El testimonio de una sobreviviente de la bomba atómica de Hiroshima: “El olor a gente quemada aún persiste en mí”
En exclusiva, Teruko Yahata recuerda lo vivido antes de su llegada a Buenos Aires para acompañar una histórica exposición. Como sobreviviente alza la voz con un mensaje de paz , promueve el desarme nuclear y busca concientizar sobre los horrores de la guerra
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El 6 de agosto de 1945, a las 8.15, se desató el infierno sobre Hiroshima. El Enola Gay, un bombardero B-29 estadounidense liberó a unos 9,5 km de altura a Little Boy, la primera bomba atómica. Explotó en el aire, a 600 metros del suelo. Se estima que instantáneamente la temperatura se elevó a más de un millón de grados centígrados, lo que incendió el aire circundante, creando una bola de fuego de 256 metros de diámetro aproximadamente. Decenas de miles de personas fallecieron.
Teruko Yahata tenía 8 años cuando ese lunes su vida cambió por completo. Hoy alza la voz por la paz como sobreviviente, promueve el desarme nuclear y busca concientizar sobre los horrores de la guerra. Yahata llegará a Buenos Aires para acompañar la Exposición sobre las bombas atómicas y la paz de Hiroshima y Nagasaki. Hacia los 80 años desde el bombardeo, que inaugurará el próximo miércoles en el ex CCK. Es la primera muestra de este tipo que se desarrollará en un país hispanoparlante de Latinoamérica, tras una edición en Brasil, en 2008.
“Antes de las 8.15 AM éramos ocho personas en casa: mi bisabuela, mi abuela, mis padres, mi hermana mayor, dos hermanos menores y yo –recuerda en exclusiva para LA NACION Teruko Yahata–. Desayuné un poco tarde debido al cansancio que tenía por nadar en la playa con mi familia el día anterior. No estaba segura de si la advertencia que había estado en vigor desde temprano en la mañana había sido levantada, así que dije: ‘¡Bueno, iré a preguntarle a Tetsu-chan, el vecino!’ y bajé al patio trasero”.
A las 8.15 de esa mañana el cielo relampagueó “de un color azul y blanco -dice-. Si tuviera que describirlo ahora, sería como si todo el cielo se hubiera convertido en una gigante luz fluorescente. Sorprendida, me tapé la cara con los dedos (recrea: tres dedos para los ojos, el pulgar para las orejas, el meñique para la nariz) y traté de tumbarme en el suelo, tal como había practicado en la escuela, pero me desmayé y perdí la consciencia”.
“Cuando escuché el grito de mi madre: ‘¡Todos, reúnanse aquí!’, fui lanzada de 5 a 6 metros desde el patio trasero, a través del pasillo y la sala de 8 tatamis, hasta la puerta principal, y me quedé agachada junto al escritorio. Me dolía mucho la cabeza. Cuando traté de salir arrastrándome, confiando en la voz de mi madre, a mi alrededor quedaban los muros de barro destruidos y me veía cubierta de una espesa nube de polvo. Mi padre subió corriendo las escaleras derruidas y bajó cargando a mi bisabuela, que había sido arrastrada a un rincón de la habitación después de que el techo del segundo piso se hubiera desprendido. Mi madre sacó un gran acolchado del armario, lo extendió sobre la familia reunida y dijo con firmeza y con voz desgarradora: ‘¡Muramos todos juntos! Todos juntos’. Pensó que, si llegaba una segunda o tercera bomba, no llegaríamos a sobrevivir”.
–¿Qué imagen, sentimiento aparece cuando piensa en ese día?
–La calidez de la familia en ese momento, con el acolchado sobre la cabeza y los hombros bien pegados. Ese vínculo familiar que sentí en el corazón cuando era niña. Al mismo tiempo, lo que me viene a la mente son los “Hibakusha” [sobrevivientes de la bomba atómica] con el pelo erizado, gravemente quemados y la piel expuesta colgando de las yemas de sus dedos como trapos mientras huían. También aparece en mi mente la escena que vi en la sala de primeros auxilios de la escuela: el patio de la escuela se había transformado en un crematorio, y el sol de verano golpeaba las llamas ardientes, generando un aire caliente que surgía de entre las llamas produciendo un espejismo de figuras oscilantes con las personas que trabajaban allí en silencio. El olor a gente quemada aún persiste en mis cinco sentidos.
