Pases de factura en un gobierno que se asume sin margen de error para manejar la economía
El Gobierno espera “estabilizar” la macroeconomía este año, para tener “algunas balas” para utilizar en 2023, durante las elecciones presidenciales
El dato de 6,7% de inflación en marzo generó un cimbronazo en el Gobierno. “¿Cómo se va a ganar una elección con 60% de inflación [anual]?”, se pregunta el ala dura que responde a la vicepresidenta Cristina Kirchner, anticipándose al año próximo.
Esa es la mayor crítica que le hacen al ministro de Economía, Martín Guzmán: el programa que cerró con el Fondo Monetario Internacional (FMI) solo cierra con inflación alta, como analizó hace unos días el economista Federico Furiase en LA NACION. Sin embargo, los funcionarios cercanos a la expresidenta desmienten que ellos quieran ver a Guzmán fuera del cargo. Por sus posiciones de control en el sector energético, anticipan que el invierno será duro y que “la propia realidad económica” allanará la salida del ministro.
Guzmán anticipó esta semana que la inflación de marzo será la más alta en el año. El techo que estableció es tan elevado, que su proyección no generó mucho optimismo entre los agentes económicos. De hecho, el desánimo es generalizado entre los empresarios, cuyos temas de conversación en las reuniones de trabajo se alternan entre el aumento de los costos, las alternativas para operar pese a los faltantes de gas y las negociaciones paritarias.
La escasez de gasoil en el comienzo de la cosecha gruesa alertó a los empresarios industriales, que ven un anticipo de lo que les podría ocurrir a ellos en el invierno. En 10 días hábiles vence el grueso de los contratos de gas que están en el mercado mayorista, los que negocian alrededor de 2400 grandes y medianas empresas con productoras y comercializadoras. Los precios que están sobre la mesa son de entre US$7 y US$8 el millón de BTU (medida inglesa que se utiliza en el sector), que más que duplican los US$3,7 del invierno pasado. “Todos estos mayores costos irán a inflación pura”, admiten los privados.
El temor es que, aún con estos valores, tampoco hay seguridad de que haya gas suficiente. Los empresarios quieren creerle a la vocera presidencial y al secretario de Energía, quienes aseguraron que no faltará suministro, pero las cuentas no cierran para las empresas. Bolivia produce por día 42,5 millones de metros cúbicos (m3/d), de los cuales consume 12 millones y le vende a Brasil otros 20 millones. Para la Argentina solo quedarían disponible 10,5 millones de m3/d, pero el Ministerio de Economía anunció que se había asegurado una provisión de 14 millones, con posibilidad de aumentar a 18 millones de m3/d. La esperanza del sector está puesta en el yacimiento boliviano Margarita y más específicamente, en el pozo 10, del cual señalan que tiene “posibilidad de producir una cantidad significativa de gas”.
Sin embargo, más allá de lo que pueda aportar Bolivia, la atención de la industria está puesta en Ieasa, la empresa estatal encargada de la compra del gas natural licuado (GNL). Al momento, solo se adquirieron nueve buques de los 70 que estimó la Secretaría de Energía para este año, luego del crecimiento de la actividad económica de 2021. Con los precios actuales de gas, cada buque cuesta alrededor de US$70 millones. “¿Están los dólares para pagar eso? Aunque los tengamos, tampoco está el GNL, porque Europa está acumulando stocks y está secando del mercado los buques metaneros”, dijo un empresario, para justificar por qué se está preparando para enfrentar la escasez en el invierno.
Toda esta situación incide en las expectativas de que la inflación se mantendrá alta todo el año. La falta de gas provocará cortes en la producción y la escasez se reflejará en otros bienes y servicios. Además, en junio, se espera que el Ministerio de Economía aplique el segundo aumento en las tarifas de gas y electricidad, como acordó con el FMI. Este incremento, aunque se espera que no supere el 23%, se sentirá con fuerza, ya que coincidirá con el mayor consumo de energía por las bajas temperaturas.
Los funcionarios cercanos a la vicepresidenta critican la actualización tarifaria, pero señalan que no la vetarán. El enojo con Guzmán pasa por el porcentaje de aumento: para ellos, la suba no alcanzará para contener el alza de los subsidios energéticos, pero igualmente traerá un costo político. A YPF, por su parte, no le tembló el pulso para aplicar dos aumentos consecutivos de 9,5% en los precios de los combustibles y todavía podría haber otros incrementos más de hasta 12% acumulado en los próximos meses para paliar el problema del gasoil.
La situación de los servicios de luz y gas, sin embargo, es distinta para el kirchnerismo, porque los consumidores no tienen otra alternativa de consumo, como sucede con la utilización del transporte público para reemplazar el auto. El problema es que tampoco le ofrecen una solución a Guzmán. Para La Cámpora, Mauricio Macri perdió las elecciones por los “tarifazos” que aplicó y no por la inflación de casi 54% con la que despidió su mandato. Lo curioso es que a Guzmán le critican que no puede contener la suba de precios y que eso los debilita políticamente.
El problema para el Gobierno es que si las tarifas no aumentan, la inflación también se mantendrá alta, ya que los mayores subsidios se seguirán financiando con emisión monetaria. La sábana corta se refleja también en las decisiones del Banco Central. Para contener el aumento de precios, los demás países acelerarán la suba de tasas de interés.
Pero en la Argentina, la entidad monetaria teme que si sube demasiado el costo del financiamiento, la mayor necesidad de monetización para pagar los intereses de la deuda incidirán sobre la expectativa futura de inflación. Por eso se explica que el aumento de tasa de anteayer de 2,5 puntos porcentuales no haya alcanzado para superar las proyecciones de inflación de este año. “No hay mucho margen para actuar, por eso son tan importantes las señales”, dicen en la entidad monetaria.
El mercado financiero mira con preocupación que, pese a una liquidación récord del agro, el Banco Central no puede comprar dólares para fortalecer sus reservas. Los economistas creen que, si la moneda se devalúa al 4% mensual y la tasa de interés está en 3,5%, se desincentiva las exportaciones. Al igual que la justificación que Guzmán dio para la alta inflación, en la entidad señalan que la incertidumbre política también incide en el comportamiento de los agentes de resguardarse en moneda dura. “Nuestra estrategia para acumular reservas es con todos los jugadores atrás y dos nueve adelante”, dicen en modo futbolero en el Central.
“En este lugar no hay margen de error, cualquier medida equivocada puede disparar 10% la pobreza. Por eso no creemos en los atajos. Este año tenemos que usarlo para acomodar de a poco la macroeconomía y guardarnos dos o tres balas para usar en 2023″, concluyó uno economista de la entidad en reserva.