La humildad, ese eje clave en la reconversión del rugby
El rugby argentino no registra una exposición tan negativa como la que está viviendo tras el asesinato perpetrado en Villa Gesell. El caso sigue estando presente mañana, tarde y noche en cualquier pantalla que se prenda. Se ha dicho de todo, y se continúa diciendo, en un verano inesperado y doloroso. En tanto, parecen haber prevalecido, afortunadamente, los criterios de hacerse cargo en vez de victimizarse por lo sucedido. La UAR, tras un primer comunicado fallido desde su redacción, anunció a través de su presidente que se tomarán las medidas preventivas y decisivas para que no se repitan estos actos cometidos por jugadores de rugby. Habrá que ver con el tiempo si el minuto de silencio en memoria de Fernando Báez Sosa en el partido del viernes entre Jaguares y Georgia (los argentinos, además, llevaron un brazalete negro en señal de luto) es el comienzo de algo en serio. Entre los clubes, Biguá de Mar del Plata dio un fuerte mensaje con estos preceptos: eliminar el alcohol en los terceros tiempos para jugadores, entrenadores y dirigentes; desterrar toda situación de violencia como los bautismos, dentro y fuera del club; armar ciclos de charlas de presencia obligatoria sobre temas de violencia, de adicciones y de género, e implementar un reglamento interno con sanciones a quienes no lo cumplan. Se podrá debatir sobre algún punto, pero lo cierto es que es un ejemplo a seguir.
En medio de esta situación no deseada pero sí esperable por los continuos casos de violencia protagonizados por jugadores de rugby fuera de los clubes, el deporte verá acción desde pasado mañana con el debut de Jaguares en la edición 2020 del Super Rugby. Pero, además, lo que pasó en Villa Gesell la toma a la UAR en un momento donde inició la expansión de su parte profesional con la contratación de otro grupo de jugadores que en esta primera parte del año representarán a otra franquicia –Ceibos– en una Super Liga Americana que antes de empezar generó discordias –especialmente de la Unión de Tucumán– en cuanto a la cesión de jugadores y los derechos de formación. Hay un cambio de paradigma en este nuevo escenario en el que participarán clubes de fútbol y personas que llegan a presidir una franquicia por tener más dinero, todo lo contrario de lo que es el voluntariado de clubes en el país.
Pero vamos a situarnos en Jaguares. El equipo comandado por Gonzalo Quesada y su reducido staff (Juan Fernández Miranda y Andrés Bordoy) iniciará en Vélez, ante Lions, una nueva etapa dentro del proceso profesional del rugby argentino. Las excelentes actuaciones que llevaron a la final del torneo el año pasado quedaron unos días más tarde sepultadas porque esos mismos jugadores protagonizaron una olvidable Copa del Mundo. Pero ahora es otra historia, ya que es el kilómetro 0 del camino a Francia 2023.
Quesada recibió en noviembre, cuando empezaron los entrenamientos, a un grupo golpeado por lo ocurrido en Japón. Además, con bajas importantes por los que se fueron a Europa (Matera, Lavanini, Moyano, Pieretto). Hubo que recomponer el tejido anímico y el del juego y, además, abrir la puerta para nuevas caras, llegadas desde Pumitas o desde los distintos centros de alto rendimiento del país. El coach hizo nuevamente un fuerte trabajo en la identidad del equipo y en agregarle variantes al juego para intentar sorprender y dominar a sus rivales.
Habrá este año más recambio (el plantel que afrontó el segundo amistoso ante Georgia, en el SIC, fue un claro síntoma de lo que ocurrirá en 2020) y un refuerzo en lo que se llama el entrenamiento invisible, que además de la alimentación y el descanso, incluye el contacto personal con cada jugador. Quesada hizo hincapié en la humildad. Es un principio que no sólo falló en lo que ocurrió en la Copa del Mundo.
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