Cuando la explosión arrastró a Teruko Yahata le dejó una cicatriz en la frente (a la altura de la línea del cabello): “Una cicatriz que parece haber sido estampada con un sello”, reconoce la mujer de 87 años que nació en Osaka y cuya vida es símbolo de uno de los hechos más atroces de la humanidad.
–¿Qué pasó después con usted y su familia? ¿Fueron evacuados?
–Sí, después del bombardeo fui evacuada durante tres meses en la casa de un familiar en Koiue-machi, a unos 4 km del hipocentro. Surgió un rumor: “No crecerán plantas en Hiroshima durante 75 años”, por lo que mi padre decidió quedarse para reconstruir su empresa en la ciudad, mientras que la familia se mudó a la ciudad de Hikari, prefectura de Yamaguchi, bendecida con montañas y mar, viviendo allí durante cinco años. Escuché que para aquel entonces mucha gente construía barracas y vivía en barrios marginales ya que el daño de la radiación se mantenía aún oculto.
–Hay informes que aseguran que las heridas físicas y el temor a que los efectos de la radiación fueran contagiosos llevaron a que muchas personas fueran discriminadas.
–En la escuela, las personas con cicatrices de quemaduras que se convertían en queloides [cicatriz engrosada y elevada] eran discriminadas y llamadas “fantasmas”. Había llegado a oír que “la bomba atómica se transmite y se hereda”. Si bien en Hiroshima la mayoría de las personas éramos sobrevivientes, una vez le dije a alguien en Tokio que yo era una sobreviviente de la bomba atómica y se distanció de mí. El hijo de mi maestro tenía queloides en la cara y las orejas después del bombardeo y, mientras sufría un trauma, fue apoyado por las palabras de su padre: “Conviértete en una persona con un corazón puro” y, aunque hoy ya haya superado los 90 años, aún participa activamente en actividades por la paz.
Uno de sus amigos estuvo expuesto a la bomba atómica mientras visitaba a su abuela en la ciudad. “Él y su hermana mayor sufrieron graves quemaduras y murió al sumergir su cabeza en el agua de protección contra incendios que en ese momento estaba instalada en cada casa frente a la entrada principal. Mi marido estuvo expuesto a la bomba atómica cuando tenía 10 años, y también perdió a sus dos abuelos por parte paterna y materna a causa de la bomba, y todos sus familiares que vivían a 500 metros del hipocentro fueron aniquilados, sin que quedaran ni los huesos”.
–Usted se casó con un sobreviviente. ¿Temió alguna vez por la salud de sus hijos?
–Estaba preocupada cuando di a luz, pero he sido bendecida con dos niñas sanas y ahora tengo seis nietos y seis bisnietos, todos sanos. Se decía que el bombardeo atómico era contagioso o hereditario, pero fueron los fetos los más afectados, dándose casos de bebés con microcefalia y anomalías físicas y mentales.
–¿Qué la motivó a contar su historia?
–Impresionada con la actividad que desarrollaba la sobreviviente Setsuko Thurlow, en 2013 participé del Barco de la Paz “Hibakusha Navegación Testimonial Alrededor del Mundo” que organiza una ONG japonesa. Ofrecí conferencias en los puertos del mundo que este barco tocó. Desde 2019 participo de las actividades del Centro Cultural de la Paz de Hiroshima como testigo.
–Con el correr de los años, se perdió la dimensión de lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki. ¿Qué reflexión se permite?
–Las personas del mundo aún no comprenden completamente lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki. Se debe saber lo que ocurrió, de no saberlo, se volverá a cometer el mismo error. Es imposible resolver conflictos con las armas. La escalada del uso de armas hace que el odio llame a más odio. Me preocupa pensar que el mundo entero pueda transformarse en la Hiroshima de aquel día. Un estadounidense que escuchó mi testimonio dijo: “Tenemos una pistola porque hay gente que tiene pistolas. Es igual que la teoría de la disuasión nuclear”. Es un pensamiento sin salida.
A Teruko Yahata -quien ofrecerá dos conferencias testimoniales en la Argentina (el miércoles 2 de octubre, a las 18.30 en la Sala Federal, del 6to piso, en el CCK y el jueves, también a las 18.30 en el Salón Auditorio - Anexo A, H. Cámara de Diputados de la Nación, Av. Rivadavia1841. Entrada gratuita con inscripción previa aquí)- le preocupa que la producción y la tenencia de estas armas nucleares inhumanas serán usadas en algún momento, o serán accionadas accidentalmente y provocarán la ruina de la humanidad.
