Hay una arraigada convicción en el productor de que la genética es la clave del éxito de todo el negocio agrícola. Asisten a seminarios, charlas técnicas, contratan asesores y hacen todo lo que esté disponible para asegurarse de tomar las decisiones que mejor se ajusten a cada situación puntual de siembra y producción.
Las empresas semilleras, a su vez, utilizando toda la tecnología que va variando año a año, avanzan de la mano de la biotecnología y la genómica a una velocidad que asusta. Los granos son commodities y en su mayoría deben ser industrializados antes de llegar al producto final o al consumidor.
En la vereda de enfrente tenemos la ganadería y la cadena de la carne. Son los mismos campos, los mismos productores, los mismos gobiernos, las mismas instituciones, y el panorama es diametralmente diferente.
La carne tiene la particularidad -distinto que la mayoría de los granos- que es consumida en forma directa por la gente luego de su paso por el frigorífico y por lo tanto debería ser central para la calidad del producto, la búsqueda incesante de dar satisfacción al consumidor a través de atributos como la terneza, el sabor, la presentación del corte y la consistencia en la calidad, por nombrar algunos de los atributos más valorados.
Tengamos en cuenta que la carne no es un commoditie : funciona como la industria del automóvil pero al revés: el vacuno, al llegar a la industria, se "descompone" en sus cortes los que, de acuerdo a su calidad se venden en mercados diferentes a precios todos diferentes entre sí. Sólo es considerado un commoditie el corte de la carne picada.
Por lo tanto, el tema calidad pasa a ser la esencia de la producción de carne, y para tener calidad, hay que trabajar en genética.
Lamentablemente en nuestro país se da un fuerte contraste entre la visión de la genética en la agricultura y en la ganadería. Mientras los productores se "apilan" para comprar la última variedad de soja o de maíz, o de trigo, cuando llega la hora de comprar un toro, muchos buscan "un toro barato" y no les preocupa no tener información del mismo.
Las mayoría de las cabañas arman sus planes genéticos poniendo foco en ganar premios en las exposiciones y no en producir carne de calidad.
Pero no es por falta de tecnología que ocurre esto. En ganadería hay en la actualidad mayores adelantos que en la agricultura: hay semilleros argentinos que anuncian la creación de una nueva división de "genómica" para no esperar seis meses en cada ensayo para ver cómo rinde una nueva línea o variedad. Pues bien : en ganadería ya lo tenemos. No hay que esperar a ver un ternero hijo de tal toro o tal vaca, para ver cómo produce. Tenemos indicadores como las DEPS (Diferencia esperada de Progenie) que desde hace ya muchos años nos permiten entender la futura producción de los reproductores, pero ahora este indicador se "potencia genómicamente".
Este procedimiento se logra a través de plataformas que las empresas Pfizer y Merial ponen disponibles para entender, a partir de una muestra de ADN, y anticipar la presencia de determinados atributos en la progenie de esos reproductores.
De hecho, recientemente se dio a conocer un trabajo en el que, tratando de cuantificar este adelanto de la genómica, se midieron en los Estados Unidos 500 toros antes y después de utilizar la información de ADN y concluyeron que , considerando la heredabilidad de los diferentes atributos la precision que agrega este sistema de información es igual a la equivalente de medir unas 20 crías. Esto que de por sí es muy bueno en los machos (aunque 20 crías no es tanto gracias a la inseminación artificial) es absolutamente determinante en una hembra: 20 crías supera la vida útil de una vaca.
Un productor puede comprar semen de un toro joven, eligiendo o priorizando determinados atributos que mejorarán su rodeo, con la certeza que le da la genómica de su producción futura. Algo impensado pocos años atrás.
Vemos entonces que no es por falta de tecnología ni de capacidad que nuestra genética bovina no evoluciona hacia un producto final de mayor calidad. Urge que se disponga de un mejor sistema de clasificación de la media res que permita pagar premios e incentive a producir mejor calidad (y mayor cantidad). Solamente a partir de buenos productos podemos generar competitividad genuina, y tenemos todo para avanzar: hagámoslo igual que lo hicieron los agricultores.