Cristina Kahlo, una carrera al margen del adn familiar
La fotógrafa es la curadora de la muestra “Kahlo sin fronteras”, que se exhibe en el Museo Casa Estudio Diego Rivera-Frida Kahlo, en México, con fotos inéditas, la historia clínica y fotos inéditas de la gran artista
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Cristina Kahlo (Ciudad de México, 1960) lleva en su sangre la inclinación por la imagen y la fotografía, iniciada con su bisabuelo, Guillermo Kahlo, y su padre, Antonio Kahlo. Pero ha debido ingeniárselas para llevar adelante su vocación al margen del apellido familiar, de resonancia mundial. En contadas ocasiones Cristina acepta involucrarse en la vida de su ilustre pariente. En el caso de la muestra Kahlo sin fronteras, que la tiene como curadora, se atrevió porque ello implicó ofrecer su propia interpretación de la persona, sin el personaje.
-¿Por qué surge la decisión de mostrar al público los expedientes médicos de Frida?
-La exposición es un proyecto en torno a los momentos que pasa en el hospital y es un agradecimiento extendido de su parte hacia todos los médicos y enfermeras que la cuidaron. La curaduría de exposiciones las hago eventualmente y me toma el veinte por ciento de mi trabajo cotidiano. En este caso me parece interesante expresar mi punto de vista sobre la vida, con proyectos que la aterricen. Siento que de Frida se dicen muchas cosas, algunas muy buenas y otras nada buenas, pero para mi es importante ponerla en un sentido humano. Las convalecencias fueron reales, y por eso están las fotografías inéditas. La narrativa en torno a su vida, que no fue tan breve y que pasaba meses en hospitales, de alguna forma hizo que me involucrara, para hacer mis propias ideas. Como la instalación en cajas de luz, que muestran los expedientes que vi en microfilm y entonces convertí en una obra. O las fotos de las batas, que son la paleta de Frida y los colores que utilizó en sus estancias.
-¿Cuáles fueron sus hallazgos al revisar los expedientes de las internaciones?
-El tema del cuerpo es muy importante. Nosotros somos conscientes del cuerpo más que en dos momentos, durante el placer o durante una enfermedad. Ahí nos hacemos consciente de nuestra corporalidad. Y en Frida, al tener tantos padecimientos desde niña, el cuerpo se convierte en un sujeto permanentemente investigado y conocido por ella; se transforma en arte que plasma en su obra. A mí me gusta haber encontrado el tipo de sangre de Frida porque ella la plasmaba. Y el título de Kahlo sin fronteras es ahondar entre el exterior y el físico interior.
-Su afición por la fotografía parece estar en su adn. ¿Cómo concilió esa pulsión para lograr una carrera al margen de un apellido?
-Durante la adolescencia rehuía del tema, con la gente queriendo vincular mi apellido, viendo si te pareces o no. No te puedes escapar. Sí le rehuí mucho. Pero después me reconcilié. Hay que saber de donde vienes para saber quien eres. De adolescente buscas tu identidad, y cuando la encontré, ser pariente de Frida Kahlo pasó a un segundo término. No me define. Tu puedes llamarte como quieras, pero si no tienes nada que ofrecer, no sirve. Me reconcilié con la herencia familiar. Porque no es solo Frida, también está Guillermo como el gran fotógrafo que fue. Al principio fui “la sobrina nieta”. Pero de repente eso naturalmente fue pasando a un segundo término, y ya no me estorba. Si lo dicen, está bien, y si no lo dicen también está bien.
-¿Qué cosas le molestan de la narrativa de Frida como ícono pop?
-Es complicado porque creo que la imagen está ya en muchos lados. La encuentras en un mate en la Argentina o en una bolsa de mercado de Chiapas o Oaxaca. Las cosas populares no me disgustan, porque es la gente o artesanos que toman su imagen porque la admiran, eso lo encuentro muy válido. Cuando ya no me parece tan interesante es cuando se convierte en un negocio de mercadotecnia porque creo que Frida habría estado a disgusto: para ella lo popular tenía un valor. Frida y Diego dieron revalorización al arte popular y prehispánico, junto con la joyería, y el hecho de estar orgullosos de la mexicanidad a través de la alfarería o los textiles. Ver productos que cuestan una fortuna que tienen su imagen van contra su propia identidad y concepto. No es lo mismo el caso de un museo, cuando hay una exposición, para la que se hacen libretas y cosas por el estilo, que la gente quiere llevar su recuerdo. Pero a la parte de Frida como representante del arte mexicano la han convertido en un negocio.
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