El Cowdray Park Polo se vistió de celeste y blanco
MIDHURST, West Sussex.- "Natural, refrescante, revitalizador, rico en antioxidantes..." ¿Un milagroso medicamento contra la gripe? ¿Una crema antiarrugas? ¿Una raíz extraída del Tíbet? Nada de eso. Algo mucho más simple y cotidiano, al menos en el Río de la Plata. El misterio se reveló el domingo 6 de este mes: bajo una inmensa carpa blanca, en el Cowdray Park Polo, uno de los campos de polo más tradicionales del Reino Unido, el mate era el centro de la escena.
La carpa -una iniciativa de la embajada argentina en Londres- fue bautizada como la "Argentine Village". El motivo: aprovechar la final de la Copa Embajador Argentino (impuesta hace más e medio siglo) para dar a conocer por estas tierras "las tradiciones y los sabores argentinos". Allí, cientos de ingleses -pero también chilenos, uruguayos y claro, argentinos- se acercaban a los stands entre game y game para saciar curiosidades y, en el caso de los sudamericanos, apagar nostalgias.
Uno de los stands favoritos fue el del mate. Más exactamente, el "Che Mate", presentado en coquetos folletos con un saquito pegado y los europeísimos títulos de "Organic Maté- Pure Green Maté" (así, con acento final, para facilitar la pronunciación en la lengua de Shakespeare).
"La idea es ofrecer lo mejor de allá [la Argentina] como este mercado [el inglés] lo quiere", explicó, pragmático y derrochando simpatía, Roberto Jellinek, director de la importadora Building Bridges. El medio kilo de yerba, que se esmeran en presentar como "con menos polvo, menos palo y más hojas verdes", cuesta 1,99 libra (unos 10 pesos argentinos), precio que incluye los elevados aranceles de importación y que es bastante inferior a las siete libras que suelen cobrar quienes usufructúan la nostalgia de los desterrados en el centro de Londres.
El embajador argentino, Federico Mirré, no pudo resistir la tentación y tomó unos mates cimarrones, con su saco de tweed verde y su sombrero de paja tan "a la inglesa". Después, fue a entregar la copa al equipo ganador, los Broncos, donde se lució el chileno Jorge Donoso. Miguel Novillo Astrada, de los Geebung, se quedó con las ganas de llevarse la copa, pero tendrá revancha: contó a LA NACION que en un mes se juega la Copa de Oro en esa misma cancha, y él piensa ganar antes de volver a Santa Barbara, California.
Otro de los productos que hicieron furor en el stand de Jellinek fue el dulce de leche San Ignacio, presentado en tarros grandes, medianos, y hasta en pequeños frasquitos para los curiosos que no se animaban a más... por ahora. Los folletos explicativos sobre el dulce de leche eran de antología. Después de una extensa descripción, se lo resumía como "Che Toffee". A continuación, un gráfico de barras explicaba por qué comerlo: más energías, menos calorías que la sajonísima pasta de maní, el chocolate, y el dulce de avellanas. Y no faltaba la aclaración de rigor para este lado del océano: "Este producto se hace cumpliendo con las normas de calidad y los controles de la Unión Europea". La idea -comentó Jellinek- es que los ingleses usen el dulce de leche como más les guste, y eso no necesariamente coincide con la tradición argentina: "más que untarlo en pan, ellos prefieren mezclarlo con helados, postres, panqueques y las cheese cakes", confió, mientras su esposa alemana, la sonriente Nicole, alimentaba a un batallón de niños de todas las nacionalidades que pedían más galletitas con "eso".
Otra de las estrellas fue el stand de la Secretaría de Turismo de la Nación, que distribuyó folletos y explicaciones sobre los mejores destinos turísticos del país con el auspicio del operador de viajes Furlong. Entre el calor de la carpa y el olor del mantecoso lomito Hereford importado de nuestras pampas por Fraser Harris Foods, se derretían las fotos de inmaculados glaciares, cordilleras nevadas, lagos cristalinos y claro, pampas infinitas, cerros de cientos de colores y gigantescas cataratas.
Muy cerca, los frasquitos de Cuyen, con mermeladas orgánicas y frutas en almíbar, ofrecían los sabores y aromas de la Cordillera. Los visitantes, con copa de vino argentino en mano, se interesaron también por las carteras de cuero producidas por fábricas como la porteña Natasha y distribuidas en el Reino Unido por Diabla, de Perla Acin-Tallier. La propia Perla se deshacía en explicaciones a turistas italianos, fascinados con las carteras de cuero Acin rojo y los bolsos de prolijísimo pelo de vaca. También arrancó suspiros el mostrador de la ropa de Polo, con las marcas Villamil, Casablanca, Otumpa, Ona, Ombú y Latc.
Pero sin duda el toque local lo dio el stand de Mercado Argentino, autodefinido como "el primer mercado virtual de productos argentinos en el Reino Unido". Una mirada sobre el mostrador bastaba para sentirse de repente en un viejo almacén de Flores o de Balvanera: polenta "Mágica", biscochitos "9 de oro", Rhodesias, alfajores, dulce de batata (furor entre los presentes) y de membrillo, pan rallado y la entrañable harina leudante "Blancaflor".