Recordaron al camarista Marcelo J. Achával
Al cumplirse un mes del fallecimiento del camarista federal Marcelo Jesús Achával, fue oficiada una misa en la iglesia de San Martín de Tours en memoria de ese hombre de derecho que honró la magistratura por su honestidad intelectual y su integridad moral.
Fallecido a los 66 años siendo miembro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Achával mantuvo en su trayectoria judicial la independencia de criterio y la dignidad del magistrado probo. Con objetividad de criterio, seriedad profesional y profundos conocimientos, buscó la administración inclaudicable de la justicia en cada caso en que le correspondió actuar. Nunca habló de sus procesos fuera de las sentencias.
Nacido en una tradicional familia cordobesa, cursó estudios primarios en La Inmaculada, el colegio de los franciscanos en Córdoba, y secundarios en el Colegio Monserrat. Egresó como abogado y escribano de la Universidad Nacional de Córdoba.
Toda su vida transcurrió en el ámbito judicial, al que entró como meritorio siendo estudiante. Ya abogado, actuó en la justicia de Córdoba, para luego servir a la justicia federal en Neuquén. Al convertirse esa gobernación en provincia pasó a la justicia nacional de la Capital Federal, en donde siguió toda la carrera, cubriendo los cargos de secretario, juez de primera instancia y juez de Cámara, función que cumplió hasta su muerte.
Participó en diferentes congresos de nivel nacional e internacional en su afán de perfeccionamiento .
El doctor Achával fue un modelo de magistrado digno. Transmitía la serena humildad del que tiene grandeza interior. No tenía nada que proclamar ni aparentar porque era, íntegramente, un hombre bueno. Pero al mismo tiempo era una persona de carácter y de convicciones firmes, por las cuales luchó sin doblegarse.
Sus comentarios eran justos, precisos, basados en opiniones reflexivas y equilibradas. No hablaba de más, pero la conversación con él fluía fácil y amistosa. Sabía escuchar.
Ejerció la docencia, inicialmente en la escuela secundaria y técnica. Luego volcó su vocación de maestro, enriquecida por la experiencia, en la cátedra de Obligaciones en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Fue un creyente que dio testimonio de su fe y transmitió a otros los principios religiosos, con su palabra y con su línea de conducta.
Miembro de familias numerosas por todas sus ramas, aglutinó los diferentes temperamentos que lo rodeaban con la palabra afectuosa y oportuna. Casado con Teresa Arrambide, fue esposo, padre y abuelo ejemplar.