Guillermo Mondino: “En Nueva York se percibe que la gestión de Fernández ya terminó”
Es economista por la Universidad de Córdoba y realizó el doctorado en la Universidad de Yale; fue director de investigaciones de la Fundación Mediterránea; fue secretario de Finanzas y jefe de Gabinete de Asesores Económicos; Trabajó en Lehman Brothers, Citi y Barclays; fundó y dirige el fondo de inversión Mogador Capital
El economista Guillermo Mondino vive desde hace más de 10 años en Nueva York, donde trabaja en el mercado financiero. Preocupado por la situación argentina, está trabajando con dos grupos de amigos en el diseño de algunas propuestas económicas para presentarle a “quien asuma el gobierno el año que viene”.
–¿Qué foto se imagina que habrá en diciembre 2023? ¿Cómo cree que el Gobierno llega a entregar la economía el año próximo?
–Creo que el Gobierno llega con la lengua afuera, muy agotado y con la economía muy al límite. El escenario base sobre el cual trabajamos es que no llega con la economía explotada, pero tampoco trabajamos con la presunción de que llega suficientemente bien armado como para hacer relativamente fácil la transición con el próximo gobierno.
–¿Cómo ve la situación de las reservas del Banco Central?
–Es muy crítica. Las reservas que se acumularon en septiembre fueron a un muy alto costo fiscal y son a expensas de ventas que se pudieron haber materializado en los meses subsiguientes. Por lo tanto, anticipo que las ventas de octubre a enero van a ser mucho menores que las que hubiéramos tenido de otra forma. Entraron los dólares antes, pero no creo que eso alcance para haber resuelto las cosas de forma un poquito más permanente. Esto ha sido simplemente un desplazamiento temporal de dinero del cuarto trimestre al final del tercer trimestre. Eso no le quita mérito en el sentido de que permitió cumplir con la meta de reservas casi con seguridad con el Fondo Monetario Internacional (FMI) –si hay un desvío, es muy pequeño–. Con lo cual, será más fácil la negociación con el Fondo cuando venga la revisión del tercer trimestre. Creo también que la recaudación por retenciones fue más alta y eso hará también que las cuentas fiscales del tercer trimestre probablemente se acerquen bastante a las otras metas. La virtud de haber anticipado la venta de estos dólares se ve reflejada en que las metas del trimestre se van a haber cumplido, con lo cual ganamos un trimestre de tiempo.
–¿Se gana tiempo para qué?
–Se gana tiempo para que vayan preparando otro tipo de acciones, que puedan dar lugar a resolver de manera más permanente los problemas. Si el Gobierno las lleva a cabo o no, ya no lo sé. Creo que, si el Gobierno no las hace en el cuarto trimestre, las tendrá que hacer el año próximo. Esas acciones, a mi juicio, involucran una normalización del mercado cambiario, que tiene que ser algún tipo de ordenamiento de la estructura compleja de regulaciones. Además, tiene que haber un cambio en el nivel de tipo de cambio, que resuelva el atraso cambiario que traemos. Esas cosas son, para mí, inevitables y la administración las va a tener que encarar en algunos de los próximos trimestres. Se ganó tiempo para, tal vez, poder hacerlo de una forma un poquito más ordenada. Si lo hubieran tenido que hacer a fin de septiembre, porque no llegaban de ninguna forma, hubiera sido mucho más complicado que si lo hacen ahora con un poco más de tiempo para planear, trabajar y preparar las condiciones para hacer ese reordenamiento del mercado cambiario. Luego está el tiempo para aplicar las medidas fiscales de reducción de gasto público, que toma tiempo. Ya lo estamos viendo con las marchas y contramarchas de la reducción de subsidios, que tiene complejidades legales, técnicas de diseño y de implementación. La desventaja de “ganar tiempo” es el costo con el cual seguimos operando y que las soluciones siempre están en el futuro, nunca están en lo que ya se hizo. Para mí el problema fundamental de la economía argentina es que está profundamente desanclada.
–¿Qué significa eso?
–Es una economía que funciona en efectivo; es una economía cash. Es una economía donde no hay transacciones intertemporales, porque no sabes qué esperar del futuro. Eso se refleja en que se van los jóvenes de la Argentina, en las decisiones de portafolio que toma la gente, en la falta de inversión privada en la economía, en las decisiones de consumo, donde la gente gasta para no ahorrar, porque no tienen en qué canalizar sus ahorros, se refleja en la falta de crédito. Es una economía que ha dejado de hacer transacciones que involucran un contrato explícito o implícito en el tiempo, porque desconfiamos del cumplimiento de las normas y las pautas contractuales de una sociedad. Es una economía muy desorganizada.
–¿Hace cuánto sucede esto?
–Se hicieron bastantes avances en intentar una organización en la Argentina, aunque con muchos defectos, en el período 2016-2019. A partir de fines de ese año, el Gobierno da la sensación que tuvo como meta desmantelar toda la estructura organizativa. Pero el proceso de desorganización viene desde hace mucho, desde la eliminación de todas las concesiones y privatizaciones, que ocurrió hace 20 años, la violación sistemática de contratos, la pesificación asimétrica. La Argentina trae un proceso de 20 años de desorganización, que creo que se aceleró lamentablemente en los últimos tres años. Esto se refleja en un concepto ochentista, que solía decir Adolfo Sturzenegger: la Argentina es un capitalismo sin mercado y un socialismo sin plan. Esa misma idea hoy se la puede encontrar potenciada, porque ya ni hay un funcionamiento de mercado, ni siquiera básicamente ordenado. La prueba de eso es el mercado cambiario, que es un desorden fenomenal.