“Deseo transmitir que vivimos en la misma Tierra y en la misma era (que nunca se repetirá), y por ello debemos vivir juntos en paz. Estoy segura de que podemos entendernos porque somos personas que poseemos tanto sentimientos como capacidad de dirigir un país. ¿A quién amas? ¿Qué deseas proteger? Entreguemos a nuestros más queridos y a las siguientes generaciones un mundo hermoso. Como sobreviviente de la bomba atómica, iría ya mismo a decirles eso”.
–Tuvo la oportunidad de viajar para ofrecer su testimonio y dar un claro mensaje de paz. ¿Cuál fue la respuesta?
–Cuando recorrí el mundo en 2013 (Vietnam, Singapur, India, Chipre, Turquía, Grecia, Italia, Francia, Polonia, España, República Dominicana, Jamaica, El Salvador, México, entre otros), quedé impactada por el daño provocado por los herbicidas estadounidenses en Vietnam, o por la gravedad de los perpetradores japoneses en Singapur. Hay quienes piensan que las bombas atómicas pusieron fin a la Guerra del Pacífico. Pero conociendo las historias de cada país, sus guerras internas, conflictos, el terrorismo, la pobreza y la discriminación, he sentido nuevamente lo cruel e insensata que es la guerra. Muchos dijeron haber entendido por primera vez la experiencia y la realidad de las bombas atómicas.
En Hawái, 2024 [visita en ocasión de la firma de Parques Hermanos] Teruko Yahata ofreció su testimonio en Pearl Harbor y en otros lugares. “Aprendimos mutuamente sobre nuestras historias, por un lado el ataque al puerto de Pearl Harbor y por el otro, la bomba atómica. Como lección, intercambiamos opiniones para crear la paz en el futuro. Me han contado que hace 10 años en Pearl Harbor no podíamos ver el buque de guerra Arizona y nos decían “Vuélvanse japoneses”. En esta oportunidad fueron muy amigables. Personalmente me sentí con muchas ganas de pedir perdón.
–¿Qué recuerda de su vida antes de la bomba?
–Recuerdo que mientras mi madre hacía las tareas del hogar, mi padre, mis hermanos y yo salíamos a dar largos paseos persiguiendo el atardecer. Recuerdo las palabras de mi padre señalándonos un campo de arroz radiante de color dorado: “¡Mirá! Los agricultores están trabajando duro para cultivar arroz. Gracias a ellos podemos comer un arroz delicioso”. En los días libres íbamos al Parque Hanshin (parque de diversiones). Siempre que tomábamos café y comíamos panqueques en la cafetería, recuerdo la sonrisa de mi padre llena de amor mientras me preguntaba: “¿Está rico?”. Me parece que las luces de la ciudad de Kobe al anochecer eran de antes de la guerra.
A medida que la situación de la guerra empeoraba, Teruko Yahata y su familia se mudó a la casa de su abuela paterna en Koi-machi (actual Koi-honmachi, distrito Nishi), Hiroshima. “La situación alimentaria también empeoró y las raciones de arroz escasearon, por lo que la sopa de Dango llamada “Suiton” y la de arroz llamada “Zosui”se convirtieron en los alimentos básicos. En la escuela, ya no teníamos los platos de aluminio para el almuerzo escolar (habiendo sido donados al gobierno) y comíamos sopa de miso y otros alimentos en platos de bambú elaborados de modo que los nudos del bambú hacían de base y fondo del plato”.
Cada mañana, después de la reunión matutina, “los estudiantes de último año marchaban mientras cantaban: “Mataré a 100 o 1.000 personas por una sola vida”. (Se les había enseñado cómo matar gente afilando la punta de un bambú largo) y estaban decididos a enfrentarse una batalla decisiva contra el enemigo -asegura-. En ese entonces, no había bombardeos, pero por razones de seguridad impartían clases de a grupos reducidos en un lugar de reunión cerca de mi casa. A menudo cuidaba de mis hermanos menores, que en ese momento tenían 5 y 3 años”.
