
Vivir un tiempo inolvidable
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Empieza el verano y desde muchos sectores se nos abruma con consignas de "diversión": en qué emplear el tiempo libre, cómo disfrutar de las vacaciones, cómo empezar un corto romance, cuáles son los lugares de moda para ir a comer, a bailar, incluso a jugar (casinos, bingos, etc). Como si fuera necesario "llenar" con cosas más o menos pasatistas nuestro tiempo sin trabajo, sin escuela, sin las obligaciones habituales.
Sin embargo, poco se insiste en estas propuestas de verano en un aspecto muy importante: el de compartirlo con la familia. En efecto, sin tareas urgentes por cumplir, es el momento preciso y preciado para que los padres y los hijos puedan dedicarse a estar juntos, pero de otra manera. Gozando del placer de salir a pasear por la ciudad, de ir a la plaza a los jueguitos o, simplemente, de estar en casa, conversando o hasta cocinando algo especial, y con la TV apagada, para que las risas fingidas y las apelaciones estentóreas a la diversión impostada no nos distraigan de una ocupación mucho más placentera: estar con nosotros mismos y con los seres queridos.
Hay un tiempo para todo, se dice en la Biblia, y este momento del verano y de las vacaciones puede transformarse realmente en algo inolvidable, cuando el diálogo y hasta el juego establecen, o vuelven a establecer, esos vínculos de afecto profundos que existen entre los miembros de una familia (padres e hijos, hermanos, nietos y abuelos), o entre amigos o compañeros de escuela.
Por supuesto, esto no significa desconocer que estas mismas relaciones potentes y positivas pueden darse todo el año; pero ocurre que este tiempo de mayor flexibilidad (no hay que levantarse tan temprano, no hay que vestirse formalmente, no hay que correr para tomar un medio de transporte) permite, entre risas y bromas y el placer de estar juntos, tratar temas muy serios de la mejor manera posible: buscando ponerse de acuerdo en algo.
La sociedad argentina vive hoy una profunda crisis social, con ejemplos innumerables que nos mantienen en un estado de crispación casi permanente. Por ello, porque toda oportunidad que se nos presente es vital para buscar el consenso, es tan importante aprovechar nuestro tiempo para reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos formar, no sólo para nuestros hijos y familiares más cercanos, sino también para todos aquellos a los que llamamos compatriotas y con los cuales tenemos en común la construcción de un país.
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