Patricia llevaba meses viviendo en la calle cuando, con el ánimo por el piso, decidió cruzar la puerta de Rivera 279, la sede de Cáritas Diocesana de Lomas de Zamora. Era sábado y, al igual que cada fin de semana, funcionaban aceitados los engranajes de Comunidad Duchas, una iniciativa que recibe a más de 30 personas que buscan un lugar donde asearse, desayunar y compartir un rato. Un año después de aquel día y en plena emergencia por el COVID-19, Patricia es hoy una de las voluntarias de ese espacio, al que acuden personas que, como le ocurrió a ella, están excluidas de todo: hombres y mujeres para quienes respetar la cuarentena, el distanciamiento social y las medidas de higiene parece imposible. Al mediodía y a la noche, ella les prepara y reparte viandas en la puerta de la catedral de Lomas.
Todavía recuerda el momento en que llegó a la puerta de la organización y una voluntaria la miró a los ojos y la saludó con un beso en el cachete. Ese primer baño de dignidad, que antecedió al del agua caliente, fue un recordatorio de todo lo que la calle le había arrancado. "En ese momento, pensé: ‘Me tratan así por ser la primera vez’. Pero seguí yendo y me di cuenta que ese mismo trato lo recibía toda la gente", cuenta Patricia, cuya voz, por su potencia y claridad, recuerda a la de una locutora.
Desde hace una semana, además, todas las noches cocina en la Hospedería Nuestra Señora del Valle, que depende de Cáritas y abrió sus puertas el 26 de marzo para dar refugio a adultos mayores con problemáticas de salud, los más vulnerables ante la pandemia. Patricia, de 36 años y mamá de cuatro hijos, no lo dudó en sumarse: "Obviamente que esta situación me asusta. Pero tomo todos los recaudos de higiene que corresponden. Mi hija mayor me preguntaba por qué sigo con esto y le digo que porque así lo siento, porque lo considero una vocación y creo que es lo correcto".
Obviamente que esta situación me asusta. Pero tomo todos los recaudos de higiene que corresponden. Lo considero una vocación
Según un censo realizado el año pasado por el colectivo Bondi Sur –que integran Cáritas y Fundación Sí, entre otras organizaciones sociales–, en Lomas de Zamora y Lanús se registraron 1024 personas en situación de calle, entre las cuales 252 señalaron tener problemas de salud, como respiratorios o cardíacos, y 477 eran chicos y chicas.
"Sabemos que es un subregistro, porque hay gente que quedó afuera. Con el colectivo creamos una red de alertas y estamos todos muy pendientes para brindar asistencia", explica Laura Recabarra, trabajadora social y directora de Cáritas Lomas de Zamora.
Patricia afirma que quienes viven a la intemperie no son ajenos a la realidad de la pandemia y que están preocupados. "La mayoría, lo primero que hace a la mañana es salir a buscar alcohol. Se manejan en grupos reducidos porque no quieren ni contagiarse ni ser ellos un factor de contagio. Muchas veces, nos piden barbijos o guantes", dice la voluntaria.
La diócesis de Lomas de Zamora abarca los municipios de San Vicente, Presidente Perón, Almirante Brown, Ezeiza, Echeverría y Lomas. "Los seis son sumamente poblados y con altos incide de pobreza estructural. Hay un montón de vulnerabilidades que en esta emergencia del COVID-19 se ponen aún más en evidencia", subraya Recabarra. En los últimos días, los pedidos de ayuda se triplicaron. Por día, la trabajadora social recibe más de 1000 mensajes a su celular de gente pidiendo ayudar alimentaria o asistencia médica, por ejemplo.
Hay un montón de vulnerabilidades que en esta emergencia del COVID-19 se ponen aún más en evidencia
Cáritas Lomas abarca la labor de una 62 parroquias y 170 comedores, centros de días y organizaciones a las que apoyan y acompañan con asistencia alimentaria. Además, tienen programa de educación, primera infancia y proyectos comunitarios; hogares de niños, ancianos y centros para personas con discapacidad. De alguna manera u otra, asisten a más de 200.000 personas y trabajan de forma articulada con los gobiernos municipales y la Nación.
