Las cifras trimestrales del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) de fines de marzo vuelcan toda la responsabilidad sobre la próxima cosecha estadounidense. Y, como desde hace cientos de años, el clima tendrá la última palabra. Sin embargo y particularmente en esta campaña que se inicia, la meteorología tendrá que ser ideal en términos productivos, para que no se transforme en una “tormenta perfecta” en el ajustadísimo esquema de oferta y demanda de maíz y, sobre todo de soja, en el mencionado país.
Actualmente, la relación que mide los stocks finales con la demanda de soja del ciclo 2020/2021 se ubica en el 2,6%, siendo el dato más bajo desde que hay registros, junto con los de la temporada 2013/2014. Pero si volcamos los datos del Foro Anual del USDA de febrero con el nuevo guarismo de área informado por el organismo, se podría llegar a porcentajes del 0,6% en dicho ratio.
En el caso del maíz, la situación estaría algo más relajada, aunque por debajo del 10%. Dicho valor se toma como línea de flotación por debajo del cual el abastecimiento del forrajero comienza a ajustarse fuertemente. Lo más interesante de todo esto es que estos números se lograrían con un nivel de área cercana al récord, con rendimientos récord en el caso del maíz y dentro de los tres más importantes en el caso de la soja y, por ende, con producciones pocas veces vistas en Estados Unidos.
Así las cosas, el mercado está “jugado” ciento por ciento a que nada falle. Y si un traspié llegara a ocurrir, entonces la demanda debería hacer su ajuste. En este sentido, siempre estamos dependiendo de China. Una dependencia fatal, si pensamos que es un solo país, que sigue siendo el principal importador mundial de los diez principales granos y frutos oleaginosos, pero que desde esta temporada también pasa a ser el principal comprador de maíz a escala global y el tercero en trigo.
Sin olvidarnos, que buena parte de las decisiones (sino todas), pasan por cuestiones políticas más que de mercado. No obstante, no se observan actualmente signos de racionamiento por parte de la demanda china o de otros grandes compradores del sudeste asiático.
En el caso particular de nuestro país, el gigante asiático no resulta tan trascendente como para Brasil o Estados Unidos. En nuestro caso, deberíamos mirar más a países como Vietnam. Si bien del poroto de soja que exportamos más del 80 por ciento va a China, la Argentina exporta a Vietnam el 21,5% del maíz que vende al mundo y, en el caso de la harina de soja (el grueso de la soja se vende como harina y aceite), la cifra se ubica en el 17%. Esto lo pone como el principal destino –por lejos– en estos productos.
En el trigo representa el 1,5% del total de lo que la Argentina exporta, aunque creciendo. Pero claro, Chicago queda en Estados Unidos y si hubiese un freno de la demanda china, los valores internacionales acusarían el impacto.
Mientras tanto, y pensando en la foto actual de la demanda, en el hemisferio norte ya comienzan a sembrarse los primeros lotes de maíz y los pronósticos climáticos no son precisamente auspiciosos para el periodo crítico de los cultivos. Esto recién empieza y todavía falta mucho, pero es necesario estar atentos.
El autor es socio de Nóvitas SA.