Andrés Hatum: “Los lazos familiares determinan tu vida. Hay que estar dispuesto a romperlos para encontrar tu propia identidad”
El experto en management se atrevió a correrse del perfil académico y de sus libros de liderazgo para escribir su primera novela, “Hasta la próxima orilla”, que entrelaza la memoria familiar y las pérdidas con la búsqueda de identidad
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Puntual y profesional, Andrés Hatum llega a la cita a la hora acordada y se dispone a la sesión fotográfica con la soltura de quien ya lo ha hecho varias veces. Lejos del personaje académico y lejano que uno podría imaginar, Hatum se muestra accesible y dado a la charla. Graduado en Ciencias Políticas en 1993, es PhD de Warwick Business School de Inglaterra. Su doctorado es en Management and Organization.
Prolífico autor de libros y de artículos sobre su especialidad, acaba de publicar su primera novela, Hasta la próxima orilla. En sus páginas, el autor reconoce un viaje íntimo, “donde la memoria familiar, los silencios y la búsqueda de identidad se entrelazan con el amor, la migración y la pertenencia”. Hoy, entonces, asegura que en él “conviven tres perfiles: el académico, el autor de libros para todos y otro Andrés que es el más intimista de las novelas”.
Respecto a su faceta académica, dice: “Tengo cinco libros académicos en Inglaterra, algún ensayo acá, y tuve una etapa de muchos papers. De hecho, ahora publiqué un libro en Inglaterra (Organisational Flexibility in an Age of Chaos) que es sobre flexibilidad organizacional, con la editorial Routledge, pero que no es para la Argentina, es otro público”. En un lenguaje más claro y masivo, este año publicó Mejor no hablar de ciertas cosas y, el año último, Desactivar la bomba.
–¿Cómo llega a vos la novela?
–Siempre trato de explorar el costado creativo en el aula, pedagógicamente, y a través de la escritura. Siempre hago algún taller de algo distinto para descansar la mente, para que la inteligencia se divierta. En el 2012 empecé a hacer talleres con Ana María Bovo de pensamiento narrador, que es contar historias. Esas historias quedaron acopiadas, y en 2018/2019 empecé a hacer talleres literarios con Silvia Itkin y con Luis Mey. Ahí empecé a escribir las novelas. En los talleres te pedían un capítulo por semana. Te daban feedback y, según ese feedback, iba reescribiendo. Así escribí tres novelas, y ahora ve la luz la primera con la editorial Letras del Sur. Las novelas, a diferencia de los libros de management, me llevan muchísimo más tiempo.
–¿Cómo te resultó la experiencia?
–Es un ejercicio de mucha humildad para alguien que escribió mucho, salir y que te hagan pelota y que te digan, “no, flaco, esto no”, que vos venís de otro palo. Yo sé escribir, pero esto es una escritura diferente.
–Escritor prolífico, ¿sos un lector voraz también?
–Mucho, me gusta leer muchas cosas: literatura en inglés, generalmente de todo lo que es mi laburo. Me gusta todo lo que tiene que ver con la historia del trabajo, la historia del dinero, la historia de la historia, son ensayos. Ahora estoy leyendo Range, que es un libro sobre si tenés que ser generalista o especialista en el mundo del trabajo. Y a la noche leo novelas, amo las novelas, las policiales en el verano en la playa y las más intimistas durante el año. Por ejemplo, leí a Agustina Bazterrica con Cadáver exquisito”, a Agustina Caride con Donde retumba el silencio.
–Ahora volvemos a tu novela, ¿cómo surgió el personaje de Andrés?
–Uno es lo que escribe siempre. Yo creo que, por ejemplo, en mi novela, todo ese mundo de olores, sabores, colores, no podrían haber sido escritos por alguien que no vivió esos olores, esos sabores, esa inmigración. Entonces, hay mucho de eso, de que yo viví esos olores y sabores y costumbres. Después, los personajes tienen que ver con una realidad que yo quería contar.

–Los lugares también se ven como muy vividos.
