Un viaje al mundo íntimo del capitán

El abuelo paterno de Daniel Orsanic era diplomático y cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial debió abandonar Croacia, junto con su familia, por temor a lo que podía suceder. Se cambió el apellido, Orlovich en lugar de Orsanic, por seguridad. Vivieron en campos de refugiados, algunos meses en Austria, luego tres años en Italia, hasta que llegó el viaje, en barco, a la Argentina. Branko, el hijo varón, vio en primera persona cómo su padre pasó de diplomático en Europa a ayudante de la construcción en Buenos Aires. Jugador de pelota paleta, aprendió a jugar al tenis y en los '60 comenzó a dar clases; esa profesión lo abrazó durante más de tres décadas y, su hijo, Daniel, heredó la pasión.

"Mi abuelo falleció cuando yo era chico, tenía pocos meses, pero sin embargo tengo un registro de él. No me preguntés por qué. De estar en su casa de Tigre. Nosotros vivimos, primero, en Barrancas de Belgrano, y después en Palermo, por la calle Guise, hasta que nos mudamos a Villa Urquiza, donde viví desde los 6 o 7 años, hasta que empecé a viajar, a los 18 años. Mi papá me ha contado más de una vez su historia, pero tampoco es algo que él haya querido transmitir. Al contrario, fue una etapa dolorosa y entonces es como que dijo ?Estamos en la Argentina, soy argentino y quiero hacer mi experiencia acá'. Él perdió un hermano en un campo de refugiados en Italia y se quiso borrar esas cosas", confiesa Orsanic, de 47 años.

El mayor de tres hermanos -Mariana, la segunda, está casada con Mariano Hood-, Orsanic empezó a viajar relativamente tarde como profesional. El dinero no sobraba. "Mi viejo laburaba muchísimo; mi vieja también, como profesora de educación física. Una familia de clase media. En Villa Urquiza hice mucha vida de barrio. Iba a escolaridad simple y después me pasaba toda la tarde en el club, en Arquitectura, donde jugaba al tenis, al fútbol y al basquet. Ahí me formé deportivamente hablando", recuerda.

¿Cómo se describiría como tenista? "Tenía buena técnica, probablemente mejor revés, voleaba bien, mi saque era normal, la derecha no era mala, pero no terminaba de hacer diferencia. Tenía tendencia a ir para adelante, pero de tanto jugar en polvo, se me fue atrofiando esa característica. Y quizá por eso terminé jugando en dobles, que en su momento fue mi mejor opción, ya que había salido de una pubialgia. Volví, estaba 180°, un poco más grande y no me motivaba tanto jugar en Challengers. Disfruté jugando dobles; me dio la oportunidad de jugar Copa Davis, que en singles no lo hubiera logrado. Pero me costó tener continuidad, le había perdido un poco el gusto. Los últimos dos años jugué forzando ese espíritu. Cuando tomé la decisión de no jugar más, no lo extrañé. Tenía 34 años".

Influenciado por su padre, Orsanic fue alcanzapelotas en el Abierto de la República, en el Baltc. Fanático de River Plate, tiene muy pocas cábalas. Muchos de los tenistas que fueron entrenados por Orsanic, como José Acasuso, lo describen como detallista, estructurado, observador. Y con una costumbre: hacer anotaciones en un cuadernito. "Viajé mucho tiempo solo y la parte mental siempre fue importante -comenta-. Me ayudó mucho trabajar con una psicóloga deportiva, que me daba trabajos de control para hacer durante el viaje. Después, bajaba al papel mis sensaciones. Se me creó una costumbre; entonces, volvía de los viajes y le pasaba todas las hojas que había escrito y ella lo estudiaba. No había Internet, al principio era ir juntando fotocopias. Creé un hábito, que después, entrenando a jugadores, continué. Y lo fui archivando. Hoy están la computadora y el teléfono, claro. Es gracioso. Pero siempre me sirvió, incluso para más allá del tenis. Lo guardo todo, en algún lado está. Alguna vez he encontrado alguna agenda vieja y cuando la leés es impresionante la actualidad de los registros y de los pensamientos. Uno ve también la evolución del jugador y la persona. Se lo recomiendo a todos los chicos y a los jugadores que lo hagan, porque después te olvidás de lo que sentís y te aseguro que te arrepentís".