Dolarización en Ecuador: un régimen que empieza a mostrar su lado menos amable
En 2020 se cumplirán veinte años desde que el Ecuador se dolarizó de manera formal. Durante buena parte de ese período (hasta 2014) la economía creció, en promedio, a tasas levemente superiores al 4% anual. No obstante, con la caída del precio del petróleo y la apreciación del dólar frente a las monedas de varios de los principales socios comerciales del Ecuador, este sistema monetario, enormemente popular entre los ecuatorianos -y que recurrentemente tiene sus impulsores en la Argentina-, ha empezado a mostrar su cara menos amable.
Para entender la gran popularidad que la dolarización tiene en Ecuador (ni siquiera un crítico acérrimo de ese sistema como Rafael Correa se atrevió a desmontarla, aunque hizo mucho por debilitar sus bases), hay que tomar en cuenta la situación económica del país en los años previos. La descripción seguramente sonará muy familiar a cualquier argentino: una inflación galopante (37,6% promedio anual entre 1980 y 1999), que de manera recurrente ganaba la carrera a los aumentos salariales; un tipo de cambio que en los mismos años pasó de 28 a 25.000 sucres por dólar, afectando las decisiones de inversión y de consumo; una creciente dolarización de facto: de depósitos, créditos, precios de los inmuebles, etcétera.
En ese contexto, al que se sumó una crisis bancaria sin precedente en los años finales del siglo XX, Jamil Mahuad tomó la decisión de dolarizar formalmente la economía. Un artículo aparte (o todo un libro) merece la discusión de si la decisión de dolarizar la economía fue evaluada en profundidad o si fue solo un "manotazo de ahogado" improvisado para tratar de salvar a un presidente que finalmente perdió el poder.
Lo cierto es que casi desde sus inicios el sistema mostró sus beneficios: después de una inflación récord en 2000, cercana al 100% (y que se explica principalmente por la devaluación de más del 300% en el año previo), el alza de los precios se desaceleró de manera notoria. Entre 2001 y 2019 la tasa de inflación, en promedio, ha estado por debajo del 5% anual, permitiendo mantener el poder adquisitivo de los salarios, brindando mayor certeza a los inversores y ayudando, junto con el dinamismo de la actividad (ahora ya lejano), a reducir la pobreza.
Un aspecto que no se puede dejar de lado es que en sus primeros años la dolarización contó con un contexto internacional muy favorable, que ayudó a que el nuevo esquema se consolidara. El precio del petróleo WTI, que había alcanzado niveles mínimos de US$11,3 por barril en diciembre de 1998, mostró a partir de 2000 una clara tendencia creciente hasta superar los US$100 por barril en algunos meses de 2012, 2013 y 2014. Además, en los primeros años el dólar se mostró muy competitivo.
La situación actual es muy distinta. El precio del petróleo está en niveles muy inferiores a los de los años de bonanza y, más grave aún, el dólar se ha fortalecido de manera sostenida frente al euro y, sobre todo, frente a las monedas de socios relevantes para el Ecuador, como Colombia y Perú, fomentando las importaciones y complicando al sector transable. Esta pérdida de competitividad (a la que también aportaron medidas de política interna que elevaron significativamente los costos de producción del Ecuador, principalmente alzas salariales sin sustento) también resta atractivo al país como destino de inversiones, afectando aun más el nivel de actividad, ya golpeado por el necesario ajuste fiscal que se está llevando a cabo. En los últimos cinco años la economía ecuatoriana ha crecido a una tasa promedio anual de apenas 0,5%.
Al país le está resultando muy difícil generar dólares a través de mayores exportaciones o flujos de inversión extranjera directa. En una economía dolarizada, déficits recurrentes en la balanza de pagos afectan el ritmo de crecimiento de los depósitos y los créditos de los bancos, lo que podría seguir prolongando el estancamiento.
Ante la imposibilidad de absorber el shock externo a través de una devaluación, el Ecuador tendrá que tomar otras medidas que le permitan recuperar competitividad para salir de este empantanamiento. Parece haber coincidencia en que los principales cambios tienen que venir por el lado laboral, con reformas que permitan flexibilizar los nuevos contratos. Sin embargo, si el dólar se sigue fortaleciendo (sin que el Ecuador pueda hacer nada para evitarlo), esas medidas podrían resultar del todo insuficientes.
El nuevo contexto internacional -y la irresponsable política económica del correísmo que debilitó las bases del sistema y no generó ahorros externos líquidos para años de "vacas flacas"- ha dejado de manifiesto que la dolarización, si bien es muy efectiva para abatir la inflación, también puede resultar un pesado lastre para el crecimiento de países, como la Argentina y Ecuador, en los que el sector transable tiene una participación importante en la economía.
Director de Cordes (Ecuador)
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