Guillermo Suñé se metió en el mundo de los caballos y logró que un ejemplar de su propiedad gane un destacado premio
“En realidad, yo soy artista plástico de toda la vida”, es lo primero que dice Guillermo Suñé al salir del pasillo de los boxes en donde está “Cortijo Tigre”, su caballo de la raza Appaloosa. En ningún momento deja de sonreír y, de a momentos, se ríe. Aclara que es porque le da una mezcla de alegría y gracia analizar el lugar en el que está: la exposición Nuestros Caballos, que reunió hasta ayer a la industria equina. En rigor, después de más de 45 años dedicados a hacer vitros y grabados, dio un pequeño giro en su vida y empezó también a ser criador de caballos.
“Los caballos son un amor que tuve toda la vida. Siempre venía a las exposiciones rurales a verlos, pero lo sentía como un mundo que nunca iba a ser para mí. Por eso, ahora estar acá como criador y, con un premio, es algo que todavía no puedo creer”, dice Suñé. Con los ojos llenos de lágrimas, agrega: “Es un sueño”.
Hace siete años pudo cumplir su deseo de tener un equino de la raza Appaloosa, los cuales se caracterizan por tener un pelaje que le da la apariencia de una piel pecosa. Si bien cuando lo adquirió no estaba en sus planes participar de las exposiciones, hace un año una criadora de la misma raza lo invitó.
Suñé es porteño, pero vive en Achiras, Córdoba. “A pesar de que todos me decían que iba a ser una catástrofe mi vida porque siendo artista me había ido a vivir a un pueblo, pude encontrar una veta para poder vivir de eso”, comenta el artista que agradece que tuvo la posibilidad de vivir toda la vida del arte.
Luego de terminar el colegio, con 22 años el criador ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en Buenos Aires. Allí egresó con el título de profesor de grabado. Con título en mano, se trasladó a París para hacer un posgrado en el Atelier 17 de William Hayter en París. “Agradezco que tuve la inmensa posibilidad de entrar en ese taller que es uno de los más importantes del mudo, en donde estudió Marc Chagall, Pablo Picasso que fueron contemporáneos a Hayter y querían aprender la técnica de contraste simultáneo de color que él había creado”, dice.
Al regresar a la Argentina, cuando tenía 30 años, se instaló en el pueblo cordobés. “Ahí me vaticinaron que me iba a morir de hambre, me decían que estaba loco, que me tenía que quedar en Buenos Aires, pero yo no quería”, explica.
Sin hacer caso a los dichos de sus conocidos, Suñé instaló su taller en el pueblo cordobés en donde comenzó a hacer vitrales tanto religiosos como para viviendas particulares. “Fue formidable porque pude trabajar para todo el país desde ahí”, dice.
Incluso, participó en las Bienal de vitralistas de París desde 1999 al 2005. “Tuve buenos premios, no me fue mal y pude alimentar a mi familia”, manifiesta. En rigor, en 2003 recibió una de las 3 medallas de honor que se entregan en el evento de arte contemporáneo parisino y fue nombrado como miembro N° 13 del Comité de Honor de las Bienales.
En Achiras siempre tuvo equinos, pero explica que eran caballos “serranos”. Sin embargo, un día asistió a una marcha de caballos en donde conoció un Appaloosa. “Me enamoré, por su resistencia, inteligencia y lo fiel, pero tardé 10 o 15 años en conseguirlo porque en ese momento no estaban a mi alcance. Hace siete años finalmente pude comprar un potrillo que resultó ser un ejemplar maravilloso”, indica.
El año pasado, una criadora de Río Cuarto a la que le contaron que Suñé tenía Appaloosa lo contactó para invitarlo a una exposición que se hacía en esa localidad cordobesa. Allí los expositores le insistieron para que participara de Nuestros Caballos.
“No estaba muy seguro porque mi caballo era de campo y para competir hay que entrenarlo. Cortamos unos árboles y con ramas hicimos un corral de 15 metros de diámetro donde lo empezamos a entrenar junto a un empleado que es, como yo, vitralista, grabador y ahora es domador”, señala.
Aún está sorprendido con los resultados de la primera jura de morfología donde participó “Cortijo Tigre” y el primer premio que le otorgó una jurada norteamericana, de donde es originaria la raza.
“Como es una raza muy nueva, somos pocos y nos da esta posibilidad que es casi milagrosa”, afirma. Recibió el premio de Campeón Macho de la 7ma. categoría Appaloosa de 8 años. “Todavía sigo sin poderlo creer”, expresa.
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