“Talento oculto”: el lugar al que van miles de jóvenes vulnerables y la mayoría consigue su primer trabajo formal
Con sedes en barrios populares y villas, Potrero Digital entrena en habilidades tecnológicas a chicos que no pueden acceder al mercado laboral; el 65% de sus alumnos consiguió trabajo; “Tener un sueldo y estabilidad me cambió la vida”, dice Leonel, uno de sus egresados
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Los días que trabaja desde su casa, Leonel Mercau se levanta antes de las nueve. Quiere tener tiempo de cambiarse y desayunar tranquilo con su novia. Se sientan en la mesa de la cocina comedor, estiran un mantel cuadrillé blanco y bordó que le da a ese ambiente –que ya casi terminan de remodelar– un toque más hogareño. Mientras toman café, entremezclan una charla con silencios en los que se miran y observan a su alrededor. Contemplan la paz de esos pequeños momentos que hace unos años jamás hubieran imaginado poder permitirse.
Después, Leonel, que cumplió 26 años, se mete en su “oficina”, una habitación de paredes naranja brillante y pisos laminados marrón claro que combinan con su escritorio. Se sienta en una silla tan moderna que podría confundirse con un sillón, de espaldas a media docena de instrumentos esparcidos por el lugar, que después del trabajo se transforma en un mini estudio de grabación. Acomoda la notebook y el monitor curvo del tamaño de una televisión.
Justo antes de prender la computadora para empezar a trabajar, estira sus brazos detrás de la cabeza e inclina su cuello hacia los costados para asegurarse una mejor concentración. Cuando aprieta el botón de encendido, siente que su antigua vida en Laferrere, en la casa de sus padres, sin saber qué hacer de su vida, dudando de si alguien le daría un empleo formal alguna vez o si tendría que resignarse a hacer changas o trabajos informales para sobrevivir.

Leonel trabaja desde los 21 años en el rubro tecnologías de la información (IT). Primero en IRSA, una empresa que tiene y opera los principales shoppings de Argentina, y ahora es ingeniero de preventa en Distecna, una compañía multinacional que ofrece soluciones tecnológicas a empresas.
El joven es uno de los 25000 egresados de Potrero Digital, un programa de Fundación Compromiso que mediante la capacitación gratuita en oficios digitales como programación o marketing digital, busca la inserción laboral de jóvenes que viven en contextos vulnerables y con muchas barreras socioeconómicas. De hecho, solo 3 de cada 100 jóvenes de 18 a 24 años de hogares muy pobres logra tener un empleo en blanco, según reveló una investigación de LA NACION.
Las empresas, grandes aliadas
Como Leonel, el 65% de los egresados de Potrero Digital consigue empleo una vez terminada la capacitación. Para el director de Potrero, en gran parte eso es posible gracias a las alianzas que tienen con las empresas del ecosistema digital, que son cientas y tienen una gran apertura a las agendas de diversidad, de integración social, de sustentabilidad y de inclusión de comunidades desfavorecidas. “Hay una máxima bastante extendida: una empresa no puede ser sustentable en una sociedad que no lo es”, asegura.
En este sentido, lo que hace Potrero es “ayudarlas a llegar a aquellos territorios en los que considera que tiene que brindar oportunidades, para poder nivelar esas oportunidades”. Así, son el nexo entre los empleadores y el “talento oculto”, es decir, población que no es tenida en cuenta, que ni el sistema formal de educación pudo retener, pero que a través de oportunidades como las que ofrece Potrero, demuestran tener un gran talento para ciertas destrezas muy requeridas en el mercado laboral, como la programación.
Además, por los beneficios que ofrecen y el compromiso que tienen con que sus empleados se capaciten, crezcan y se orienten hacia las áreas de su interés, se vuelven un complemento clave para potenciar la carrera y el desarrollo personal de cada uno de los egresados del programa. De igual manera, Potrero también trabaja con cientos de organizaciones sociales para “multiplicar las oportunidades”.
De hecho, Leonel consiguió el trabajo en IRSA a los 21 años, después de hacer una segunda capacitación en Puerta 18, una organización aliada. El primer día en la oficina y el día que cobró su primer sueldo se sintieron “como un sueño” para él. “Me voló la cabeza tener estabilidad, un sueldo fijo, poder saber cuánta plata iba a tener disponible para gastar cada mes y organizar mi vida en base a eso. También poder darme gustos. Con mi novia nos encanta salir a comer y cuando cobré mi primer sueldo pude llevarla a probar sushi por primera vez”, cuenta.
