Nahuel Zárate, un blanco fácil y conveniente para explicar el mal momento de Boca

"¡Callensé! ¡Pero tomátelas, gil! Andate, si no te gusta andate. Tiene 19 años el pibe. 19 años tiene. Gil"

Hace poco más de 10 años, precisamente el 19 de noviembre de 2003, Carlos Bianchi se salía de sus cabales para ubicar a un hincha que, desde los palcos nuevos, la zona más exclusiva de la Bombonera, no se cansaba de insultar a un joven Miguel Caneo, durante un 0 a 0 con Independiente.

Pese a ganar la Libertadores y el Apertura de ese año, Caneo no aguantó más y prefirió irse a mediados de 2004, y hoy se destaca en Quilmes.

La historia pareciera repetirse, poco más de una década después.

Ahora el apuntado es Nahuel Zárate. Y no solo por la gente, sino también por un sector del periodismo deportivo.

Desde que debutó en Boca, el joven defensor de 21 años fue cuestionado. Ni siquiera había tocado una sola pelota y ya tenía voces en su contra. No por sus cualidades (al fin y al cabo, pocos las conocían), sino porque su representante era (es) Mauro Bianchi, hijo del Virrey, como si sólo eso le diera carta libre para ser titular en el equipo xeneize.

El auspicioso estreno del lateral izquierdo fue el 29 de enero de 2013, hace poco más de un año, al reemplazar en un amistoso contra River en Mendoza a Fernando Evangelista. Poco después, el 10 de marzo, debutó oficialmente en el 1 a 1 con Rafaela, en donde cumplió una muy buena actuación. El pibe mantuvo su buena tarea, hasta que un desgarro en el isquiotibial de la pierna derecha lo frenó a fines de marzo.

En un deporte de equipo, resulta imposible que una persona sea decisiva por sí sola. No ocurre para ganar (ni siquiera Lionel Messi podría hacer lo que hace si sus diez compañeros no jugaran en su misma sintonía), y mucho menos para perder (salvo que un arquero se deje meter todos los goles, pero ahí ya estaríamos hablando de algo extrafutbolístico como un soborno, o algo así).

Trasladado al mundo Boca: ni Juan Román Riquelme es el salvador que llegará para conducir al equipo a ganar todos los partidos y lograr todos los torneos que dispute, ni Nahuel Zárate es el responsable de todos los males que aquejan al conjunto dirigido por Carlos Bianchi. Si bien es cierto que anoche no jugó bien, no fue por culpa del defensor que Belgrano haya ganado en la Bombonera.

No está aquí en discusión si Zárate tiene o no la jerarquía suficiente para vestir la camiseta número 3 de Boca, simplemente porque para eso está el entrenador. Lo que si pareciera es que el principal pecado del joven defensor resulta ser que es representado por Mauro Bianchi, y esto trasciende sus cualidades y sus rendimientos. Lo haga mal o bien, "juega en Boca por acomodo".

Por otro lado, las críticas enfocadas directamente sobre el jugador no sólo no ayudan, sino que restan, en un contexto general de Boca que tampoco colabora. Si a los consagrados les cuesta a veces manejar la inestabilidad emocional del hincha, que suele ensañarse con ciertos jugadores, imaginémonos lo difícil que debe ser para Zárate salir cada fin de semana a la cancha, a intentar dar lo mejor de sí, sabiendo que ya arranca perdiendo contra el run run.

Qué fácil es opinar en el fútbol argentino.

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