La Galería Uffizi, bastión de la tradición, empieza a cambiar con los tiempos
El museo florentino, que ya desplegaba una agresiva estrategia de comunicación en las redes sociales, se abre ahora al arte contemporáneo; su director, Eike Schmidt, dice que hay que “desempolvar”
Después de pasar frente a las obras de Botticelli, Rafael y Miguel Ángel de la Galería Uffizi, es comprensible que cualquiera se sorprenda al toparse con autorretratos del artista etíope Tesfaye Urgessa y de la japonesa Yayoi Kusama.
Los museos del mundo están tratando desde hace tiempo de contar la historia del arte de manera más inclusiva, pero la Galería Uffizi estaba bastante rezagada en esa búsqueda, anclada a su legado como uno de los museos clásicos más importantes de Europa y a la expectativa de los turistas, que pagaban la entrada para ver los “grandes éxitos” del arte universal.
Pero desde 2015, cuando fue nombrado director del museo, Eike Schmidt está tratando de integrar más arte contemporáneo, de aumentar la presencia de artistas mujeres y de artistas negros, y de llegar a un público más joven y diverso.
“Muy rara vez la Uffizi había recibido una muestra de arte contemporáneo”, dice Schmidt. “Esas cosas eran vistas como una intrusión en estas sacrosantas salas.”
“A mí me parece muy importante haber desempolvado todo y mostrar lo que es relevante”, agrega el director del museo, que es también un reconocido historiador del arte.
Otros museos de Florencia están embarcados en esfuerzos similares para ampliar su alcance, en aparte con la yuxtaposición de lo viejo y de lo nuevo, o con una mirada del arte histórico desde una perspectiva moderna, para fomentar el diálogo entre géneros y épocas. En el Palazzo Strozzi, por ejemplo, acaba de cerrar una muestra del artista Jeff Koons, y en el Museo Novecento, dedicado a obras más nuevas, tiene actualmente colgada una muestra de la pintora británica Jenny Saville.
Cambiar la percepción del arte que tiene el público en Florencia no es nada fácil, dice Arturo Galansino, director del Palazzo Strozzi. “La mayoría de la gente prefiere ver arte contemporáneo, pero en Italia era al revés: la gente se sentía más cómoda con el pasado que con el presente”, dice Galansino.
Pero eso empezó a cambiar en 2015, según Galansino, cuando la escultura de acero cromado Plutón y Proserpina, de Jeff Koons, fue instalada en el centro mismo del Palazzo Vecchio, ayuntamiento de Florencia en la época medieval, entre obras maestras de Donatello y Miguel Ángel, como parte de la Bienal Internacional de Antigüedades de Florencia. “Fue un hecho simbólico que marcó un hito.”
Koons dijo sentirse muy bienvenido por los florentinos, y que la ciudad le parecía un lugar ideal, “donde uno está inmerso en el Renacimiento y al mismo tiempo puede tener un diálogo con el arte contemporáneo”.
“El arte logra esas cosas: establece conexiones entre nuestra situación y la de los demás, y nos muestra que todo está entrelazado”, señaló Koons.
En su esfuerzo para modificar de raíz la expectativa convencional sobre la forma en que debe presentarse el arte clásico, la Galería Uffizi se asoció a otras instituciones, como el Museo Metropolitano de Arte (Met) y la Colección Frick de la ciudad de Nueva York, que están reformulando su exhibición de viejos maestros en el edificio brutalista Breuer de la avenida Madison, en Manhattan.
“A cualquier artista vivo le encantaría que se lo vincule con la Galería Uffiizi”, dice Max Hollein, director del Met. “Es un paraíso”.
La Uffizi inauguró recientemente una exposición de uno de esos maestros vivos, Koen Vanmechelen, un multidisciplinario artista belga cuya obra está enfocada en la relación entre la naturaleza y la cultura. La muestra Seduzione, que se extenderá hasta el 20 de marzo, presenta 30 obras de arte, entre ellas, enormes iguanas cornudas, un tigre rojo al acecho y una Medusa reinventada, todas creadas expresamente para los sacrosantos salones de la Uffizi.
Recientemente, el museo también ha presentado exposiciones de artistas vivos, como el escultor británico Antony Gormley, la figura del arte povera Giuseppe Penone, y el etíope Urgessa, cuyo trabajo se centra en la crítica social, racial y en la temática identitaria.
Aunque al principio se sintió fuera de lugar la Galería Uffizi, sobre todo por la abrumadora preponderancia de temas bíblicos en las obras de arte del museo, Urgessa dice que el público le abrió los brazos y que la institución parece estar dejando de ser “algo del pasado, como las pirámides.”
“Hoy la gente quiere escuchar una historia nueva, que tenga relación con sus vidas”, dice Urgessa.
El director Schmidt reafirma su compromiso de dedicar al menos dos exposiciones al año a artistas mujeres. En febrero de 2021, por ejemplo, Uffizi presentó Lo Sfregio (“La cicatriz”), una exhibición que tomaba postura contra la violencia de género y presentaba el busto de la desfigurada Costanza Piccolomini Bonarelli, de Bernini, junto a la muestra fotográfica de Ilaria Sagaria, “Pain is not a privilege” (“El dolor no es un privilegio”), con retratos de víctimas que fueron atacadas con ácido.
Con otras exhibiciones, la Galería Uffizi también intenta traspasar los límites de su historia, centrada en Europa y el hombre blanco. En 2020, con On Being Present (“Sobre estar presente”), el museo exploró la identidad negra según se presenta en diversos cuadros, como el rey mago de Adoración de los magos, de Durero, y los reyes etíopes representados en los retratos de la Serie Giovio. El mismo año, la Uffizi presentó una exposición sobre mujeres, poder y emancipación en la Roma Antigua.
A pesar que hasta 2015 no tenía sitio web —Schmidt dice que el museo estaba literalmente “en la Edad de Piedra”—, la Galería Uffizi se ha convertido en un fenómeno poco común en las redes sociales, con casi 700.000 seguidores en Instagram, más de 100.000 en TikTok y casi 128.000 en Facebook.
Hace poco también lanzó un programa de cocina en YouTube llamado Uffizi da Mangiare (“Uffizi para comer”) donde se presentan diversos chefs que preparan comidas inspiradas en obras de la colección del museo.
Y Schmidt dice que ya se están viendo los resultados: durante 2019, los visitantes de entre 19 y 25 años “se duplicaron, o incluso más”.
Galansino también dice al exhibir a artistas contemporáneos, como Ai Weiwei y, el próximo otoño, Olafur Eliasson, su museo ha atraído a mucho público nuevo, más de un tercio de los cuales son menores de 30 años.
Galansino está convencido de que gracias a los esfuerzos de museos como el Palazzo Strozzi y la Galería Uffizi, y a la conveniente ubicación de la ciudad —a medio camino entre los centros cosmopolitas de Roma y Milán—, Florencia puede convertirse en “una ciudad de arte contemporáneo”.
“Creo que hemos convencido al público de que el arte contemporáneo es tan importante como el de los viejos maestros”, dice. “La gente había perdido la sensación de que Florencia es un lugar vivo, pero lo sigue siendo. No se puede vivir del pasado.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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