–Sí, las comidas que aparecen, vos las podés oler y eso es porque yo lo olí. Después le ponés la impronta del personaje que tiene que sentir y vivir algo particular, y vos hablás por el personaje. Vos dejás que el personaje hable.
–Los distintos personajes que se cruzan vienen de distintos niveles sociales, de distintas culturas.
–Son como estratos. La novela es como una cebolla que vas abriendo y van saliendo personas distintas que van cambiando de vida. Pero en el fondo todos hablan de algo que es una soledad que va rondando al protagonista.
–¿Qué pasa con los lazos familiares?
–Hay mucho de cómo los lazos familiares determinan tu vida. Y hay mucho de cuando vos estás dispuesto a romper con eso para encontrar tu propia identidad.
–¿Qué fue lo más difícil de experimentar con este nuevo género?
–Encontrar la voz de los personajes que no sea mi voz. Porque en los libros de management soy muy yo. Yo soy sarcástico, tengo esa cosa que aprendí en Inglaterra, la ironía. Y entonces llevo eso a la organización y la gente lo disfruta. De hecho, Desactivar la bomba, que es una historia de una oficina espantosa, es muy llevada al extremo. En la novela, encontrar la voz del personaje y dejar que el personaje hable por sí mismo y que no sea yo, eso fue lo más difícil. Fue un proceso mío de aprendizaje.
Cuando Andrés Hatum se graduó en Ciencias Políticas no se hablaba como hoy de management, de organizaciones ni de liderazgo, temas en los que se formó y que en la actualidad trata con autoridad.
–¿Cómo se dio en aquel momento viajar y hacer un doctorado en Management and Organization a Inglaterra?
–Yo quería ser profesor de Historia y de francés, y me anoté para hacer el profesorado. Mi padre casi se muere. En el último año de mi secundaria ayudaba a mi mamá en un bar que tenía en Lavalle y Florida. Laburaba con ella a la mañana y a la tarde iba al colegio. Una señora me preguntó qué iba a estudiar y yo dije, muy orgulloso, Historia y francés. Y la señora me dijo, “te vas a cagar de hambre. En francés te lo digo”.
–¿Entonces?
–Y entonces tuve que repensarme. Y encontré en Ciencias Políticas una carrera que tenía mucha Historia, mucha geografía, mucha historia de las ideas. Pensé, va por acá, porque diplomacia podía ser algo que me interesaba. Hice la carrera que da una cultura general muy linda, con una especialidad en relaciones internacionales. Y empecé a laburar en el Estado. ¿Para qué? Dije, esto no es para mí. Se me fueron las ideas de la diplomacia, del Estado, y me fui.

–¿Hubo que reconvertirse de nuevo?
–Sí, y empecé a hacer un MBA y a meterme en temas de negocios desde entonces. Después me quedé laburando ya como profesor. Pero, claro, para poder ser un profesor a nivel internacional, si no tenés doctorado, no existís.
–¿Y querías vivir afuera?
–En realidad quería profesionalizar más la disciplina de ser profesor. Y me fui a hacer el doctorado a Inglaterra. Apliqué en varios lugares y me aceptaron allí. Yo iba sin hablar bien inglés, sin saber la cultura inglesa, con mi familia recién iniciada. La verdad es que fueron varios doctorados que tuve que hacer.
Ya de vuelta en Buenos Aires, continuó su actividad como profesor. Para entonces ya daba también clases en España y en Holanda. Hoy, desde hace diez años es profesor en Management y Organización en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella.
–¿Cómo fue esa vuelta a Buenos Aires?
–Me recibí en 2002 y la Argentina era un caos. Yo vivía en Esmeralda y Tucumán. Un día no pude entrar a mi departamento porque los piqueteros habían incendiado todo alrededor. Y me agarró un estrés enorme. Pero bueno, queríamos volver y avanzar, tener nuestra familia acá. Fue muy difícil.
–Habrá sido fuerte el cambio…
–La verdad es que fueron unos años complejos. Yo allá vivía en la campiña inglesa. O sea que lo que tenía era ovejitas, el río Avon... Y acá era un quilombo mayúsculo. Fue un estresazo.
