Alejandro Izquierdo: "Es posible reducir el gasto público sin tocar los rubros socialmente sensibles"
Alejandro Izquierdo hizo una disección de un mal endémico en América Latina en general y en la Argentina en particular: el gasto público . En el crecimiento exacerbado de este rubro y en la ineficiencia con la que se lo distribuye reside, quizás, el origen de todos los problemas económicos, por eso es interesante la visión que expone el economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sobre la posibilidad de achicarlo sin provocar un estallido: "Es posible bajar el gasto público sin tocar los rubros socialmente sensibles".
Esa es solo una de las conclusiones a las que arribó Izquierdo al investigar para el libro Mejor gasto para mejores vidas: cómo América Latina y el Caribe puede hacer mas con menos, editado por el BID, que escribió con los economistas Carola Pessino y Guillermo Vuletin. Entre otras conclusiones, una muy llamativa es que en los últimos 20 años la Argentina pasó de tener un gasto público de 25% del PBI a uno de 42%. "Fueron 17 puntos en un período muy corto. Eso es brutal", opina.
-¿Por qué se volvió tan problemática la cuestión del gasto público en la Argentina?
-Hay un problema que no es solo de la Argentina: cuando vienen los buenos tiempos se tiende a subir el gasto público más de la cuenta y después no queda otra que ajustarlo en las malas. El tema es cómo evitar esos vaivenes. Primero, hay que ponerse de acuerdo sobre en qué queremos gastar y cuánto, y después, sobre cómo financiarlo. Además, hay que hacerlo con una visión estructural, que crezca de a poco, sobre bases sólidas. Si se logra ese rol contracíclico, se evitan muchos problemas.
-¿Por qué siempre se dice que el gran problema de la economía argentina es el gasto público?
-Porque el país tenía un gasto público equivalente a 25% del PBI en los 90 y en 2015 llegó a 42%. Se subieron 17 puntos en un período muy corto. Eso es brutal. Cuando subís tanto el gasto, pensar que lo vas a usar de manera eficiente es medio difícil. ¿Qué pasó? Hubo un boom de las commodities y se pensó que eso iba a ser permanente, lo cual fue un error. Había que medirse en las buenas épocas y nosotros no lo hicimos: somos el país que más gasta como proporción del PBI en toda América Latina.
-El actual gobierno heredó este nivel de gasto, pero tampoco hizo mucho para bajarlo.
-Macri hereda esto y decide aplicar un ajuste gradual. Esto tiene ventajas, pero también contras, porque hay que pedir financiamiento externo y te expones a shocks financieros cuando de afuera deciden que no te quieren prestar más. Después, vinieron malas noticias: una malísima cosecha del agro, la suba de tasas en los Estados Unidos y problemas en emergentes.
-Entonces ¿le parece bien que se haya recurrido al Fondo Monetario Internacional (FMI)?
-Cuando se cierran los mercados de crédito no queda otra que hacer el ajuste, y eso es lo que está haciendo el Gobierno. En ese contexto, creo que se hace lo que se debe hacer. Se lo está aplicando muy de golpe, porque el contexto externo así lo exige. Pero si no hubiera heredado semejante nivel de gasto público, no hubiéramos tenido ninguno de estos problemas.
-¿Cuál es el grado de ineficiencia en el uso de ese gasto público?
-Hay fuertes ineficiencias. Crecer tan rápido en el nivel de gasto hace que no se tengan las instituciones como para asignar de manera eficiente. Primero, se aumentan mucho los gastos corrientes (jubilaciones y asalariados públicos, etcétera) que después son difíciles de bajar. Entonces hay que pensar, cuando se está en la etapa buena, cómo limitar ese gasto corriente y apostar más al gasto que te va ayudar en el futuro, como la inversión pública. Hoy América Latina gasta lo mismo, en ese rubro, medido en términos per cápita, que lo que gastaba en los 80, cuando el resto del mundo lo aumentó 50%.
-¿Qué ineficiencias en la asignación del gasto encontraron al investigar para el libro?