Leonel también pudo cumplir su sueño de tener su propio estudio de grabación, que es “su mayor orgullo”. Aprendió a tocar instrumentos de chico, en la iglesia de su barrio, y con mucho esfuerzo sus padres lograron comprarle una guitarra para su cumpleaños número trece, que aún tiene colgada en la pared. Pero desde que tiene un trabajo en blanco, pudo comprarse él mismo una guitarra eléctrica, un teclado, un micrófono y hasta una batería.

Su mayor inversión, sin embargo, sigue siendo su moto. “Fue la primera gran compra que hice con la tarjeta de crédito que me dieron en el banco cuando empecé a cobrar mi sueldo ahí. Nunca había tenido una”, dice. Cuando trabajaba en IRSA, según la sede en la que le tocara, llegó a tener que viajar hasta dos horas y combinar hasta cuatro transportes públicos. “Con la moto es otra cosa”, dice sin poder evitar sonreír. Ahora, el viaje hasta la oficina de Distecna, en Barracas, le toma menos de una hora.
“Igual, lo mejor de todo es poder proyectar mi futuro y sentir que tengo la posibilidad de cumplir mis sueños”, asegura. El primero está prácticamente cumplido. Y es que poco después de conseguir su primer empleo, Leonel pudo mudarse con su novia a una casita en Ituzaingó que ella heredó cuando falleció su abuela. “Sabíamos que mudarnos ahí iba a ser una gran inversión, teníamos que cambiar todo. No tenía pisos y las paredes estaban muy feas”, explica. Así, empezaron por la habitación, siguieron por la oficina y después por la cocina. Ahora están con el baño. “Cuando la terminemos, vamos a poder empezar a pensar en tener un hijo y formar una familia”, cuenta feliz.
El año pasado, además, pudieron irse de vacaciones por primera vez solos, a Tandil. “Ahora que nos falta poco para terminar la casa, la idea es hacer un buen viaje. Todavía no decidimos a dónde, pero lo más lejos posible, que nos tengamos que tomar un avión”, fantasea. En agosto, además, empezará una diplomatura en Redes de la Comunicación en la UTN. “Me entusiasma un montón, va a ser mi primer paso por la universidad y, quién sabe, quizá en algún momento me anote también a estudiar una carrera”, se entusiasma.
Carreras rápidas
“Los oficios digitales son un campo propicio para generar una transformación social y laboral porque se trata de un sector de la economía muy dinámico. Además, son trabajos que pagan, en promedio, mejores salarios, que tienen mejores condiciones laborales y que brindan oportunidades de progresión de carrera bastante rápidas, sin la necesidad de estudiar muchos años en la universidad, algo a lo que muchos de los chicos que se capacitan con nosotros no se podrían comprometer”, explica Juan José Bertamoni, director del programa.
En general, explica, los chicos que llegan a Potrero viven en contextos vulnerables, sin una buena conectividad a internet ni acceso a equipos de calidad. Suelen tener computadoras de escritorio viejas y que comparten entre toda la familia. Además, más de la mitad son jóvenes que abandonaron el secundario y buscan una “última oportunidad”. En este sentido, lo que todos tienen en común es la necesidad de aprender una destreza concreta que les permita generar ingresos, porque por el contexto en el que viven, tienen la necesidad de proyectarse laboralmente de manera inmediata.
Leonel llegó a Potrero poco después de terminar la secundaria. Durante su adolescencia hizo cursos de reparación de PC en centros de formación profesional de su localidad, Laferrere, partido de La Matanza. Arregló equipos de amigos y conocidos y eso le permitió generar ingresos para sus gastos personales. Pero él quería ir más allá y entender cómo funcionaban los programas y los juegos que usaba a diario en la computadora familiar. Así, empezó a investigar y entendió que para eso debía estudiar una carrera de sistemas en la universidad. Pero esa opción estaba fuera de sus posibilidades.
Su papá, que era operario en una fábrica, se había quedado sin trabajo, y su mamá era ama de casa. “Ir a la universidad no fue una opción para mí. Me demandaba tiempo y dinero que no tenía. Implicaba viajar varias horas en colectivo y gastar plata en eso y en comida. Pero por la situación que había en mi casa, tenía que conseguir un trabajo, y rápido”, explica el joven, que conoció a Potrero por un amigo y se anotó en la capacitación de programación web. Duró dos años y cursaba dos veces por semana en la sede de La Juanita, una cooperativa de su barrio.
Aunque seguía con las changas de reparación de computadoras, la ilusión de tener un futuro diferente al de la mayoría de la gente de su barrio se empezaba a asomar. “Al principio no me veía ni a palos trabajando en una oficina con las comodidades que tengo. Todo mi entorno es gente que trabaja laburando físicamente. Y uno naturaliza el contexto en el que vive. Ves que todo es así y creés que todo va a seguir así, que no existe otro camino. Pero Potrero me mostró que sí”, admite.