–Cuando llegaste, ¿qué hiciste?
–Arranqué a dar clases y con consultoría en empresas. Además, seguí mis investigaciones porque seguí publicando. Tengo muchos libros publicados.
–¿En qué año comenzaste a publicar?
–Mi primer libro es de 2004. Así que hace 21 años que publico, ya tengo una veintena de libros escritos.
–¿Cómo conviven el costado académico que tenés fuerte con el otro costado de divulgación, a través de tus publicaciones, que tienen un lenguaje que llega y unos títulos gancheros?
–Mi editora siempre me dijo, tus títulos son bárbaros, pero los edito yo. Me los filtran. Yo empecé escribiendo de forma académica en Inglaterra, en editoriales muy buenas allá, pero para el mundo académico. Un día me llama Silvia Itkin, que era editora en Penguin Random House, y me dice “te vimos en la tele con Soledad Di Luca”, que también era editora en Penguin, “y nos gusta tu perfil para que escribas un libro, pero ATP” (Apto Todo Público). Me dijo “hablás de los malos líderes, pero no tenés nada escrito sobre eso, y me parece que es un tema para el público”. Lo tomé como un desafío.
–¿Cuándo fue eso?
–En 2017. Ya se hablaba mucho de liderazgo. Pero le di una vuelta al hablar del mal liderazgo, porque todos los libros que encontrás son sobre cómo ser el buen líder. El buen líder escucha, es empático. Yo me propuse tratar de ver el lado oscuro del liderazgo, y ahí salió el primer libro de estos ATP, que se llama El Antilíder, y fue una saga: El Antilíder, Infierno y Desactivar la bomba. Son los tres libros que tengo sobre el liderazgo de costados distintos, pero siempre hablando de la maldad que hay detrás de ciertas personas que nos hacen la vida imposible.
–¿Te sentís más cómodo con los temas de liderazgo o con las novelas?
–Disfruto todo lo que sea escrito. A mí me pones una resma de papel y una lapicera de pluma, por supuesto, y soy feliz. Empiezo a escribir y a diagramar. Pero esto de encontrar la voz del personaje me encantó. Tengo otra novela que escribí de una mujer de origen inglés y encontrarle la voz a ella me fue muy difícil porque me salió un insulto, me salió un sarcasmo, y no era yo, era ella. Ella era más fina, era más comedida, pero en una olla a presión.
–Le agarraste el gustito a la novela. ¿Vas a seguir?
–Sí, voy a seguir. Ahora tengo dos novelas más y dos cuentos cortos de situaciones que voy viendo. Son pequeños relatos de personas que se cruzan en la vida o en un café, se me ocurren relatos y los escribo. Algún día saldrá algún libro de relatos, pero me falta mucho.
–Mejor no hablar de ciertas cosas toca el tema de la política dentro de las empresas. ¿En general, los que llegan tienen unas personalidades medio psicópatas o narcisistas?
–El nivel de psicopatía en la sociedad es del 1%, dicen los expertos; en las organizaciones es del 3%, tres veces más. Y cuanto vas más arriba, peor es. Arriba hay mucho porcentaje de egocentrismo, narcisismo y psicopatía. Y yo laburo mucho con ese tema y me gusta mucho.
–¿Qué pasa adentro de las empresas?
–El libro habla sobre lo hipócrita que terminamos siendo en el laburo, que nunca decimos lo que es y jugamos el juego. Y en realidad somos nada. La organización después te borra de un plumazo. Yo soy muy duro con los jefes.
–¿Tenés algún proyecto en camino que puedas adelantar?
–Estoy con una idea divertida sobre cómo manejar jefes de mierda, jefes basura. En Inglaterra firmé contrato para publicar Office Politics con un coautor que es Eugenio Marchiori. Y estoy preparando otro libro con él sobre Shakespeare on leadership, también en inglés. Pero eso nos va a llevar un poco más de tiempo.
–¿Qué tiene que ver Shakespeare con liderazgo?