-Lo que encontramos es que hay un montón de filtraciones. Por ejemplo, prácticamente la mitad de las pensiones no contributivas se dan a personas que no son pobres. Hay que focalizar las transferencias en los sectores más pobres y usar el gasto en no pobres para otras cosas. En América Latina hay 1,7% del PBI que se va en transferencias a no pobres.
-Además de ser récord en nivel de gasto público, ¿el país es peor que el resto en otros puntos?
-Si a lo anterior le sumamos ineficiencias en las compras del Estado y los diferenciales de salarios que se pagan en el sector público por encima del privado, vemos que mientras que en la región lo que se pierde por ineficiencias es de 4% del PBI, en la Argentina es de 7,2%. Por ejemplo, acá los salarios públicos son 20% más altos que los privados.
-¿Y qué opina de los subsidios?
-Contesto con el ejemplo de unos de los peores subsidios que hubo por años acá y que son los de la energía. Se financiaba la energía a todos, cuando solo debería habérsela financiado a los pobres. Eso hizo que todos consumieran de más y que los productores generaran menos, porque el precio no les convenía. ¿Conclusión? Nos quedamos sin energía y pasamos de ser exportadores a importadores.
-Ante la necesidad de llegar a déficit cero en 2019 ¿cree que va ser castigada la obra pública?
-Cuando te toca vivir una situación como la de hoy, desgraciadamente se recorta en obra pública. Pero atención, porque en el informe lo que mostramos es que, si bien no queda otra opción, eso puede ser costoso porque se corta el efecto multiplicador del gasto que tiene la obra pública. La gran paradoja que intentamos resolver con nuestro libro es que en América Latina siempre hay que ajustar el gasto justo en el momento en que el ciclo es malo.
-¿Qué datos lo sorprendieron a partir de esta investigación?
-Primero, que la inversión pública se deterioró desde los 80, mientras que el gasto corriente se duplicó. Eso es hipotecar el futuro. La otra hipoteca es que el gasto se concentra mucho en los ancianos y poco en los chicos (4 a 1 en la región y el país; mientras que en los Estados Unidos es 2 a 1). Nos estamos haciendo viejos antes de hacernos ricos y ese es un gran problema. Otra cosa muy llamativa es que todas estas transferencias de pensiones no contributivas y asignaciones a familias pobres, que debieran ser independientes del ciclo, por la forma en que indexan se convierten en procíclicas; es decir, en las malas se les da proporcionalmente menos.
-Usted también habla de ineficiencias técnicas, ¿qué hay para hacer en ese aspecto?
-Habría que igualar los niveles de salarios entre empleados públicos y privados, por ejemplo. Pero si analizamos solo la infraestructura, vemos que los sobrecostos en ese rubro en la región son de 50% (se gasta 150 donde se dijo que se gastarían 100). Ahí, tomamos todos los proyectos del BID y del Banco Mundial en la región y vimos que el sobrecosto promedio es de 20%, es decir que hay un 30% de diferencia que es ineficiencia. Pensá que en infraestructura se gasta 2% del PBI en promedio, por lo que es mucho lo que se va por ineficiencia.
-¿Es decir que sin recortar en los rubros más dolorosos para la gente se podría reducir el gasto?
-Totalmente, es posible bajar el gasto público sin tocar los rubros socialmente sensibles, porque se puede hacer más con menos. Pero hay que trabajar mucho en esa eficiencia y no es algo que se logra rápido, porque requiere negociaciones profundas con distintos actores. Por ejemplo, está perfecto que haya sindicatos y que haya discusiones salariales, pero que los aumentos sean por productividad.
-Así como se está hoy ¿es posible terminar con el déficit fiscal?
-Sí, claro que es posible. Pero hay que terminar con las filtraciones en el gasto público, con las ineficiencias y con la tendencia de no asignar recursos estrictamente a los pobres.
Mini bio
- Estudios: Licenciado en Economía (UBA) y doctor en Economía (Universidad de Maryland)
- Trayectoria: Está en el BID desde hace 17 años.Anteriormente, trabajó en el Banco Mundial