Grito del alma
River disfrutó a pleno de otra consagración; el nuevo éxito se festejó en todo el país, en una jornada para el recuerdo de los hinchas millonarios.
Late fuerte el corazón de River por un nuevo título. Vibra y parece salirse del pecho por esa celebración que en los últimos años se ha hecho costumbre. Es grito que nace del alma, pasión incandescente, felicidad mayúscula. El 28º título ya está en las vitrinas del Monumental. Un éxito que llegó en una jornada inolvidable, que comenzó desde bien temprano...
La gente de River marcha hacia el estadio de San Lorenzo en procesión. No hay descontrol en el simpatizante, sí la ansiedad y la convicción del que está por vivir un nuevo festejo. Otra caravana viene llegando desde Núñez. Es la que encabeza el omnibus que transporta al plantel, con unos treinta autos que acompañan durante el trayecto.
Todavía falta para el comienzo, pero los invitados saben que la fiesta corre por su cuenta, y no se hacen esperar. El rojo y blanco domina ampliamente en la popular visitante y en la platea sur, con toda la parafernalia imaginable: gorros, camisetas de todas las épocas, banderas...
La multitud se aquieta un poco cuando empieza el juego. Hasta que llega el primer grito millonario y ahora sí, el Dale Campeón suena con todo. El entretiempo sirve para distenderse y tener una oreja lista para escuchar lo que sucede en La Boca y en Rosario. El 0 a 0 de los archirrivales, relegados al tercer puesto, tranquiliza la espera.
El último rayo de sol sobre el Nuevo Gasómetro ilumina la silueta de Saviola, que desde los once metros se convierte en el goleador del torneo. Y su nombre es coreado con veneración.
Es una cuestión de tiempo ¿El partido? A pocos parece importarles. Pechos desnudos, remeras que flamean. Las bombas de estruendo que lanzan los hinchas de San Lorenzo y la momentánea suspensión sólo sirven para empañar la imagen del anfitrión, porque la alegría de River no tiene respiro.
Por ahí, un hincha con una bandera enlazada en la cabeza a modo de turbante siente un rapto místico; abre los brazos y susurra al cielo:"Gracias por tanta alegría". Las bengalas rojas asoman en la tribuna visitante, como luces de un imaginario árbol de Navidad. La arremetida de San Lorenzo pasa casi desapercibida. El empate otorga el punto necesario para dejar atrás a Central.
No falta nada. Las 20.13 es la hora de la explosión. Carnaval allá arriba, vuelta olímpica impecable en el campo de juego, sin colados. Con el respetuoso reconocimiento del público, comienza la retirada del Bajo Flores.
Tiempo de expandir el festejo a todos los rincones del país. En el interior, las celebraciones fueron una constante. En Jujuy, por ejemplo, hubo una gran caravana de coches enmarcada por el atronador sonido de las bombas, en San Salvador.
Algo similar ocurrió en Salta: los riverplatenses protagonizaron un gran festejo en la plaza Nueve de Julio, y que incluso llegó hasta la ruta 34, cerca de la frontera conBolivia que piqueteros mantienen cortada a la altura de General Mosconi. Las máculas se produjeron en Mendoza y en Mar del Plata: un hincha murió en GodoyCruz (ver aparte) y graves incidentes se produjeron en el centro de la ciudad balnearia.
Miles de simpatizantes se reunieron en el Obelisco, lugar tradicional para los festejos deportivos, aunque el epicentro de la alegría se trasladó, en mayor medida, al Monumental. Con la marcha de River creada por Ignacio Copani como fondo musical, los hinchas prosiguieron con la algarabía en la casa millonaria.
Tras su paso por Fútbol de Primera, los jugadores partieron hacia Núñez. Allí, en el estadio, se treparon a una autobomba para disfrutar de otra vuelta olímpica, en casa. Fuegos artificiales, bengalas, todo el arsenal se despliega en medio del rojo y blanco. Un hincha cruza la cancha de arco a arco, emocionado hasta las lágrimas.
Todo un rito para el hincha riverplatense: festejar campeonatos. Como en cada uno de ellos, con un sabor especial ¿La fiesta? Recién empezó...