Entre la ficción y la historia
El próximo viernes, la Biblioteca Argentina LA NACION ofrecerá El general, el pintor y la dama , de María Esther de Miguel
Hace algunos años, apenas iniciada esa especie de boom de la novela histórica argentina que logró concitar el interés de muchos lectores, la escritora entrerriana María Esther de Miguel se erigió en uno de sus principales referentes.
Autora de una obra de ficción que, en realidad, ya había incursionado en el tema histórico ( Los que comimos a Solís , Jaque a Paysandú ), fueron La amante del restaurador (1993) y principalmente Las batallas secretas de Belgrano (1995) las novelas que, tras sucesivas ediciones y premios, la llevaron a convertirse en best seller, un módico best seller si comparamos las tiradas editoriales de nuestro país con las de los Estados Unidos y algunos países europeos, pero best seller al fin. La vivacidad, la frescura y el colorido del estilo de María Esther de Miguel fueron recursos insoslayables para la recreación de escenarios y personajes históricos que, sin traicionar la verdad de los hechos, llegaban a nosotros con una vibración humana inexistente, por lo general, en los textos académicos y los tradicionales manuales escolares.
Dentro de esa corriente novelística, frecuentada desde entonces con insistente y desigual fortuna por muchos escritores, María Esther de Miguel continuó desarrollando una obra cuyos títulos siguieron suscitando la respuesta favorable y cada vez más amplia del público lector. Entre esos libros se destaca El general, el pintor y la dama (1996), que mereció el codiciado y suculento Premio Planeta y que integrará desde el próximo viernes la Biblioteca Argentina La Nación .
La historia -o la novela, pues María Esther de Miguel no es historiadora sino novelista- comienza en el Palacio de San José, la señorial mansión de Urquiza en Concepción del Uruguay, las paredes de cuyo comedor están ornadas por varios cuadros del uruguayo Juan Manuel Blanes, famoso pintor de retratos, batallas y otros motivos históricos. Una sorprendente revelación sobre el artista, contada a la escritora por la directora de la casa transformada en museo, se une al antiguo recurso novelesco de un manuscrito que le fue cedido por un anciano bibliotecario, en Roma, tal como se cuenta en el prólogo. A partir de ese episodio se desarrollará un subyugante relato en el que romanticismo y tragedia se irán entrelazando con la evocación de acontecimientos estrictamente históricos sobre los cuales María Esther de Miguel demuestra poseer un acabado conocimiento.
Sobre ese fondo -como el de los cuadros de batallas pintados por Blanes-, se mueven, vivos y convincentes, los personajes a los que el amor envuelve en otros combates: los del alma y también los del sexo. Dichos personajes son el artista y su hijo Nicanor, ambos enamorados de la misma mujer. Una anécdota real que no ha sido imaginada por la novelista pero que su destreza narrativa hace revivir con un dramatismo que matiza el relato de sucesos verdaderos y acertados apuntes costumbristas como soportes de la acción.
Si agregamos que otro de los protagonistas de la obra es el mismísimo Justo José de Urquiza, vencedor de Caseros, gobernador de Entre Ríos y presidente de la Confederación Argentina, famoso además por la extensa lista de mujeres que fueron objeto de sus asedios amorosos, la atracción de la novela está descontada. Claro que esa atracción no existiría de no mediar la habilidad de María Esther de Miguel para conducir la acción, para la sugestiva descripción psicológica y la vívida recreación de ambientes, así como por la naturalidad y verosimilitud de los diálogos. Todo ello hace de El general, el pintor y la dama una obra literaria cuya lectura, pasadas las primeras páginas, será difícil interrumpir.