Por el coronavirus, se tomaron acciones puntuales, por ejemplo, los clubes barriales abrieron sus puertas para que personas en situación de calle pudieran cumplir allí con la cuarentena. Sobre la Hospedería Nuestra Señora del Valle, Recabarra explica que vino a dar respuesta a esa demanda creciente de gente que pedía ayuda porque no tenía un techo bajo el cual cumplir con el aislamiento obligatorio. "Priorizamos el ingreso de adultos mayores o en situación sanitaria de riesgo. Algunos dormían en guardias de hospitales y ya los había echado la policía", cuenta Recabarra. Y agrega: "El municipio nos aportó los colchones, alimentos en seco y fumigaron, porque en la zona hay dengue. Además, articulamos con Defensa Civil y Cruz Roja que están capacitando para el pico sanitario. Estamos buscando voluntarios por proximidad y que sean jóvenes".
Vivir en los márgenes
Patricia nació en Avellaneda y se crió en la ciudad de Buenos Aires. Hace ocho años, cuando se juntó con su expareja, se mudó a la zona sur del conurbano. Escapando de ese marido violento, quedó en la calle. No era la primera vez. A los 13, se había ido de la casa que compartía con su familia, también huyendo del abuso. "La primera vez en la calle fue terrorífica. Estuve varios meses sin bañarme. No entendía nada. No sabía para dónde correr. Me acuerdo que empecé a avivarme de los lugares donde se daba leche o se podía almorzar", recuerda Patricia.
La calle siempre es dura. "Mide con la misma vara a todos: hombres, mujeres, chicos y grandes. Es muy angustiante, desesperante. Lo doloroso es cuando te adaptás: eso es lo que no debería pasar nunca –resume Patricia–. Porque encima de todo, uno cuenta con las miradas despectivas de la gente al pasar y eso duele. Te encontras con las dos caras de la moneda: mucha gente solidaria y poca humanidad".
La calle siempre es dura. Mide con la misma vara a todos: hombres, mujeres, chicos y grandes. Es muy angustiante, desesperante.
Llegó a Cáritas cuando se separó de su marido. "Fue una relación muy traumática, tóxica. Sufría violencia psicológica y física, que para mí era normal. Cuando nos separamos, caí en un pozo depresivo, sin trabajo, sin nada. Empecé a salir a pedir, a caminar la calle, a revolver los tachos de basura, hasta que a través del boca en boca me enteré de Comunidad Duchas", detalla.
El "cariño sincero" con que la recibieron en Cáritas fue tan imprevisto que primero la dejó sin palabras. Le sirvieron el desayuno y le preguntaron por su historia. Ella contó que iba a tener unas entrevistas de trabajo y no tenía qué ponerse. Dos voluntarias la llevaron a la ropería y le dijeron: ‘Elegí’. Cuando vio que había una camisa de vestir, pantalones y zapatos, se quedó helada. A los voluntarios les dijo que, si le iba bien en la entrevista y la tomaban, ella quería volver para ayudar. Y cumplió. Cuando tiempo después, un recorte de personal de la empresa en la que era administrativa la dejó sin trabajo, siguió yendo a colaborar a Cáritas. Ese compromiso se mantiene hasta el día de hoy. "Llegué a las duchas la primera vez en una situación deplorable y el voluntariado me llenó, es hermoso", asegura Patricia.
Empezó cocinando los sábados después de las duchas. Hoy, lo hace de lunes a lunes, mediodía y noche, para entre diez y 30 personas por día. "La mayor parte de los insumos nos los da Cáritas y también pedimos ayuda en los comercios del barrio. Improvisamos y generalmente salen buenas comidas", dice Patricia. Sus días empiezan a las 5.30. Después de los mates y de ocupase de los chicos, los deja a cargo de la mayor, que tiene 19 años. A las 11.30, sale a recorrer los negocios de la zona en búsqueda de donaciones para cocinar. Ahora, en cuarentena, Cáritas le gestionó un permiso para circular. Cocina en su casa y Roberto, un amigo, la ayuda a cargar las bolsas hasta la plaza de la catedral, donde entregan la comida y hacen un seguimiento caso por caso de las personas a las que asisten.
