El secreto de Shanghai
Cuando visito China me llaman la atención las predicciones muy divergentes de su futuro que uno escucha. Últimamente una cantidad de inversores globales han estado apurando la retirada de sus fondos del país, apostando a que algún día su poderoso motor económico comenzará a ratear, al acabarse su boom inmobiliario. Si retirara inversiones de China no sería por la burbuja inmobiliaria, sino por la burbuja de polución que envuelve cada vez más a algunas de sus principales ciudades. Los optimistas tienen otra visión: que China recién empieza, y que lo que estamos por ver ahora es la ganancia por los 30 años de inversión en infraestructura y educación. No soy apostador, por lo que voy a mirar esto desde la tribuna. Pero si quiere evidencias de por qué la apuesta optimista no es del todo loca, quizá quiera visitar una escuela primaria en Shanghai.
Viajé aquí con Wendy Kopp, fundadora de Teach for America (Enseñar para Estados Unidos), y los líderes de los programas Teach for All (Enseñar para Todos) basados en Teach for America, que operan en 32 países. Estamos visitando algunas de las escuelas de mejor y peor desempeño en China para tratar de descubrir el secreto: cómo fue que las escuelas secundarias públicas de Shanghai ocuparon el primer lugar en el examen PISA 2009 (Program for International Student Assessment [Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes]), que mide en 65 países la capacidad de chicos de 15 años de aplicar lo aprendido en matemática, ciencias y lectura.
Luego de visitar la Escuela Primaria Qiangwei de Shanghai, con 754 estudiantes y 59 docentes, creo haber descubierto el secreto: no hay secreto. Cuando uno asiste a una clase aquí y se reúne con la directora y los docentes, encuentra una concentración infatigable en todo lo básico que sabemos que da como resultado escuelas de alto desempeño, pero que es difícil de sostener sistemáticamente en un sistema escolar. Esto significa una profunda dedicación a la capacitación docente, aprendizaje entre pares y constante desarrollo profesional, profundo involucramiento de los padres en el aprendizaje de sus hijos, la insistencia de la conducción de la escuela en los estándares más elevados y una cultura que valora la educación y respeta a los docentes.
El secreto de Shanghai es simplemente la capacidad de ejecutar más de lo básico en más escuelas por más tiempo. Tomemos la formación docente. Shen Jun, la directora de Qiangwei, que ha supervisado su transformación en una década de una escuela de bajo desempeño a una de alto desempeño –aunque el 40% de sus estudiantes son hijos de trabajadores inmigrantes con baja educación–, dice que sus docentes pasan alrededor del 70% de la semana enseñando y 30% desarrollando sus capacidades y planificando lecciones. Eso es mucho más que en una escuela estadounidense típica.
Teng Jiao, de 26 años, que enseña inglés aquí, explicó que las clases comienzan a las 8.35 y terminan a las 16.30, período en el que da tres clases de 35 minutos. Participé de una clase de inglés del tercer grado. La lección de inglés estaba cuidadosamente planificada. Dijo que el resto del día lo dedica a planificar lecciones, capacitarse online o con su equipo, con otros docentes presenciando su clase para que le digan cómo mejorar y observando las clases de los mejores docentes.
"Uno ve tantas técnicas de enseñanza que puede aplicar en su propia clase", comenta. Los expertos en educación le dirán que de todas las cosas que ayudan a mejorar una escuela, nada –ni el tamaño de la clase ni la tecnología ni la duración del día escolar– da más resultado que asegurar a los docentes tiempo para la supervisión de sus pares y la retroalimentación constructiva, la exposición a la mejor enseñanza y tiempo para profundizar su conocimiento de lo que enseñan.
Teng dijo que su tarea también incluye "la formación de los padres". Los padres van a la escuela entre tres y cinco veces por semestre para desarrollar su manejo de la computación, de modo de poder ayudar mejor a sus chicos con su tarea y seguir las lecciones online. Christina Bao, de 29 años, que también enseña inglés, dijo que trata de charlar por teléfono u online con los padres dos o tres veces a la semana para mantenerlos al tanto de los avances de sus hijos. "Les digo que no les peguen si no andan bien con los estudios", dijo.
En 2003 Shanghai tenía un sistema escolar muy "promedio", sostuvo Andreas Schleicher, que conduce los exámenes PISA. "Una década más tarde está a la cabeza del mundo y redujo dramáticamente las diferencias entre escuelas." Él también atribuye esto al hecho de que, mientras en Estados Unidos la mayor parte del tiempo del docente en la escuela está dedicado a enseñar, en las mejores escuelas de China, una gran parte del tiempo está dedicado a aprender de los pares y al desarrollo personal. Como resultado, dijo, en Shanghai, "el sistema es bueno para atraer gente promedio y obtener enorme productividad de ella" y para "poner a los mejores docentes al frente de las clases más difíciles".
China aún tiene muchas escuelas mediocres por mejorar. Pero lo bueno es que con sólo hacer las cosas que los educadores estadounidenses y chinos saben que funcionan –pero haciéndolas de modo sistemático y obcecado– Shanghai en una década elevó algunas de sus escuelas al más alto nivel global en lectura, ciencia y matemática. Ah... Y Shen Jun, la directora, quería que supiera: "Esto es sólo el comienzo".
Traducción de Gabriel Zadunaisky