El 21 de este mes, aprovechando su cumpleaños, se lanzó la fragancia que lleva su nombre y que aúna emprendimiento comercial y promoción política
El matrimonio Bolsonaro viene desafiando los manuales de comunicación política desde 2018 cuando construyeron un vínculo electoral con la mitad de Brasil, que los acompaña afectivamente desde entonces. Un mercado interesante, al que va dirigido el perfume Jair Bolsonaro, que se lanzó el 21 de marzo, aprovechando su cumpleaños.
El lanzamiento estuvo a cargo de Agustín Fernández, que había presentado con éxito hace un año la línea de belleza MB, de Michelle, la esposa del expresidente. El maquillador en 2018 publicó un video explicando por qué iba a votar a Bolsonaro. Entre tutoriales en que experimentaba con pestañas postizas y labiales de larga duración, Agustín explicó que iba a votar a Bolsonaro a quien no consideraba homofóbico, acusación que le hacían desde el Partido de los Trabajadores. El impacto de ese mensaje fue tal que el candidato liberal quiso conocerlo personalmente. Desde entonces las redes sociales muestran el cariño que se prodigan.
"Si algo define las campañas de Bolsonaro es que no necesitan contratar publicidad porque la prensa y las redes sociales son sus principales promotores. En esta ocasión se suman los perfumistas de las redes, que ya sentenciaron que el perfume de la botella verde-amarela es clon de uno de los más populares de Giorgio Armani. A mitad de precio y con envío gratis con una segunda botella, que puede ser “Lady M”, la fragancia de Michelle"
Este proyecto se explica en la web del perfume como “El primer ecommerce de la derecha. Adquiera nuestros productos y ayude a fortalecer el movimiento”. Que no es solo el partido de Bolsonaro, sino la historia que encarna el maquillador, que podría ser el sueño muchos latinoamericanos. Cada tanto, las redes de Agustín traen una foto de aquel migrante uruguayo que barría una peluquería en Floripa para recordar dónde empezaron los lujos que le permite su negocio.
Los millones de vistas de estos mensajes son inexplicables para quienes siguen pensando que capitalista es mala palabra. Para muchos jóvenes brasileños encarna ese ideal de progreso de la bandera nacional y que los liberales saben resignificar para ese electorado cansado de la supuesta igualdad social, que quiere mejorar la movilidad social.
Si algo define las campañas de Bolsonaro es que no necesitan contratar publicidad porque la prensa y las redes sociales son sus principales promotores. En esta ocasión se suman los perfumistas de las redes, que ya sentenciaron que el perfume de la botella verde-amarela es clon de uno de los más populares de Giorgio Armani. A mitad de precio y con envío gratis con una segunda botella, que puede ser “Lady M”, la fragancia de Michelle.
La amarga reacción entre los analistas brasileños confirma que las “notas de entrada” del perfume son cítricas de limón y naranja. El ilustre ReinaldoAzevedo comentaba en UOL que había que había que prestarle atención porque mostraba que la izquierda estaba perdiendo esa iniciativa. Recordaba que el partido de Lula había invitado al marketing con las camisetas y “estrellas” como marca registrada. Antes, la Argentina fue pionera de la marca política con Eva Perón convertida en isologotipo aplicado en los regalos con cargo para el Estado. Lo contrario de lo que proclama el marketing del perfume do mito, como lo llama la militancia.
Quienes solo comunican en redes, como Agustín Fernández y el matrimonio Bolsonaro, saben que el amor gana más aprobaciones que la hostilidad. Los capítulos de la sesión de fotos del perfume ganaron millones de “me gusta” la primera semana. Las risas y arrumacos de la pareja en el posado serían, de por sí, un imán. Pero el empresario le agrega el toque de elegancia con que viste su línea de cosméticos popular. Sabe que el pueblo valora productos y líderes cuando son un aspiracional.
La confianza social está en declive hace diez años para la política y los medios. En cambio, se fortaleció para las empresas y las personas corrientes, según el barómetro Edelman. En este tiempo, las empresas han mejorado su relación con la población con una sola máxima: satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero. Mientras tanto, la política mantiene tiempos demasiado largos para los cambios y sigue sin ofrecer mecanismos de compensación por el abuso de publicidad engañosa en tiempos electorales.
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