Cuestionado por el mundo científico
Al funcionario le sorprendió que sus cambios en ciencia y tecnología cosecharan más críticas que aplausos
Dante Mario Caputo aún no comprende por qué. No logra interpretar qué fue lo que alteró la fibra íntima de los científicos argentinos, que, como nunca, se unieron para rechazar un plan de reformas que él considera estratégico.
El secretario para la Tecnología, la Ciencia y la Innovación Productiva (Setcip) estaba preparado para que lo aplaudieran. Pero las propuestas de cambio en un área clave para el país recibieron más signos de oposición que de adhesión. "La reacción le cayó mal. Está muy sorprendido", dijeron sus colaboradores.
Con menos de ocho meses en el Gobierno, Caputo ya cosechó dos renuncias de consideración y se convirtió en uno de los funcionarios más polémicos de la Alianza.
En marzo último se fue Mario Albornoz, coordinador general de Investigación Científica, porque consideró que la estructura de la Setcip no era clara y que la ciencia quedaba en un rango inferior al de la tecnología y la informática. A mediados del mes último, Pablo Jacovkis se alejó de la presidencia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) por falta de fondos y por estar en desacuerdo con los planes de Caputo.
En los últimos días, cientos de investigadores pidieron la renuncia del funcionario en dos marchas (lo que incluyó una solicitada y la recolección de 3000 firmas), posibilidad que el presidente Fernando de la Rúa cortó de cuajo: "No corresponde", dijo.
En síntesis, Caputo propone introducir cambios en la carrera de investigador (al reducir las cinco categorías que tiene a una sola), modificar los sistemas de evaluación y que los científicos se incorporen a las universidades como docentes de dedicación exclusiva.
Como ex ministro de Relaciones Exteriores y Culto entre 1983 y 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Caputo es un hombre habituado a dar batalla en los ámbitos local e internacional. Ya en la década de los 80, cuando fue nombrado canciller, muchos criticaron su falta de experiencia en las arenas diplomáticas, algo que generó roces en el Palacio San Martín. Hoy, años después, no pocos investigadores lo miran con recelo por venir de un mundo ajeno a la ciencia.
Pero, ¿cómo regresó a la función pública este hombre que en 1995 se fue de la Unión Cívica Radical dando un portazo y que luego se afilió al Partido Socialista Popular?
Aunque mantiene una relación muy estrecha con Alfonsín (fue su asesor durante varios años), llegó de la mano del vicepresidente Carlos Alvarez, con quien comparte dos obsesiones: la informatización de la sociedad y la modernización del Estado. Ambos fueron los grandes propulsores del plan para llevar Internet a un millón de hogares.
El ex canciller es un gran entusiasta de la computación y de la Red de redes. Pero sus verdaderas pasiones pasan por la música (clásicos y jazz) y la lectura, que alterna entre la literatura (como Borges y Neruda) y obras de política internacional y ciencia política. Su hobby es ser radioaficionado; también le interesan la astronomía y la fotografía.
Privado versus público
Tanto en la intimidad como en su despacho, muestra un gran sentido del humor. Pero su imagen pública se caracteriza más por el gesto duro, la sonrisa escasa y su discurso cargado. Su look intelectual se completa con sus bigotes poco convencionales y sus anteojos gruesos.
Caputo nació el 25 de noviembre de 1943, en Buenos Aires. Hijo de inmigrantes, estudió en el Colegio de la Sagrada Familia, de Villa Urquiza.
A fines de 1967 se casó con Anne Morell, una francesa que conoció en Boston, mientras estudiaba diplomacia en la Fletcher School. Con ella tuvo tres hijos: Paula (casada, de 29 años), Nicolás (21) y Lionel (19). Su hogar y su vida privada son parte de un universo que comparte con muy pocos. No le gustan las fiestas y prefiere ver un buen partido de fútbol por televisión -en especial si juega San Lorenzo, su equipo preferido- que la vida al aire libre.
Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Salvador y se doctoró en Sociología Política en la Universidad de París, donde adquirió gran parte de su bagaje político e intelectual.
Pero fue en 1983 cuando dio el gran salto a la esfera internacional. Alfonsín vio en él una persona de empuje que lograría agilizar la Cancillería. Su gestión fue marcada por un hito: en noviembre de 1984 firmó en el Vaticano el Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile.
Un tiempo antes había protagonizado con el senador justicialista Vicente Leonides Saadi un histórico debate en televisión, coordinado por el periodista Bernardo Neustadt, que duró dos horas y media. Fue uno de sus mejores momentos: se mostró sólido, racional e informado frente a un contrincante que acudió a la arenga política para refutar sus argumentos.
En 1989 presidió la 43a. Asamblea General de las Naciones Unidas y luego fue diputado nacional. En 1992 asumió como subsecretario general de las Naciones Unidas y en 1997 nuevamente fue elegido diputado nacional.
Hace tres años, cuando se formó la Alianza, fue el encargado de redactar el documento de base, tras la unión del radicalismo y del Frepaso. Como en ese entonces, sus vínculos con los líderes de la fuerza que llegó al Gobierno se mantienen firmes. Incluso en tiempos de tormenta.