Para aumentar las posibilidades de que los egresados consigan un trabajo, Potrero también trabaja en el fortalecimiento de habilidades socioemocionales como la autoestima y la resiliencia. “El éxito no depende solamente de la disciplina técnica bien asimilada, sino también de estar preparado para otros desafíos, como mostrar tu trabajo o atravesar una entrevista laboral. Y cuando venís de contextos donde escasean las oportunidades, probablemente el éxito venga de haberlo intentado muchas veces, por eso es importante trabajar la tolerancia a la frustración”, explica el director.
Por otro lado, muchas veces el primer empleo surge de una actividad freelance, como gestión de redes sociales, soporte IT o generación de páginas webs. En estos casos, la organización se asegura de que los egresados tengan el equipo necesario para llevar adelante las actividades, y les provee notebooks en el caso de que las necesiten. Además, la fundación también cuenta con dos “spin offs”: Potrero Tech, un “emprendimiento” en el que trabajan egresados de forma part time, en formato de pasantías, que ofrece soluciones tecnológicas a empresas; y Potrero Empleos, que también busca conectar a sus empleados con las compañías.
“La territorialidad es clave”
“Me impresionó mucho que a unas cuadras de mi casa hubiera una formación tan buena y gratuita. Si no hubiera sido por esa oportunidad, difícilmente podría haberme encaminado en el rubro de la tecnología”, admite Leonel. Las 12 sedes de Potrero están ubicadas estratégicamente en barrios vulnerables o muy cerca de ellos, siempre en alianza con asociaciones locales. De esa manera se aseguran que haya una necesidad real y que las habilidades que se enseñan puedan hacer una verdadera diferencia para ese alumno.
Para Potrero, el factor de la territorialidad es esencial. Principalmente, porque en los barrios donde funciona no suele haber grandes referentes del trabajo formal o calificado, menos todavía en el área de la tecnología. “La mayoría tienen trabajos más tradicionales: operarios, mecánicos, empleadas domésticas o administrativos. En general, no hay una cultura digital, una vocación digital. En una ceremonia de graduación, el papá de un chico que ahora está trabajando en una multinacional me preguntó si eso que había estudiado le iba a servir de algo”, señala Bertamoni.
Por eso, las sedes de Potrero son más que un lugar de formación, se piensan como un “hub digital”. Es decir, un lugar en el que además de tener acceso a tecnología y conectividad, puede haber intercambio, networking, circulación de oportunidades y que los chicos puedan incluso encontrarse para compartir una comida o para celebrar cuando egresaron.

Además, la mitad de los docentes son egresados de algún programa de Potrero. “Esto es importante porque ellos mismos son portadores de la transformación que estamos proponiendo. Entonces, ¿quién mejor para explicarles que alguien que hace apenas algunos años estaba en su mismo lugar?”, advierte el director. Leonel, por ejemplo, que también tuvo su etapa como docente, consiguió el trabajo en Distecna porque lo recomendó un profesor que, a su vez, también fue egresado de Potrero.
Cada sede de Potrero Digital impacta no solo a los alumnos, sino a todo el barrio, elevando el nivel de recursos de la comunidad al introducir destrezas digitales. Esto genera una “bola de nieve” que desemboca en emprendimientos más productivos y competitivos, como cuando egresados de marketing digital o programación asesoran a comercios locales, logrando aumentar sus ventas, explica Bertamoni. Sin embargo, el mayor problema es que la demanda de becas cuadriplica las disponibles, por lo que Potrero realiza un gran esfuerzo para buscar empresas y socios que aporten fondos. “Hacemos un esfuerzo muy grande para buscar empresas y socios que aporten fondos para que todos los chicos y chicas interesados puedan acceder a las capacitaciones”, asegura el director.
Para Bertamoni, no hay “un camino ideal” que esperan que los egresados de Potrero sigan. Para él, dar una oportunidad es mostrarles o permitirles caminar por un camino al que solos, por el contexto en el que viven, no hubieran podido llegar: “Para estos chicos, egresar y conseguir un trabajo es como pasar de estar caminando en la oscuridad y poder ver apenas unos metros o centímetros adelante, a que se prendan unos reflectores gigantes que hagan que todo se ilumine y pueden proyectar hasta un kilómetro de distancia. Significa pasar de un modo de vida basado en la escasez y la supervivencia a uno basado en la abundancia y en la visión de futuro”.
Más información
Potrero Digital es una red de centros de aprendizaje de oficios digitales que brinda formación gratuita a personas con barreras socioeconómicas
¿Querés ofrecer una oportunidad de empleo?
- Si trabajás en recursos humanos, tenés un comercio o sos emprendedor o empresario, podés emplear a un joven egresado de Forge, una fundación que trabaja por la inserción laboral de jóvenes vulnerables.
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