Mi subordinado se insubordina
Un jefe que no sabe qué hacer. Un joven de la Generación Y se planta ante sus requerimientos y no le hace caso. El líder sabe que la nueva fuerza laboral viene a romper paradigmas, ¿pero hasta dónde tener paciencia? ¿Cómo salir del brete?
Fuerte capacidad de liderazgo y habilidad para entablar buenas relaciones interpersonales, comunicar efectivamente y trabajar en equipo son requisitos solicitados prácticamente en forma unánime por las empresas al contratar un jefe o gerente de equipo.
Si bien en las entrevistas de trabajo muchos talentos demuestran cumplir a primera vista con estos requerimientos, las presiones y complejidades que luego presenta la vida diaria organizacional, los coloca en el verdadero desafío: tener que liderar equipos de trabajo resistentes al cambio, conflictivos, o compuestos por jóvenes de la famosa Generación Y, a quienes se los conoce por su fácil y rápida desmotivación, y a los que un simple plan de carrera o un buen sueldo a fin de mes no los conforma.
Las disputas y tensiones entre jefe y empleados son frecuentes en las organizaciones. El poder resolverlas en forma oportuna, efectiva y con efecto a largo plazo es una habilidad que los líderes pueden desarrollar teniendo en cuenta ciertas cuestiones fundamentales.
En primer lugar, los conflictos no pueden resolverse sin una preparación individual previa. Antes de entablar cualquier conversación es recomendable reflexionar sobre la situación, evaluar cuál es la verdadera diferencia que existe con el otro y cuál es el límite de negociación, para de esta manera comenzar el diálogo con equilibrio emocional.
Por otro lado es importante preparar el contexto adecuado en relación con el tiempo y lugar, tratando en lo posible de encontrar un espacio en el que tanto jefe como empleado se encuentren cómodos, sin interrupciones y sin presencia de terceros ajenos a la situación.
Muchas veces ocurre que en situaciones de profundo desacuerdo, tanto jefe como subordinado se interrumpen mutuamente y sólo están pendientes a que el otro termine de hablar para expresar su propio punto de vista. Lo importante para tener en cuenta en estos casos es que, para verdaderamente influir en el otro, comprender antes que ser comprendido. En este sentido es vital dejar que el otro exprese sus razonamientos e ideas, y durante ese tiempo mantenerse en silencio, sin interrumpir, mostrando respeto por la opinión del otro. La escucha empática genera apertura y confianza.
La autora es consultora de la división finanzas de Michael Page
Carolina Cianfagna