–Tomamos cuatro o cinco obras donde hay enseñanzas para los líderes que son maravillosas. Pero estamos desgranando a Shakespeare y nos lleva tiempo.
Las investigaciones de Andrés Hatum, en general, se centran en la flexibilidad en organizaciones, cambio organizacional, gestión de talento, desarrollo de carrera y creatividad organizacional. En este diario tiene una columna. “Mis artículos en LA NACION son sobre el jefechotismo, el jefe que es malo. También hay colaboradores que son malos y empleados que son horribles. Hay un mundo organizacional y el lado B es horrible”. Aclara que no hay que generalizar y destaca que hay también gente muy buena en la cima de las organizaciones.
–¿Estaría bueno enseñar liderazgo en la facultad?
–Sería interesante ver cómo hacer para que los chicos vivan situaciones de liderazgo. Que vivan las situaciones complejas con prácticas, con algo que los haga salir de la zona de confort. Yo trato de hacer eso en clase. Trato de jugar con los role playing, con actores, con sorpresas, con obras de teatro, sacarlos a la calle a hacer actividades para que vayan a la incertidumbre total y digan, ¿y ahora qué hago?
–¿Sería para ver cómo manejar ciertas situaciones?
–No cómo liderar, sino cómo manejar ciertos personajes. Situaciones complejas e incertidumbres que hoy están en todos lados. A los alumnos los llevo a extremos de decir, ahora tenés a este hijo de puta y tenés que ver qué hacer con él. Decís, ¿cómo manejás a este pibe? Y es muy difícil.
Mercado Libre, YPF, Siemens, Repsol de España, Coca Cola, Bagó, Nestlé… La lista de empresas que contrataron a Andrés Hatum como consultor en temas de management y de organización sigue. En ellas brinda asesoría, “me siento en los comités directivos para trabajar con el CEO o los accionistas y los directivos”. ¿Qué es lo que más le preocupa de los líderes? Que estén con las competencias dispuestas para los desafíos futuros que tienen. “Muchas empresas, a veces, vienen con equipos de liderazgo de muchos años, que no se han actualizado. Entonces ahí el desafío es ponerse a tono en herramientas técnicas y competencias directivas más modernas”, asegura.
–¿Qué consejo le darías a un profesional que está iniciándose en el mundo corporativo?
–Voy a dar un paso atrás. Te diría lo que le voy a recomendar a un joven: que estudie porque en TikTok muchos te muestran idiotas. Esto me gustaría que lo digas, hay idiotas que te muestran cómo se hacen millonarios en dos minutos haciendo un curso de caca. Se están equivocando de acá a la China porque la universidad a esa edad formatea el cerebro. Como me pasó a mí, yo no hago nada de Ciencias Políticas, pero a mí me formateó el cerebro porque me permitió el primer paso para poder seguir consolidándome como profesional. Entonces, los alentaría a estudiar y después, cuando ya están en la vida corporativa, entender sobre su identidad profesional.
–¿Eso qué significa?
–Es entender quién sos y quién querés ser. Está bien cambiar los primeros diez años de laburo para poder entender qué te gusta. Pero va a haber un momento en el que van a tener que dejar de cambiar porque encontraron un área funcional que les gusta o porque hay una industria que les interesa. No decir, “no me gusta, me cambio” porque sos un malcriado. Hay que pensar esos cambios inteligentemente. Y entender que hay una edad después que, si uno no tiene tres años de experiencia, los headhunters no lo van a mirar mucho. Hay un inicio de carrera cuando uno puede cambiar y después hay que entender que hay que poder laburar para generar algo que se pueda explicar en una entrevista laboral.
–¿Cómo se obtiene una identidad profesional?
–Para tener identidad profesional –entender quién sos, a dónde querés ir– hay que pedir ayuda, elegir mentores internos y externos en la organización, mostrarse en la organización, participar en proyectos y mostrarse afuera en el mercado participando en eventos, asociaciones. Esto sirve también para poder entender qué está pasando. Y seguir estudiando, siempre, seguir estudiando, es lo mejor que pueden hacer en la vida.
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