–¿Qué cree que hará el Gobierno con el mercado cambiario?
–No sé, cada vez que creo que el Gobierno irá para un lado, va para el otro. Sé que el viceministro Gabriel Rubinstein hablaba de un desdoblamiento cambiario y de la necesidad de una devaluación. Creo que el ministro [de Economía, Sergio] Massa tiene en la cabeza un poco ese esquema, un ordenamiento del mercado cambiario, donde se defina qué tipo de transacciones pasan por el mercado oficial y cuál pasarían por un mercado financiero. Me imagino que algo de eso habrá, no es solamente hacer el parche de meter el “dólar Qatar”. Esto involucra un montón de otros tipos de operaciones y transacciones que el Gobierno tiene que definir por dónde van a pasar.
–En el Gobierno hay miedo de que una devaluación o un desdoblamiento genere una disparada aún mayor de la inflación. ¿Puede suceder algo así?
–Es difícil contestar esta pregunta. En los próximos meses vamos a tener una inflación distribuida en el tiempo. Es decir, no estamos evitando la inflación, lo que estamos haciendo es tratando de distribuirla. En 1981, Guillermo Calvo publicó un paper muy conocido titulado “Devaluación, nivel o tasa”. Ahí muestra que, si se devalúa de golpe, el salto de la inflación que sigue es mucho más bajo que si se devalúa gradualmente. Esto lo conocemos desde hace 40 años. Yo creo que eso es un poco la trampa en la cual estamos. El Gobierno, para evitar esta situación medio inevitable de que la inflación pegue un salto, la va distribuyendo en el tiempo. Por eso hemos pasado de un andarivel del 3% al 7% mensual. Un salto de la inflación es muy costoso y doloroso, es un salto más del nivel de precios, y no discuto que genera muchos problemas de golpe, pero de esta manera se genera una metástasis en el sistema.
–¿Tanto exceso de pesos hace más complicada la quita del cepo, como fue en 2015?
–Sí y no. No me quiero poner en diciembre de 2023, porque cuesta imaginarse cómo llega la situación del mercado cambiario, pero si hoy quisieran eliminar el cepo, sería complicado. Para eliminar el cepo se necesitan varias cosas. Primero, resolver el problema de exceso de pesos, que es la oferta total que tiene la economía versus la demanda de esos pesos. Para no tener exceso, la salida virtuosa es generar demanda por esos pesos, que la gente los quiera mantener. En el último par de meses, parte del mecanismo que se ha utilizado para inducir que la gente quiera mantener esos pesos es subir la tasa de interés, pero la demanda no ha crecido, lo único que ha hecho es dejado de caer en todo caso. Lo que va a necesitar el Gobierno es crear la confianza para que esa demanda se estabilice.
–¿Cómo ve la deuda en pesos, teniendo en cuenta los vencimientos del año próximo?
–La pregunta es si habrá renovación de esos vencimientos y la respuesta dependerá mucho de las expectativas que tenga la gente. Si la expectativa es que el próximo gobierno va a ser un desastre, claramente la gente va a querer cobrar y pasarse al dólar o a algún bien que le sirva de cobertura frente a la inflación. Si, por otro lado, las expectativas son que el próximo gobierno encarará un proceso de reordenamiento de la economía argentina y eventualmente una estabilización, es probable que esa demanda de pesos esté mejor anclada. Para eso también dependerá de cuánto atraso cambiario haya, porque si el próximo gobierno entra y lo primero que tiene que resolver es un problema de atraso cambiario con una devaluación, nadie va a querer estar en pesos el día antes de que venga la devaluación, o se pedirá una compensación más alta. Hoy, el cepo es lo que utiliza el Gobierno para que la compensación no sea tan alta, ya que la gente no puede salir. Mucho va a depender de las señales que surjan de la campaña electoral. Si se discuten barbaridades, es muy difícil imaginar que se pueda renovar esa deuda en pesos y eso se va a traducir en más inflación y más presiones cambiarias. Yo me imagino bajo este Gobierno un cepo aún más duro y más desorden.
–¿Cómo ven los inversores en Nueva York que haya un cambio de gobierno y que la oposición vuelva al poder?
–La mayor parte de los inversores externos perciben que hay una muy alta probabilidad de cambio de gobierno. Perciben que, aun sin un cambio, el próximo gobierno tendrá que encarar una serie de reformas ya impostergables. En Nueva York se percibe que la administración de Alberto Fernández ya terminó y que lo que queda por delante es una larga transición, que tendrá muchas dificultades. Los gestos claros que se perciben aquí de extraordinaria tolerancia del FMI con la Argentina, comparado con otros programas del propio organismo, parecieran que van a cambiar y que, en algún momento de 2023, el Fondo se endurecerá y, particularmente de cara a la próxima administración, pretenderá un nuevo programa que sea mucho más intenso en reformas, que hoy el FMI le ha permitido a este Gobierno no proponer.
–¿Por qué el FMI no se endurece ahora?
– El riesgo que se percibe en Nueva York y en Washington es que, sin estas contemplaciones del Fondo, la probabilidad de que la Argentina tenga una hiperinflación y una crisis fiscal y financiera importante son muy altas. Hay un convencimiento de que la Argentina resolvería esto partiendo el tablero; es decir, no con un nuevo programa serio y cuidadosamente diseñado, sino, no pagándole al FMI, cayendo en atrasos con los organismos internacionales y yendo a tierra de nadie.ß
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