Después de una ducha, se va a la Hospedería Nuestra Señora del Valle a preparar la comida de la noche antes de hacer la segunda ronda de recorridos por los negocios. Finalmente, deja lista la cena para quienes viven en la calle y se acuesta a eso de la una de la madrugada.
Patricia sigue todas las recomendaciones para prevenirse del COVID-19 y para cuidar al resto. Usa barbijo, se lava las manos constantemente y desinfecta con alcohol y lavandina todo lo que usa para cocinar. Además, respeta la distancia con las personas con las que interactúa.
"Tomo todos los recaudos necesarios porque soy consciente. Pienso en el futuro, en las generaciones que vienen", dice. Cuando era una adolescente y vivía en la calle, dormía con otros jóvenes y buscaban cuidarse entre todos. A veces en Parque Rivadavia, en Caballito; otras, debajo de un puente en Villa Luro o en un vagón de tren que se convertía en un depósito de chicos y chicas privados de todo, vulnerados en cada uno de sus derechos.
"Lo más doloroso de esos años era no poder conseguir trabajo y mimetizarme con el paisaje. Ver cómo muchos fueron muriendo por las drogas duras", recuerda. Hoy, busca ser un ejemplo para las personas que acompaña. "Estando en la calle uno toma tantos ejemplos de cosas malas, que es bueno tener un referente positivo. Nadie puede salir adelante estando solo, siempre se necesita apoyo. Lo lindo es cuando con esa ayuda se abre algo más que una puerta, se empieza a enriquecer el alma. Esto me brindó esta comunidad: la oportunidad de crecer como persona", asegura la voluntaria.
Patricia terminó el secundario y le gustaría ir a la universidad, estudiar psicología social o filosofía. Pero su prioridad hoy es encontrar un trabajo en blanco y seguir con su misión como voluntaria. Actualmente, su familia se sostiene con la ayuda en mercadería y alimentos que le ofrecen desde Cáritas. "Me encantaría volver a trabajar como administrativa. Tengo mucha experiencia en el sector de la salud, pero me animaría a probar cosas nuevas", sueña. Y concluye: "Se siente muy lindo poder ayudar. No quiero pecar de soberbia, pero siento orgullo de estar con esta comunidad y tirar todos para el mismo lado. No puedo pedir más".
Cómo colaborar
- Cáritas Diocesana Lomas de Zamora: el parador Descanso del Peregrino, en Burzaco, aloja a 14 adultos en situación de calle y la Hospedería Nuestra Señora del Valle, a adultos mayores y personas que pertenecen a grupos de riesgo. Además, Comunidad Duchas recibe todos los sábados a más de 30 personas que van a bañarse y a más de 40 que desayunan. Necesitan donaciones para comprar artículos de higiene personal y alimentos. Por otro lado, convocan voluntarios, especialmente jóvenes. Datos de la cuenta: Caritas Diocesana Lomas de Zamora, CBU: 0140023601506805037388. Hay que enviar un mail a comision@caritaslomas.org.ar, con el detalle de importe y aclarar que es una donación para la Hospedería Descanso del Peregrino, para la de Nuestra Señora del Valle o para cenas de personas en situación de calle. Quienes deseen colaborar con Patricia o sumarse como voluntarios, pueden escribir al mismo mail.
- Gracias a una campaña iniciada el 19 de marzo por Cáritas Argentina en todo el país, ya se concretó la entrega de más de 3000 kits con elementos esenciales para la prevención del coronavirus, como lavandina, alcohol, jabón y repelente de insectos destinado a las zonas con dengue. Actualmente, la campaña continúa para sumar a los artículos de limpieza la compra de alimentos de primera necesidad, que serán distribuidos en bolsones entre las familias con necesidades más urgentes. El aporte sugerido para la preparación de estos bolsones es de 1100 pesos, donación que se convertirá en kits con azúcar, leche, yerba, fideos, arroz, polenta, aceite, extracto de tomate, harina, lavandina, detergente, jabón blanco, entre otros. Para colaborar, ingresar en www.caritas.org.ar/emergencia o a través de la cuenta bancaria habilitada para tal fin: Cuenta Corriente Banco Nación Nº 35869/51, Sucursal Plaza de Mayo, CBU 01105995-20000035869519.
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