Milan se consagró en una final olvidable
Tras el 0-0 en los 90 minutos y el alargue, el equipo de Ancelotti obtuvo el título al vencer a Juventus 3 a 2 en la definición por penales
MANCHESTER (Especial).– Un antiguo proverbio futbolístico dice que las finales no se juegan, se ganan. Bueno, Milan y Juventus llevaron ayer esa sentencia a tal extremo que resultó indispensable la serie de penales para conocer a ese bendito triunfador, en este caso Milan, que en los 120 minutos precedentes había hecho una negación del juego sólo apenas un poco más tolerable que su rival. La final de la Liga de Campeones de Europa, que por primera vez en 49 años fue disputada por dos equipos italianos, resultó un homenaje al más rancio catenaccio, simbolizado en ese 0 a 0 que en ciertos pasajes del primer tiempo fue consecuencia de algunas ocasiones desperdiciadas –sobre todo de Milan–, pero que a medida que avanzó la segunda etapa y en los 30 minutos del suplementario resultó el fiel reflejo del miedo a perder, de la prevalencia del conservadurismo sobre la ambición.
Milan agrandó su rico historial con el sexto título continental (los otros fueron en 1963, 1969, 1989, 1990 y 1994) y quedó a tres del máximo monarca, Real Madrid, con 9. Por cierto, esta conquista no tuvo la clase que hace más de una década le imprimió el trío holandés Rijkaard, Gullit y Van Basten, ni la inventiva balcánica que luego trajeron Boban y Savicevic, ni mucho menos el señorío con el que Baresi gobernaba desde el fondo. Sólo queda el liderazgo de Paolo Maldini, que un mes antes de cumplir 35 años sumó su cuarto título europeo, que acentúa su condición de estandarte rossonero.
Si se trata de encontrar una figura en la definición, la elección lleva a Dida, el arquero suplente de Brasil en el último Mundial, que desvió los penales de Trezeguet, Zalayeta y Montero. Buffon había contenido los de Seedorf y Kaladze. Con sólo el 50 por ciento de efectividad (5 sobre 10), la serie de penales tampoco mejoró el nivel del partido.
El Teatro de los Sueños, como se conoce al estadio de Manchester, colmado por 63.000 espectadores, despertó a la realidad de un partido duro, muy táctico y físico. En la tierra de Beckham y Van Nistelrooy, Milan-Juventus armaron un encuentro en las antípodas del memorable Manchester 4 v. Real Madrid 3 de hace poco más de un mes, por los cuartos de final.
Es cierto que Milan tuvo mejores intenciones y atacó un poco más; fue perjudicado cuando en el primer tiempo no se convalidó un gol del ucranio Shevchenko por un off-side totalmente pasivo de dos compañeros. Lo que era medianamente entretenido por la intensidad de las acciones pasó a ser soporífero por el freno de mano que ambos activaron en el segundo tiempo. Juventus, dentro de un rendimiento colectivo sin relieve, salvo un par de muy buenas atajadas de Buffon, extrañó mucho al checo Pavel Nedved, el volante que le da profundidad y remate. Lo reemplazó el apagado italo-argentino Mauro Camoranesi, sustituido en el segundo tiempo. La Vecchia Signora, que perdió cinco de las siete finales disputadas, no pudo ponerle el broche de oro al scudetto obtenido hace un par de semanas.
Una prueba de que ninguno estaba dispuesto a arriesgar fue la permanencia de Rivaldo en el banco de Milan, mientras Ambrosini (un volante de contención) sustituyó a Rui Costa. Redondo ni siquiera estuvo entre los suplentes.
A falta de fútbol para ser recordada, la final sólo entrará en la historia por algunos datos peculiares, como que el holandés Clarence Seedorf, con sólo 26 años, es el primer futbolista que obtiene tres títulos con equipos diferentes: Ajax (en el 95 se impuso a Milan), Real Madrid (en 2000) y Milan. También esta definición se convirtió en la cuarta sin goles, precedida por Estrella Roja-Olympique Marsella (1991), PSV Eindhoven-Benfica (1988) y Steaua Bucarest-Barcelona (1986).
En definitiva, el calcio no se contagió en nada de la atmósfera vibrante y noble que tiene el fútbol inglés. Fue una final bien a la italiana, por estilo y precauciones. En la que salvo para el gozo de los tifosi de Milan y la tristeza de los de Juventus, no dejó más que la frialdad de un resultado.
- La emoción de Maldini. En las nueve finales que Milan disputó por la Copa de Europa siempre hubo un integrante de la familia Maldini: Cesare, como jugador y ayudante técnico, en las tres primeras, y su hijo Paolo en las restantes. "La emoción es increíble. Yo gané mi primer título europeo hace 13 años. Esto es muy fuerte", dijo Paolo.
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