Resurrección con ideas
Su muerte fue lenta y anónima. Casi nadie, salvo los pocos empleados que aguantaron hasta el final, lamentó la caída. No había motivos para apenarse; la convertibilidad y la apertura económica habían inundado el mercado con televisores, lavarropas y heladeras que hacían olvidar hasta al más fanático de lo hecho en casa.
Pero de la mano de una realidad distinta, Siam resurgió de las cenizas. Y esta vez hizo mucho ruido, para vengar tanta indiferencia. Su reapertura, en octubre último, no sólo apunta a la producción de electrodomésticos, sino que tiene como finalidad promover un modelo productivo que permita crear 7000 puestos de trabajo en el término de dos años y medio, la mitad que alcanzó durante su apogeo, en 1972.
"Tomamos la fábrica con 95 centavos en la caja. Hoy, estamos produciendo 1200 heladeras con freezer y 300 cocinas por mes. Y acabamos de cerrar un acuerdo con un minorista para ubicar 3000 heladeras más, lo que significará un ingreso superior a un millón y medio de pesos", explica Luis Héctor Perego, ingeniero y padre del proyecto.
Perego afirma que no se trata de un milagro, sino de un modelo productivo que funciona con éxito en Japón, Alemania e Italia. Técnicamente, se lo llama cluster productivo , que significa agrupar Pyme de actividades afines en un mismo predio para que trabajen en forma integrada, haciendo uso de las máquinas y los espacios comunes.
"Esta forma de trabajo permite bajar los costos productivos entre el 30 y el 40 por ciento", asegura el ingeniero.
Hasta el momento, son 20 las Pyme emplazadas en las 10 hectáreas del complejo de Avellaneda, aunque se calcula que hay lugar para 300 más. Ya están instaladas empresas de electricidad, mampostería, pintura y enlozados que venden su producción a los vecinos del parque industrial y a extraños. "De esta manera se forma un club de compras con precios convenientes para todos", dice el también profesor de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y ex miembro del Conicet.
El modelo de cluster genera ingresos a partir del alquiler del metro cuadrado (a razón de 3 pesos por cada espacio de tierra ocupado), canon de producción y un porcentaje de la marca. "Luego se hace una redistribución de la riqueza entre los miembros del cluster, que mediante un gerenciamiento externo, se devuelve en capacitación técnica para los operarios, mejora de la maquinaria y estándares de calidad."
Esta redistribución de la ganancia aporta la cuota de originalidad al proyecto: "Se trata de un modelo keynesiano en su concepción y de libre mercado en la práctica", define Perego, que el martes último presentó los lineamientos de su tesis de MBA en el edificio anexo del Congreso, frente a funcionarios, legisladores y representantes de agrupaciones gremiales.
El camino previo
No fue fácil el camino hacia la reapertura. Por empezar, hubo que tocar varias puertas para poner en marcha las máquinas. Doscientos ochenta ex operarios, que formaban parte de la cooperativa que se había hecho cargo de la empresa luego de la quiebra, en 1997, se pusieron a trabajar sin percibir, en principio, ninguna paga. A cambio, recibieron la custodia de la marca.
Hace pocos meses Perego consiguió que el Gobierno les asignara 350 planes trabajar que, sumados a otros 150 pesos que aporta Siam, constituye el sueldo de 300 pesos que hoy perciben los obreros. "La propuesta es que el trabajo deje de ser una externalidad, una responsabilidad de otros. Es hora de que todos participemos en la elaboración concreta de empleos", concluye Perego.
Todavía no puede creer que Siam, la empresa en la que trabajó 20 de sus 41 años de vida, esté otra vez en funcionamiento. "Parece un sueño, no lo puedo creer", repite incrédulo una y otra vez, y vuelve a pellizcarse para comprobar que está despierto.
Héctor Herrera no es un empleado más. Fue, junto con el ingeniero Perego, uno de los factores clave en la reapertura de la empresa de electrodomésticos. Su cargo como presidente de la cooperativa no le hubiera permitido ocupar un papel menor.
Después del cierre de la planta, en el 2000, Herrera se puso a trabajar de remisero. Pero eso no lo conformaba. "No lo sentía, a mí me gusta el olor a aceite, el ruido de las máquinas que trabajan a full", explica.
Por eso luchó como nadie en el resurgimiento de Siam. Pidió ayuda, tocó puertas, hizo de promotor. Buscó su revancha personal, una segunda oportunidad. Ese día llegó.