La Argentina tiene una deuda moral con un mundo que atraviesa severas dificultades alimenticias y energéticas. En un escenario con conflictos que generaron una explosión de precios e interrupción en el suministro de materias primas, alimentos y energía, y en consecuencia aumentó la pobreza y el hambre en la aldea global, nuestro país debe reposicionarse.
Históricamente éramos reconocidos como abastecedores de alimentos confiables, nos llamaban “el granero del mundo”. Nuestras carnes, cortes de alta calidad, siguen siendo las más apetecible en toda la Unión Europea. Nuestros vinos altamente reconocidos y las frutas con sus jugos deseados por nuestros países hermanos, y así, cientos de productos que realizamos con el esfuerzo a diario del productor y su agroindustria.
A pesar de la miopía de nuestros gobernantes, el empresario rural es plenamente consciente de esta necesidad y sueña con reposicionar a nuestro país. Para cumplir con ese sueño, invierte todos los años alrededor de 46.000 millones de dólares, dinamizando toda la economía, creando empleo legítimo, generando divisas y arraigo. Más aún teniendo en cuenta que cerca del 70% de lo que invierte e inyecta en la economía lo realiza en la localidad y región donde produce. La inversión anual del sector supera a las reservas brutas del Banco Central.
La carencia de una política de Estado que brinde previsibilidad y competitividad a largo plazo, resta sustentabilidad productiva, económica, financiera, social y ambiental. La visión cortoplacista de nuestros gobernantes y la voracidad fiscal sin límites racionales, fundamentada en un gasto publico exacerbado, nos limita no solo el potencial productivo, sino también en la generación de divisas. Retenciones y restricciones a las exportaciones, una presión fiscal asfixiante, precios relativos distorsionados, altos costos de insumos estratégicos e infraestructura deficiente, son factores que debemos corregir para ser competitivos.
Países hermanos han duplicado su producción y aumentado su participación en el mercado mundial aprovechando las oportunidades que dejamos pasar, gobierno tras gobierno.
Debemos volver a ser confiables como abastecedores de alimentos y energía renovable a un mundo cada vez más exigente. A un mundo que nos requiere, que nos reclama como actores relevantes en comercio internacional y no debemos defraudarlo.
Los empresarios rurales y la cadena agroindustrial tienen la oportunidad de generar sinergia innovadora. Basados en el conocimiento y la sabiduría adquirida, se potencia la oferta de alimentos, energía renovable y servicios en forma sustentable, en una relación muy amigable con el ambiente.
Estamos en condiciones de asegurar al consumidor más alimentos inocuos, de calidad y a precios competitivos; beneficiando no solo a nuestros compatriotas, sino también a toda la población mundial. Si volvemos a hacer líderes en el abastecimiento de alimentos y nos consolidadnos como proveedores de energía renovable, como es el caso de los biocombustibles, habría menos hambre y se reduciríamos el efecto invernadero, todos beneficios para un país y un mundo mejor.
Sustentabilidad
La sustentabilidad productiva, económica, social y ambiental, se desarrolla con políticas que incentiven la inversión y estimulen el crecimiento. La estabilidad macroeconómica y una apertura inteligente de la economía, son factores primordiales que nos permitirá aumentar la productividad, expandir la frontera productiva e integrarnos verticalmente para agregarle aún más valor a nuestros productos en las localidades donde se originan los mismos. De esta manera mejoraremos la competitividad sistémica, creando más empleo y arraigo.
La innovación es permanente; se introducen a diario herramientas digitales, alta precisión, nanotecnología, mapeo satelital, monitoreamos malezas, enfermedades e insectos, trabajando en consolidar la responsabilidad social empresaria.
En el sendero hacia el consumidor, cada vez más exigente, la trazabilidad, la certificación de productos y denominación de origen, nos ayudará para diferenciarnos de nuestros competidores y a reposicionarnos como proveedores de alimentos seguros y confiables.
El empresario rural en particular y la cadena agroindustrial en general, saben enfrentar desafíos y riesgos, a lo largo de la historia sobran ejemplos, siempre han luchado para ayudar a salir a nuestra nación de las sucesivas crisis que atravesamos. Hoy nuestro gobierno debe esforzarse en recuperar la competitividad perdida, a través de una política de Estado que permita planificar en el largo plazo, que brinde eficacia, eficiencia y economía en todas las áreas gubernamentales. El ajuste es inevitable. La profunda crisis que atravesamos nos lleva a conflictos sociales no deseados. Si no actuamos con celeridad, el mundo con 800 millones de personas con hambre y los argentinos con 50% de pobreza, nos demandarán.
Un país sustentable y confiable es el objetivo, esperemos que nuestros políticos estén a la altura de las circunstancias, el agro lo está. Nos merecemos un mejor futuro.
El autor es director titular de la Sociedad Rural Argentina e integra la Mesa de Enlace de la provincia de Córdoba
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