La vida en unas páginas
CUERPOS FRAGILES MUJERES PRODIGIOSAS Por María Martoccia-Javiera Gutiérrez-(Sudamericana)-204 páginas-($18,75)
Talento, enfermedad y condición femenina pueden ser una combinación difícil. Cuerpos frágiles, mujeres prodigiosas (Sudamericana), de María Martoccia y Javiera Gutiérrez, viene a confirmarlo a través de las vidas de nueve mujeres entre las que se encuentran Frida Khalo, Jacqueline du Pré, Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Judy Garland y María Callas.
Las autoras arman retratos en los que se ven las formas concretas y particulares que aquella combinación tomó según los casos: en Frida Khalo enfocan el entrecruzamiento entre el accidente que pareció dictado por la ira de dios, la necesidad de dedicarse a la pintura para disfrazar tanto espanto y la costumbre de someterse a Diego Rivera como a un dios terrenal que le hiciera olvidar la severidad del celestial. En Jacqueline du Pré, el descubrimiento precoz del violonchelo como una extensión de su cuerpo que la hacía entrar en éxtasis pero que aun así no logró protegerla de la esclerosis múltiple ni de las humillaciones que esta desencadenó. En Judy Garland, el escenario como un espacio que desde muy chica le permitió atraer la atención ajena y anestesiar el infierno propio, los 40 psicofármacos diarios como una forma más perfecta de la anestesia. En María Callas, la voz como el único efecto querible de un cuerpo desmesurado, molesto, el oropel y el divismo como formas de disimular la abnegación con la que se sostiene cualquier arte. Se percibe, en la lectura de esos retratos, el poder de condensación que Javiera Gutiérrez aplicó en Muda , una serie de relatos sobre películas, y la capacidad inusual de observación que María Martoccia demostró en Caravana , un libro de cuentos del 96.
Las autoras trabajan sobre los modos en que un talento va generando la propensión a una enfermedad, sobre el tejido subterráneo que vincula don y dolencia. Ponen el acento, además, sobre otras recurrencias que atraviesan las vidas de estas mujeres: el suicidio, los hijos ausentes, la tiranía de una madre de exigencia confundida. Martoccia y Gutiérrez eligen una línea en la que conviven el humor, el respeto y la falta de compasión, y logran convertir su propia pertenencia al género en un punto de comprensión pero no de complicidad. La crisis de Virginia Woolf -una de sus tantas- después de la muerte del padre está contada como una convalescencia que le sirve a la escritora inglesa para ejercitar su imaginación y su capricho; la pasión por el saber que literalmente consumía a Marie Curie está contada como un sentimiento que por momentos tenía que rendir su carácter sublime frente a un bife con papas fritas; la primera mancha de sangre en el pañuelo que le confirma a Katherine Mansfiel su tuberculosis está contada como una instancia en la que por fin la enfermedad toma la cualidad dramática a la que ella era tan afecta.
No hay, en estos retratos de Martoccia y Gutiérrez, ningún gusto por el melodrama ni la victimización. Hay, en cambio, pasión por el cuento: en Cuerpos frágiles, mujeres prodigiosas están los ejes de análisis ya mencionados, están las recurrencias, están los datos de una biografía, pero sobre todo está el placer de contar. Ya desde el prólogo se advierte esa urgencia, esa necesidad de introducir y teorizar como una formalidad que dará paso al verdadero propósito narrativo. Los retratos están menos preocupados por sostener una hipótesis que por desarrollar un cuento, menos obsesionados por testimoniar una verdad que preocupados por librar la batalla de capturar una vida en unas páginas y salir gustosos de la contienda. Cosa que logran. Algo en este libro recuerda la mirada de Patricia Highsmith en sus Cuentos misóginos : la crueldad con la que se puede hablar de lo más próximo -en este caso, el género que se comparte-, el desparpajo oblicuo con el que se pueden denunciar mitos acerca del universo femenino, la carcajada en la que conviven sarcasmo y dolor.