Patricia Gomes: “Nadie quiere a una negra atendiendo una oficina o un mostrador”
Desde los tres meses de vida, Patricia Gomes mamó el orgullo por los orígenes. Las raíces de su árbol genealógico llegan hasta Cabo Verde, esa pequeña isla africana que fue colonia portuguesa hasta 1975 y de la que muchos debieron huir para escapar del hambre y la violencia. Desde allí vinieron sus abuelos y bisabuelos paternos, en diferentes oleadas migratorias. Fue, justamente, en la casa de esos abuelos paternos en donde Patricia fue forjando su identidad afroargentina, rodeada de tíos y familiares que convirtieron ese orgullo en activismo en favor de los derechos de las personas afro y en contra del racismo.
Hoy en día, Gomes continúa esa senda. Abogada, activista afrofeminista y antiracista, es también parte de la Sociedad de Socorros Mutuos "Unión Caboverdeana" y del Área de Género de la Comisión Organizadora del 8 de Noviembre, "Día Nacional de los Afroargentinos y de la Cultura Afro". En forma paralela, trabaja en el Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires e integra el Consejo Asesor ad honorem del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
"Con el hecho de ser negra, ya tenés por lo menos, una triple opresión: sos negra, mujer y seguramente pobre", afirma. En el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente –que se celebra hoy, en conmemoración del Primer Encuentro de Mujeres afrolatinoamericanas y afrocaribeñas, que se realizó en República Dominicana en 1992–, Gomes analiza, en diálogo con LA NACION, cómo es la situación de la mujer afroargentina. Y cree que los desafíos por delante son enormes.
¿Cómo influye el crecer en un hogar como el de sus abuelos a la hora de salir al mundo y vérselas con un contexto adverso hacia los afrodescendientes?
Una vez que salíamos de la casa de mi abuela Zuni, una ahí se encontraba con el racismo y la discriminación. Creo que el haber forjado ese orgullo y esa autoestima, me llevó a involucrarme con el activismo y me hizo fácil lidiar con esto de ser negra y nunca ocultarlo, que es lo que les pasó a muchas personas.
¿Tan fácil como para ser inmune a ese racismo?
No, por supuesto que no. Como buena negra argentina, desde la escuela hasta la vida adulta he pasado por situaciones de racismo. En la escuela ya existía lo que hoy llamamos bullying. El acoso y la burla a las personas que salíamos de la norma estaba. Cuando me iban a buscar al jardín y a la escuela en la primaria, los chicos veían a mi abuela o a mi papá que son renegros, y ya era "negra de la villa", "negra" esto, "negra" lo otro… Era constante. El haber tenido esta educación, no me hizo inmune a situaciones de racismo pero me permitió encararlo de otra forma. Apenas sucedía algo en la escuela, mi tía o mi mamá iban a hablar con la directora y la maestra y el tema se trabajaba. Es lo que sigue pasando. Tengo todavía primos adolescentes y, si pasa algo en la escuela, vamos. Pero eso no pasa con todo el mundo. Igualmente esas cosas generan una degradación de la autoestima.
Ud. es abogada, trabaja en un organismo público que lucha contra la discriminación e integra un consejo asesor nada menos que en el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Cuando uno observa esta trayectoria, podría pensar que el racismo en la Argentina no existe. Que la formación universitaria y el mercado laboral no hacen distinciones de ningún tipo. ¿Esto es realmente así?
Yo podría decir que soy un caso excepcional. Tuve la posibilidad de estudiar, pero me llevó muchos años hacerlo, por dificultades económicas principalmente. Es cierto que además tengo trabajo y hago lo que me gusta, pero esa no es la situación general de las mujeres afrodescendientes en este país.
¿Cómo es la situación de la mujer afroargentina?
Hoy en día, la mayor parte de nuestra comunidad es pobre, no tiene trabajos formales, ni terminalidad escolar. Y esto hace que seamos muy pocos los que podemos acceder a la universidad. Mucha gente no terminó el secundario siquiera. Con lo cual, la situación de las mujeres es alarmante. Además de sufrir el racismo y el sexismo, la mayoría sufre marginación cuando vamos a buscar un trabajo. Nadie quiere a una negra atendiendo una oficina o un mostrador. La pandemia dejó al descubierto el nivel de informalidad en el que está buena parte de nuestras mujeres. Muchas son jefas de familia, tienen hijos a cargo, están solas. Ni al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) acceden de lo tan al margen que están.
Todo esto en un contexto general de desigualdad de género…
Con el hecho de ser negra, ya tenés por lo menos, una triple opresión: sos negra, mujer y seguramente pobre. Eso desde el vamos. Después se le suman otros elementos: si sos LGBTQ+, migrante o si tenés una discapacidad. Esto hace que nuestras realidades sean más complejas que las del resto de las mujeres. Pero no digo que solo nos pase a nosotras. Soy consciente de la opresión que sufren, por ejemplo, las compañeras indígenas. Por eso creemos que es importante incluir la perspectiva étnico-racial y antiracista en todas las políticas de Estado.
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Por lo general las problemáticas de género se homogeinizan. Como si todas las mujeres tuviéramos los mismos problemas, o nos afectaran de la misma manera.
Exacto. Hace pocos días le planteamos al Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad la necesidad de que haya un área específica que trabaje las cuestiones relativas a las mujeres y diversidades afrodescendientes, porque hay una especificidad que es necesario atender. Otra cosa que planteamos es que no hay estadísticas sobre las condiciones socieconómicas, de trabajo, de salud, de educación de la comunidad. Esta universalización de la categoría mujer fue lo que siempre se promovió desde el feminismo tradicional y hegemónico. Pero dejaba afuera muy conscientemente las realidades de las mujeres negras, inclusive de las mujeres obreras blancas, indígenas, migrantes. Es una demanda histórica de los feminismos contra-hegemónicos como el feminismo negro, que venimos a poner en jaque esta construcción de la mujer única. No todas las mujeres somos iguales, no todas sufrimos lo mismo, estamos atravesadas por otras instituciones opresivas como el racismo, el clasismo, la transfobia, etc.
