Por Bando del Virrey Vértiz, en enero de 1779, ante la falta de brazos para la cosecha de trigo, los peones de los obrajes de ladrillos y tejas, como también los indios mulatos y negros libres debían conchabarse para la cosecha. Para el que no lo hiciera: cien azotes, pena dada también al que encontraran trabajando en dichos obrajes o jugando en las canchas de bochas. En el Cabildo de Buenos Aires en 1783, cuando se establecieron precios a artículos de abasto, se impuso una multa económica si no se cumplían los precios fijados, además de prohibir el uso de naipes y bochas. En enero de 1788 el vicario de Rincón de San Pedro expone ante el Cabildo el grave problema que ocasiona en la población el juego (entre ellos, las bochas), pero el Cabildo acordó. "Las canchas de bolos y bochas es cierto que suelen producir muchas cuestiones, y disturbios, pero siendo como es una diversión honesta, y lícita, y justo que en los días de dos preceptos se permita algún desahogo a los trabajadores se conceptúa que estas diversiones no pueden privarse absolutamente, sino en aquellos días de trabajo en que a todos se les contempla en sus faenas."
Por esta época, las autorizaciones para la apertura de canchas de bochas, las otorgaba el Cabildo, así encontramos la autorización del 1° de agosto de 1799 al memorial del vecino Luis Alcaras solicitando permiso para que el vecindario de Pergamino pudiera tener una cancha de bochas. En estos pagos, el Cabildo le concedió a Juan Álvarez, en noviembre de 1809, la autorización para establecer una cancha de bochas sólo para los días festivos y le encomendó al alcalde de hermandad del partido de Pergamino velar por su cumplimiento, cobrar los dos pesos mensuales, y suspender el uso de las canchas que a la fecha no han contribuido con el gravamen establecido.
En Buenos Aires hubo varias canchas de bochas, para mencionar algunas de antaño, en Barracas había una en el viejo almacén en la actual esquina de Brasil y Gral Hornos. En Almagro la Pulpería El Pasatiempo en la actual esquina de Venezuela y Bocayuva había una a la sombra de unos sauces, allí concurrían payadores de la talla de Gabino Ezeiza y José Betinoti, entre otros.
En Villa Crespo, para la visita del hijo de Garibaldi, la Sociedad de Fomento en octubre de 1897, en la esquina de Canning y Camargo, armó una cancha de bochas que inauguró el propio Garibaldi.
En Floresta, en la actual esquina de Dr. Juan Aranguren y Carrasco, estaba el conocido almacén La Cadena, nombre dado por las cadenas que unían unos fuertes postes que hacían de protección a las paredes del almacén de los continuos arreos de hacienda que pasaban por allí. En el fondo del almacén había una muy concurrida cancha de bochas. También en el Barrio de Belgrano, en las actuales Monroe y Av. Del Tejar, funcionaba una pulpería donde los troperos jugaban a las bochas.
El 31 de mayo de 1899, el presidente Roca se traslada en tren hacia Neuquén, para inaugurar tramos ferroviarios; al día siguiente llegaron a Choele-Choel; esto manifestaba Caras y Caretas: "Todos los viajeros descendieron de los coches. A cuatro señores diputados se les ocurrió jugar una partida de bochas. Desde que somos tan amigos de los italianos, todo el mundo sabe lo que son las bochas, pero la generalidad no comprende toda la importancia que tiene una partida jugada en pleno desierto. ¡Qué bolada para un simbolista! Allí están en la cancha los cuatro buenos jugadores: tienen de espectador al representante de la LA NACION, y de cronista al reportero de un semanario".
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