera, conocida como Fountain House, en Nueva York.
En 1990, se creó Clubhouse International, organización que agrupa y supervisa los 320 clubes en 34 países, impactando cada año en unas 100.000 personas.
"Todas las Casaclubes deben cumplir con normas internacionales y son revisadas cada dos años", sostiene Rita Larrañaga, directora de Casa del Paraná, la primera de América Latina, que desde su fundación recibió a 155 miembros.
Actualmente, el grupo de Casa del Paraná está compuesto por 35 miembros activos. "De ellos, el 17% está atravesando experiencias laborales remuneradas. La idea es que los miembros que no tuvieron experiencias laborales previas o las tuvieron hace muchos años puedan retomar el mundo laboral e ir armando su CV", detalla la directora.
Larrañaga explica que en la Casaclub no se brinda tratamiento psiquiátrico, sino que -a través de una membresía gratuita- se busca ayudar en la recuperación de hombres y mujeres mediante una comunidad de apoyo mutuo. Se basa en una jornada laboral diaria dentro del club, en que se destacan las fortalezas y habilidades de cada uno y se fomenta la construcción de relaciones.
"Nos sustentamos gracias al aporte de la Dirección de Salud Mental de la Municipalidad de Rosario, una fundación internacional, una campaña de donantes mensuales y tres eventos de recaudación de fondos que hacemos todos los años", dice Larrañaga.
Jorge Baldarenas, presidente de Casa del Paraná, señala: "Nuestra misión es que estas personas puedan alcanzar su máximo potencial y sean respetadas como compañeros de trabajo, vecinos y amigos". Asegura que el diagnóstico no define ni determina a una persona, sino que es tan solo una parte de ella.
Dentro de los programas que ofrece Casa del Paraná se encuentran el Programa Social, con salidas recreativas y celebración de los días festivos, el Educativo -fomenta completar los estudios y alcanzar metas vocacionales- y el de Empleos en Transición, que propone a los miembros la oportunidad de retomar un trabajo remunerado con la garantía de poder seguir participando en las actividades del club.
"Cuando en el club se consigue un empleo, se pone a disposición de todos para decidir quién lo tomará", destaca la directora.
Larrañaga destaca la importancia de la rutina. Los miembros llegan a las nueve de la mañana, se reúnen y dividen las tareas que cada uno realizará durante el día: uno estará en la recepción, otro se encargará del mantenimiento, otro de la cocina y un último de la limpieza.
Más allá de sentirse orgulloso por haber recuperado su autonomía, Gustavo destaca que lo mejor de haber formado parte de Casa del Paraná fueron las amistades: "Son un motor para mí, son los que me levantan cuando estoy por caer".
El PREA (Facebook: Libremente PREA) se inició en 1999 y, según explica Riva Roure, es un programa de desinstitucionalización o desmanicomialización, "basado en la recuperación de los derechos de ciudadanía" y destinado a externar a personas internadas en el Hospital Esteves.
El programa tiene dos grandes sectores: intrahospitalario y fuera del hospital. El primero cuenta con dos etapas: de admisión (se entrevista a las mujeres en condiciones de ser externadas) y de participación en los talleres donde se trabaja la recuperación de hábitos cotidianos (desde el cuidado de la salud hasta cómo manejar dinero o cocinar), ya que muchas mujeres pasaron años (e incluso décadas) internadas. Hoy cuenta con 20 casas de convivencia en las que viven solas, contenidas por un equipo de profesionales, 78 mujeres de entre 36 y 87 años. Juntas sostienen su tratamiento y se reinsertan socialmente.
Una de las mayores dificultades del PREA es conseguir casas para alquilar: "El alquiler de las viviendas se realiza con fondos del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. En este momento existe un retraso en el pago, que complica la continuidad de esta modalidad asistencial", concluye Riva Roure.
Una nueva casa en Buenos Aires
Basados en el modelo de Casa del Paraná de Rosario, un grupo de profesionales crearon la Fundación Casaclub y darán comienzo próximamente a una experiencia piloto en la ciudad de Buenos Aires. El grupo inicial estará compuesto por entre cinco y ocho pacientes pertenecientes al Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano, que serán los potenciales miembros integrantes. En ese marco, en octubre se prevé desarrollar el primer curso denominado Familia a Familia -educación entre pares- y crear la comunidad de apoyo. Los interesados en consultar o en apoyar el servicio, que será sin fines de lucro, pueden contactarse llamando al 341-5002563/4665444/ o escribiendo a casaclubbaires@ gmail.com
Un proyecto que busca derribar estigmas e involucrar a pares
Proyecto Suma tiene un hospital de día, talleres y acompañamiento para casi 800 personas
Alberto Neistadt (57) recuerda como si fuese ayer la primera vez que puso un pie en Proyecto Suma. Fue en 2010, siete años después de haber entrado en una depresión profunda, con la sensación de que nadie lograba ayudarlo y tras pasar por tres internaciones. "Cuando llegué a Suma, no sé por qué sentí que me iba a hacer bien", cuenta.
Empezó a asistir al hospital de día de esta organización sin fines de lucro y tres años después se transformó en un "compañero par". "Así llamamos a una persona que atravesó por un padecimiento de salud mental, que se recuperó de la parte más intensa de su sufrimiento y a partir de ahí empieza a ayudar a otro: se genera una relación terapéutica mutua", dice Alberto, y agrega: "Acá se hace un abordaje comunitario, que tiene que ver con salir a la sociedad para poder incluirse, porque esa es la mejor manera de recuperarse".
Proyecto Suma nació en 2009 y trabaja por la inclusión social de quienes tienen un padecimiento mental a través del trabajo, el ejercicio, la sociabilización y el arte. "Queríamos crear una institución que generara puentes y derribara muros, para que la sociedad pueda aceptar a las personas que tienen padecimientos mentales", explica Martín Nemirovsky, psiquiatra y director de Suma, que tiene su sede en Palermo.
Gustavo Guardo, presidente de la organización, agrega: "Es fundamental derribar el estereotipo que existe vinculado a 'la locura'".
La organización cuenta, entre otros dispositivos, con un hospital de día (al que asisten aproximadamente 80 personas que están atravesando "un momento agudo"); un área de recuperación en la comunidad, de la que participan 90 y en donde el taller de inserción laboral es uno de los ejes centrales; una de consultas ambulatorias (250 pacientes); club de los fines de semana; el programa de acompañamiento entre pares, y un área y club de adultos mayores.
Gustavo Lipovetzky, director académico de Suma, destaca que según el primer Estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental, uno de cada tres argentinos mayores de 18 años presentó un trastorno de salud mental en algún momento de su vida. Los más frecuentes fueron el episodio depresivo mayor, seguido por el abuso de sustancias y las fobias específicas.
Lipovetzky dice que los dispositivos asistenciales intermedios centrados en la comunidad "lamentablemente hoy son muy escasos y cuentan con magros presupuestos". Considera que es importante desarrollar políticas públicas que contemplen "aspectos esenciales como el tema de la vivienda, para que las personas más vulnerables con trastornos en salud mental puedan convivir en y con la comunidad, con el apoyo necesario para que vayan ganando mayor autonomía y puedan insertarse social y laboralmente".
- Este artículo se publica como parte de 7.7 Mil Millones, una iniciativa internacional y colaborativa que reúne a 15 medios de comunicación de todo el mundo para centrarse en soluciones en favor de la inclusión social, económica y ciudadana.