¿Cuáles han sido, hasta el momento, los principales avances en materia de políticas públicas?
Los avances fueron muy pocos y contados con los dedos de una mano. Es cierto que, por lo menos desde 2003, hubo cambios en la relación del Estado con las organizaciones sociales cuando, por ejemplo, en 2004/2005 el entonces presidente Néstor Kirchner convocó por primera vez en la historia a las organizaciones afrodescendientes a involucrarse en la elaboración de una política pública como fue el Plan Nacional contra la Discriminación. Después podemos decir que en el censo de 2010, cuando se introdujo la pregunta que apunta al autorreconocimiento o el origen étnico, una de las grandes conquistas del movimiento negro en Argentina después de décadas y décadas de exigirle al Estado que tenía que incluir en un censo la medición de la población afro. Obviamente los resultados no fueron los esperados porque la pregunta estaba incluida en el formulario ampliado, que solo se aplicaba al 10% de la población. Lo que se obtuvo fue un muestreo. Los números decían que había cerca de 150.000 personas que se reconocían como afrodescendientes, el 0,4% de la población.
Y en un contexto en el que, como dijo, hay mucha negación de los orígenes.
Por eso, para el censo que iba a ser este año, que yo creo que se hará el año próximo, la idea es trabajar fuerte la sensibilización en forma previa, para informarle a la gente qué es ser afrodescendiente: ¿tiene que ver con el color de la piel? Hay muchas personas que, por el mestizaje y porque pasaron varias generaciones, fueron perdiendo los rasgos. Pero si vos tenés un abuelo o tatarabuelo o alguien dentro de árbol genealógico que era negro, africano, afrodescendiente, eso te convierte en afrodescendiente. Hay que deconstruir esta idea de que lo negro solo tiene que ver con el color de la piel cuando no es así. Tiene que ver con un origen y una identidad.
Además, Ud. integra un consejo asesor ad honorem en el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. ¿Cuáles son sus expectativas?
Creo que hubieron algunos gestos por parte del ministerio, como la inclusión de una persona afrodescendiente dentro del Consejo Asesor. Lo que sí, la primera vez que se conformó el consejo, habían dejado afuera a la comunidad afrodescendiente. Ahí empezamos a hacer una movida por redes para denunciar que otra vez el Estado nos estaba dejando afuera. Parece que recogieron ese reclamo y me llamaron. Hasta ahora tuve una sola reunión, en donde pude plantearle a la ministra propuestas de acciones concretas, medidas que el ministerio debería tomar para comenzar a revertir la situación de desigualdad estructural de nuestras mujeres y diversidades. Creo que hay buena voluntad, estamos a la expectativa de hechos concretos, pero creo que es un ministerio nuevo, una gestión nueva y esto requiere un tiempo.
Contó que las primeras situaciones de racismo las vivió en la escuela. Eso suele ser frecuente en la historia personal de los afroargentinos. Sin embargo, no hay hasta el momento una política de trabajo de estas temáticas en el ámbito escolar a la manera de la ESI. ¿Debería haber algo como eso?
Totalmente. Es una demanda del movimiento afro desde hace muchos años. Hubieron algunas articulaciones que se hicieron hace algunos años con el Ministerio de Cultura y se sacó algún material, pero dependemos mucho de la buena voluntad de los docentes. La perspectiva étnico-racial tiene que estar en todas las políticas. También en la educativa, que es donde más lo necesitamos. La escuela es uno de los primeros lugares en donde se empieza a manifestar el racismo en los niños.
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Y en los actos escolares todavía se refuerzan ciertos estereotipos…
En los actos escolares se muestran todos los prejuicios y estereotipos que se fueron construyendo de las negras y los negros: la negra vendedora de empanadas, el negro vendedor de velas y siempre como en esa condición de esclavizado feliz que es otra mentira construida y que esconde grandes hazañas de personas afrodescendientes que dieron su vida por la liberación de esta patria. El principal ejemplo que tenemos es el de María Remedios del Valle. Nadie quiere una madre negra y pobre, pero en la Argentina la madre de la patria es mujer, negra y pobre. A través de su figura pudimos empezar a hacer un trabajo en las escuelas pero es todo un trabajo de las organizaciones, a pulmón.
A partir del crimen de George Floyd, la problemática del racismo se instaló fuerte en nuestro país. ¿Es optimista con respecto a los efectos que esta mayor visibilización podría generar en el seno de la comunidad afrodescendiente?
Voy a pecar de negativa, pero no soy optimista. Siempre hablamos de lo que pasa en otras latitudes, nos horrorizamos por lo que pasa en los Estados Unidos como si la situación de los afrodescendientes acá en la Argentina fuera mucho mejor. No estamos tan lejos de lo que pasa en los Estados Unidos. La diferencia es que las situaciones de violencia y de racismo institucional que sufren muchos de nuestros compañeros, especialmente los senegaleses, que son los que viven de la venta ambulante, no están mediatizados. Entonces lo que no se ve y no se nombra, no existe. Lo cierto es que también nosotros, los afroargentinos, en cuanto somos extranjerizados, automáticamente pasamos a formar parte de un grupo peligroso y la policía también nos criminaliza. Ojalá que genere cambios, pero los cambios profundos se tienen que generar desde el Estado. Y hasta que el Estado no tome efectivamente la posta de combatir el racismo, no va a pasar nada.
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