Demolición: Todo es posible ahora en la FIFA

Todo nace en la Justicia estadounidense y, coherente con ello, el despliegue, la espectacularidad y las consecuencias son hollywoodenses.

Pero no es una película, es real. "Demolición" sería un buen título. Lo sucedido hoy en Zúrich no tiene precedentes. Supera por lejos, muy lejos, la peor de las pesadillas de Joseph Blatter .

Que la Justicia se presente a la hora en que sale el sol en la recepción de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad y se lleve detenidos a varios de los dirigentes más poderosos de la FIFA es despliegue y espectacularidad, pero sobre todo un anticipo de la dureza de que es capaz el sistema judicial estadounidense, de lo que les espera a los implicados.

Que el jefe de comunicaciones de la FIFA , Walter Di Gregorio, diga que el presidente no estaba "precisamente bailando" en su oficina, remite en cambio al absurdo, casi a lo irrespetusoso, tanto como pensar que Blatter o el ya fallecido Julio Grondona no estuvieran al tanto de lo que sucedía en la organización que ellos controlaban.

Pero eso es historia bien sabida: la FIFA de Blatter y la de Joao Havelange son socias históricas de la corrupción. Ni hablar de la CONCACAF y la CONMEBOL. La Confederación Sudamericana, célebre por su oscurantismo, "pide sobornos, torneo tras torneo, desde 1991", según la fiscal general de los Estados Unidos.

¿Qué viene ahora? La FIFA entra en terreno absolutamente desconocido. Que Rusia 2018 y Qatar 2022 vuelven a tambalear como sedes de los próximos Mundiales -y aquí interviene la justicia suiza, toda un dato- está claro. Que la elección presidencial del viernes suena a despropósito, también, pero lo más trascendente pasa por otro lado: lo sucedido hoy -y todo lo que está por venir- cuestiona la mismísima existencia de la FIFA, demolida por la justicia de un país que durante años no entendió ni amó al fútbol. La paradoja es que quizás ayude a salvarlo.