Murió Pizzarotti, el preparador físico del primer título mundial

Ricardo Pizzarotti, preparador físico del seleccionado nacional campeón mundial en 1978 y hombre de una importante trayectoria en distintos equipos de nuestro fútbol, murió ayer, a los 69 años. En medio del agravamiento de su cuadro clínico -padecía cáncer desde hacía 25 años- y tras sufrir una descompensación, había sido internado el viernes último en el Hospital Italiano, donde se produjo su deceso. Hoy, al mediodía, sus restos serán despedidos con un responso e inhumados en el cementerio Parque Memorial, de Pilar.

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Con la muerte de Ricardo Pizzarotti, el fútbol argentino pierde a un referente reconocido de una época en la preparación física y a un profesional de duro carácter. La memoria lo dejará registrado como uno de los integrantes del cuerpo técnico que llevó al título mundial al seleccionado nacional en 1978, con los que el medio futbolístico más se familiarizó.

Esa duradera colaboración con César Luis Menotti y aquella primera gran conquista de nuestro fútbol le granjearon un importante respeto en su especialidad y un perfil reconocible en el ambiente y entre el público de fútbol. En rigor, su vínculo con el Flaco había comenzado antes: junto con él también preparó al equipo de Huracán campeón en 1973, con jugadores como Houseman, Babington, Avallay y Brindisi.

Egresado del Instituto Nacional de Educación Física, Pizzarotti tomó contacto con el fútbol profesional en 1967, cuando don Angel Tulio Zof lo convocó a Los Andes. Tras el éxito con Huracán, Menotti no quiso desprenderse de su aporte y lo integró como uno de sus asistentes fundamentales en el equipo nacional. Un año después de la consagración en el 78, Pizzarotti también formó parte del cuerpo técnico del formidable seleccionado juvenil campeón mundial en Japón, en 1979; siguió perteneciendo a ese equipo de trabajo hasta 1982, tras el Mundial de España.

Las relaciones que forjó con varios jugadores le valieron darle continuidad a su trayectoria con Daniel Passarella, que lo sumó a su cuerpo de asistentes cuando se convirtió en el entrenador de River, a comienzos de la década del 90. Allí también aportó su trabajo en la conquista de varios títulos locales, y el Káiser se lo llevó consigo cuando asumió como DT del seleccionado, en 1994.

Entonces, en ese ciclo que abarcó hasta el Mundial de Francia, reaparecieron con más fuerza y exposición pública sus rasgos personales y profesionales rigurosos, severos y muchas veces inflexibles, que más de una vez lo llevaron a protagonizar roces con la prensa, a la que le marcaba límites estrictos. En su trabajo no se permitía ni permitía deslices: "El jugador de fútbol tiene que tener conducta, disciplina y profesionalismo", comentó alguna vez. "Todo lo que pudo aportar en el fútbol lo hizo de corazón. Nos dejó una gran enseñanza: nunca hay que darse por vencido, ni aun vencido. Su ánimo de vivir le permitió pelear con su enfermedad hasta el final", le dijo ayer su hijo César a la agencia Télam. También se lo recordó con palabras elogiosas desde la Secretaría de Deporte de la Nación: "Dejó bien sentados los fundamentos de su profesión, basados en la vocación de servicio y en su esfuerzo por la actualización, la enseñanza y la defensa de los valores", señaló, en un comunicado.

Los últimos trabajos de Pizzarotti se volcaron en la fundación de una entidad en la que junto con varios colegas procuró revalorizar y defender su profesión.

• Santella lo destacó como "un referente"
  
  "Nunca permitió periodistas en un vestuario o micrófonos y cámaras para mofarse de los protagonistas. Asumió límites como un sargento de hierro y fue un referente en la profesión." Así recordó a Pizzarotti el PF Julio Santella.