Como la mayoría de las niñas de esa época: “con mis amigas jugábamos a la casita e imitábamos lo que hacían nuestras madres -rememora-. También nos divertíamos haciendo de cocineras, jugando con muñecas, y jugando al doctor... Cuando sonaba la alarma, cubríamos las luces con paños negros y nos dirigíamos a los refugios antiaéreos. En ese momento, no tenía idea de cómo eran nuestros enemigos señalados como “los brutales Estados Unidos y Gran Bretaña”, y trataba de imaginarme a qué tipo de monstruos se parecían, ya que en esa época no había manera de que pudieran verse a través de una imagen. Cuando hablábamos de la guerra con mi familia, era para expresar nuestro agradecimiento a los soldados que luchaban por nuestro país”.
Organizada por la Secretaría de Cultura del Ministerio de Capital Humano, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, y el ex CCK [también llamado Palacio Libertad], Buenos Aires será sede de la Exposición sobre las bombas atómicas y la paz de Hiroshima y Nagasaki – Hacia los 80 años desde el bombardeo muestra histórica que ya recorrió 58 ciudades de 20 países desde 1995, dedicada a la memoria de los bombardeos atómicos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad, de los que se conmemoran 80 años el próximo año.
Hasta el 3 de noviembre se podrá recorrer la muestra que exhibirá objetos de las víctimas, paneles fotográficos, se proyectarán films que retratan el impacto del horror y se realizarán diversos talleres.
Durante ese mes, los asistentes podrán reflexionar sobre la devastación causada por las bombas atómicas y su impacto en las generaciones futuras, así como la importancia de avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares.
–¿Qué expectativas tiene con la llegada de la muestra a Buenos Aires y las conferencias que brindará?
–Realizar una exposición y dar testimonio sobre el bombardeo en el extranjero es la lección que enseña que lo vivido es igual a la memoria, y que la realidad de lo ocurrido es igual al registro. Ambos son fundamentales para crear la paz del futuro. Es necesario saber la verdad de lo que ocurrió hace 79 años. Al conocer la realidad de las bombas, las personas del mundo sentirán que no solo es algo que sucedió en el pasado, sino que es una amenaza que acecha a escala global y deben movilizarse para eliminarlas. La bandera Argentina es celeste en la parte superior e inferior, simbolizando el cielo y el mar. Asimismo, expresan la justicia, la verdad y la amistad. Me enseñaron que el sol del medio es el “Sol de Mayo”, que simboliza la independencia de España. Expreso mi profundo respeto por la bandera de su país que reúne lo más importante para una persona y ser humano. Deseo poder transmitir a cuantos pueda la crueldad y la tristeza que provoca la bomba atómica.
–¿Llegó a perdonar?
–En una guerra todos son víctimas y victimarios. La Guerra del Pacífico comenzó con la agresión de Japón. Ahora reflexiono sobre la responsabilidad del gobierno japonés que no daba el brazo a torcer y estaba decidió a luchar hasta el último hombre, y pienso que debemos pensar en un futuro de paz superando la tristeza y el odio. La secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, Nakamitsu Izumi, en la Cumbre del Futuro intercambió discusiones sobre cómo mejorar concretamente la calidad de su participación en las decisiones políticas y dijo que dada la división cada vez más profunda del mundo y la expansión militar que se observa, la creatividad de los jóvenes es fundamental. En ocasión del intercambio basado en el convenio de parques hermanos entre el Parque Nacional de Pearl Harbor en Hawái y el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, se organizó una actividad donde cinco jóvenes aprendían sobre la historia del otro, para una comprensión mutua, e intercambiaban opiniones sobre la paz del futuro.
La esperanza se hace eco en cada frase de Teruko Yahata: “En aquel entonces noté una luz de esperanza en su capacidad de comunicación en inglés y de diálogo. Con la educación para la paz desde la escuela primara y los conocimientos de inglés, espero que Japón prepare personas que puedan dialogar más allá de las fronteras. La primera camada del programa “Fundación de Jóvenes Líderes Anti Nucleares”, que defendió el Primer Ministro Fumio Kishida, estaba compuesta por 49 personas de 37 países. Ellos participaron de las actividades que se desarrollaron en Hiroshima y Nagasaki. Con el conocimiento y habilidades adquiridos allí, además de lo que llegaron a sentir en el mismo lugar que ocurrieron los bombardeos, espero que lleguen a ser líderes que apliquen lo aprendido para un futuro más seguro”.
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