El deporte debe ser el antídoto

Con relación a la columna "Pasto a las fieras", escrita por Carlos Losauro en la edición de ayer, quisiera hacer llegar las reflexiones que me generó el debate sobre el uso de las drogas en el deporte, no sólo como secretario de Deportes de la Nación sino también como ex deportista.

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Si sostenemos que un atleta que consume un producto que aumenta artificialmente su rendimiento no tiene que ser penado, ¿no estaríamos cometiendo una injusticia con aquellos que no los consumen?

No hay que olvidar los dos fines esenciales del control antidoping: asegurar la igualdad de condiciones entre los que compiten y proteger a los deportistas.

Quien se droga, sea para reducir la fatiga o mejorar el rendimiento en general, está infringiendo las reglas de honestidad, juego limpio y buena fe, que deben prevalecer en el deporte.

Los casos de doping son tan antiguos como el deporte mismo, pero siguen desarrollando en el deportista el mismo valor negativo de siempre: una naturaleza desleal opuesta a los más elementales principios deportivos, que atenta contra la formación moral de la persona y que pone en riesgo su propia vida.

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El deporte debe ser un antídoto contra el flagelo de la droga y ayudar a contener a aquel atleta que sufra alguna adicción, pero no estimular el consumo. Por eso es importante desalentar su uso, no a través de castigos ejemplificadores, sino mediante un profundo trabajo de prevención.

La práctica deportiva que incluye doping está ajena a la libertad, la salud y el placer que el deporte mismo genera.

Si se gana valiéndose del uso de alguna sustancia, ¿tiene sentido haber ganado? Por eso, para finalizar, me gustaría reiterar la frase que simboliza mi pensamiento en este tema: es preferible deportistas un segundo más lentos...

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