¿Para qué nos sacan, si nos lo van a devolver? Esa frase, de puro sentido común fue acunada en 2008 en el fragor de la 125 por Alfredo de Angeli. La propuesta del gobierno esos días, era cobrar las retenciones móviles, y luego devolver (a algunos) parte de ese impuesto, siempre y cuando esos algunos cumplieran ciertos requisitos.
Todo eso desde ya no funcionó ni en 2008, ni durante el 2020 cuando nuevamente se insistió en un nuevo plan de devolución de DEX (retenciones) para pequeños y medianos productores que quedó inconcluso, y por una sola campaña. Lo que se quita no se devuelve.
La creación de intrincados galimatías de probables devoluciones de impuestos (si es que se cumplen determinados requisitos) parecen obsesionar tanto a políticos oficialistas como a burócratas. Las discusiones internas sobre a quienes legítimamente les “correspondería” ser sujetos de reintegro o desgravación de una ínfima parte de impuestos, que ya han sido cobrados al contado, son muy acaloradas.
Todos parecen encontrar la manera más justa y adecuada (en teoría) de rectificar una injusticia impositiva ya consumada. Y lo que más parece excitar, es poder crear mecanismos intrincados, con presentación de papelería que acredite aumentos de producción, desde una “línea base” imaginaria, la cual es imposible auditar por la vía de balances y DDJJ de impuestos. Mientras mas difícil resulta el control y eficacia, más se entusiasma con la creación de nuevos registros y declaraciones para controlar lo que el anterior registro no controla.
Tampoco dejan de faltar los nombres rimbombantes que se van acrecentando y sofisticando de estas iniciativas. En su momento lo fueron el “maíz Plus”, “Trigo plus”, “CEPAGA”, o bien hoy, el ya más multifacético y de larga nomenclatura denominado proyecto de “Régimen de fomento, de desarrollo, federal, inclusivo, sustentable y exportador”. Este tiene un bonito nombre, eso hay que reconocerlo.
Los empresarios viven en el mundo de lo concreto. Las iniciativas para alentar inversiones muchas veces van por una dimensión paralela a lo concreto. Mundos en planos distintos. Señales que se creen apetecibles para quienes las redactan con la mejor buena intención, pero solo crean en el destinatario una mueca de frustración y desconfianza.
Carga tributaria
La presión impositiva más alta posible, combinada con el cierre o cuotificacion de exportaciones es la señal directa que llega a los productores como una luz incandescente. Luz que se ve de lejos, y funciona como una guía para replegarse. Un faro que anuncia el peligro de las rocas. Todos lo ven. Todos se cuidan.
No ir al punto. No ir a las cosas como decía Ortega y Gasset, pone al productor agropecuario en situación de espectador y no de protagonista. Un protagonismo que se ganaría vía inversión, innovación, el uso y desarrollo tecnológico, que solo se pueden dar si se apuntan a los verdaderos drivers que disparan la inversión.
Para que eso se active, hay que convencer al posible inversor. Que confíe, que tome los riesgos inherentes al negocio, pero que sepa con certeza que lo que produce no va a poder ser limitada su venta, por un cierre de exportación. O por un algoritmo improvisado, que en el aire calcula que no se puede exportar mas de un determinado porcentaje de la producción nacional de un producto. Una cifra disparada así al más alto nivel deja atónitos tanto a productores, industria como a nuestros compradores en el mundo. La incertidumbre en el aire.
Un chacarero que recibe un tercio del valor internacional de la soja, y la mitad del valor internacional del maíz y trigo, no se lo va a convencer con una maraña de regulaciones, que, si por esas casualidades sortea todas las barreras burocráticas, y finalmente es considerado uno de los afortunados para aplicar como beneficiario a desgravar algún impuesto, su suerte va a estar jugada a que que exista un cupo presupuestario contante y sonante. Son tantas las vallas a saltar, que el entusiasmo para entrar en un programa tan complejo y de múltiples callejones sin salida no entusiasman el inversor genuino, que realmente mira otras cosas.
Los puntos centrales para crear esa corriente inversora existen, ya se han aplicado y funcionaron, recuperando producción y exportaciones. Caso trigo, maíz y carnes a partir de 2016. No son para nada sofisticados, al revés, las medidas necesarias son pura simplicidad. Simplicidad que necesita de la decisión política de abrir la economía, bajar AEC (arancel externo común) para importar bienes de capital, unificar tipo de cambio, un programa de baja de la presión impositiva, no privilegios intracadena, mercados abiertos sin intervenciones, macroeconomía ordenada. El resto, el sector privado lo sabe hacer. Y las respuestas vienen solas. Ya lo vimos, mismo en contexto de precios mucho mas bajos.
La lógica hoy pareciera ser, la de aplicar más asfixiantes impuestos, que serán devueltos en una ínfima parte a algunos pocos, si es que hay partida presupuestaria, y solamente si se aumenta la producción según una arbitraria “línea base”. Mientras tanto, se cierran los mercados, donde esa producción se podría vender. La referencia circular está siendo consumada.
El autor es productor agropecuario
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