El nuevo mix de jugadores y el recambio generacional traen cambios de estilos, de mentalidad, de capacidades y de manejo empresario que pone a los productores bajo un nuevo y difícil examen.
El fraccionamiento de tierras fue de tal magnitud que a estas alturas muchas se convirtieron en quintas familiares de fin de semana. Otras que mantuvieron su tamaño se fueron descapitalizando por la escasa vocación/capacidad de sus dueños o por insistir en vivir con más de la cuenta, permitiendo a empresarios, neoburgueses y políticos comprar estos campos como inversión y de paso conseguir cierta actualización social.
Semejante cambio de manos, incluyendo las recientes adquisiciones por los fondos de inversión, consolida un universo cada vez más heterogéneo y diverso de dueños, muchos con una gruesa billetera, que impulsan ideas nuevas para crecer con rentabilidad. Sin embargo, los más audaces e improvisados, incluyendo algunos pools, salen de pista rápidamente por subestimar una actividad que es bastante más complicada de lo que parece.
Si bien sigue arraigado ese carácter individualista y más bien cerrado del productor tradicional, las nuevas generaciones son más flexibles y desafían sin inhibiciones ni tapujos el statu quo hacia visiones más modernas, influenciadas por el avance tecnológico e informático, la innovación y la especialización.
La creación de redes asociativas entre prestadores de servicios (contratistas), proveedores de insumos y propietarios de tierra para minimizar costos y riesgos es un claro ejemplo de esta tendencia. Algunos podrán seguir disfrutando del aislamiento, pero los avances del negocio sólo harán que la diferencia entre éstos y aquéllos se convierta en un abismo y finalmente desaparezcan.
Se afianza un modelo más globalizado y exigente, con la rentabilidad y el manejo empresario como ejes aunque muchas veces ese mayor afán de éxito viene acompañado por cierta dosis de arrogancia que nada tiene en común con la cultura y forma de ser de la típica gente de campo. Se debieran rescatar y aplicar los aspectos más positivos de cada modelo para que entre otras cosas el sector no pierda ese importante capital político, todavía vigente pero inexplotado, como es la excelente imagen de la opinión pública sobre el productor.
La escala de producción es un factor crítico en la ecuación económica, pero fue un término tan manoseado últimamente que lograron confundir a muchos incautos que avanzan por ese camino sin medir las consecuencias. La escalabilidad de un negocio en el tiempo la debe alcanzar el management y entendido no como un término abstracto para grandes corporaciones, sino como el conjunto de decisiones e implementaciones operativas y estratégicas, muchas veces simples y efectivas, que potencian la renta del negocio.
Dicho con crudeza, cuando un productor combina falta de management, retiros desproporcionados y bajo capital lamentablemente va camino al cementerio, mientras que otro de igual perfil pero con mayor capital sólo tiene más tiempo para elegir el ataúd. Para evitarlo puede optar por alquilar, vender o transformarse aunque esto último no es muy realista por sus propias limitaciones y/o por la ausencia de suficientes programas de asistencia a la reconversión.
La buena noticia es que quienes compensan su bajo o mediano capital con austeridad, retiros moderados y reinvirtiendo los excedentes con criterio y sensatez podrán mantenerse o crecer y capitalizarse. Y como en la selección natural de Darwin, aquellos que además de tener un mayor capital tengan un afilado sentido empresario serán quienes continúen absorbiendo a los más débiles.