Varada en Tailandia. Tiene 70 años, puntos en un ojo y debía regresar al médico el 2 de abril
El 26 de febrero, cuando María Elena Bogni, de 70 años, inició sus vacaciones familiares, el coronavirus era todavía una enfermedad que parecía lejana. Las malas noticias llegaban solo de China y del crucero Diamond Princess, y ella calculó que podrían continuar con sus planes de viaje por Japón y Tailandia y estar de vuelta en el país para retomar el 2 de abril su tratamiento médico. Una operación de cataratas más accidentada de lo previsto la había tenido preocupada durante los últimos meses y aun con puntos en un ojo su médico le dijo: "Andá de viaje, disfrutá, y cuando vuelvas seguimos".
Bogni lleva más de 20 días varada en Tailandia junto con su marido, de 75 años, su hijo, su nuera y sus dos nietos adolescentes. Como ellos, hay al menos 400 argentinos que esperan regresar desde ese país asiático. En Cancillería explican que los destinos tan alejados presentan dificultades adicionales a la hora de programar repatriaciones porque no hay vuelos directos y la gestión de escalas es muy compleja en un mundo con el tráfico aéreo virtualmente paralizado por la pandemia.
"Me operaron de cataratas y teniendo glaucoma severo desde hace 40 años era una operación compleja que, en mi caso, se complicó mucho. De hecho todavía no veo bien de un ojo. Pero como fue una operación tan difícil y era necesario hacer varias cosas más, mi médico dijo: ‘Viajá primero y después saco los puntos y sigo haciendo los retoques necesarios para que vos puedas ver’", cuenta Bogni, que hace cuatro años se mudó con su marido de Pilar a Esquel, Chubut, para estar cerca de su único hijo y su familia.
Los seis miembros de la familia llegaron primero a Japón, donde pasaron unos días "hermosos", y el 13 de marzo volaron a Tailandia. Ya anoticiados de la pandemia, comenzaron a gestionar su regreso anticipado al país. Con el primer cierre de la frontera aérea argentina, que incluyó la prohibición de los ingresos desde Estados Unidos se vieron obligados a cambiar el vuelo que tenían por American Airlines por otro de Qatar Airways para el 25 de marzo, que fue cancelado unos días antes de la fecha.
En la embajada argentina en Tailandia le sugirieron comprar pasajes en otro vuelo de Ethiopian Airlines, y eso hicieron. Pero, al momento de abordar el avión les dijeron que Brasil, donde tenían la última escala, no recibiría más argentinos para evitar que se acumularan en el aeropuerto. Eran las dos de la mañana y en vez de terminar de despachar las valijas, debieron volver a Bangkok a buscar alojamiento.
"Nosotros no tenemos problemas económicos, pero acá hay chicos que hasta sacaron un crédito para comprar un segundo pasaje. Hay tres mujeres embarazadas. Entendemos las prioridades del país, no queremos que nos digan ‘vuelven mañana’, pero cuándo", reclama Bogni.
Los varados en Tailandia tienen un grupo de WhatsApp, que es su único canal fluido de comunicación. "La embajada se maneja con circulares y nos reciben solo de a uno o de a dos delegados, porque acá también hay restricción para circular. Solo nos dicen que comprendamos, que tengamos paciencia, y que manejemos bien nuestros dinero porque no saben cuánto va a durar esta situación", cuenta.
La familia se hospedaba primero en un hotel pero decidieron pasar luego a un departamento para poder, al menos, "comer juntos alrededor de una mesa". Los dos abuelos y los dos nietos permanecen continuamente dentro del departamento y los dos adultos son los que salen a hacer las gestiones necesarias o comprar comida.
¿Qué hacen durante todo el día? "Jugamos con los chicos a las cartas, al Scrabble, ellos hacen gimnasia. Mi hijo, que es psicólogo, y mi nuera, que es contadora, tratan de trabajar a distancia. Yo también escribo y rezo, eso me sostiene. Así va pasando los días", relata.
Sin embargo, cada hora que pasa les cuesta más mantener la calma. "El desafío es que esto no me enferme. Porque tenemos un virus que anda dando vueltas, pero también un un montón de situaciones que nos pueden enfermar: la desesperanza, la depresión, la angustia. Todos hacemos un esfuerzo para sostenernos", agrega.
Bogni cuenta que se está por quedar sin su medicación y que si bien advirtió de la situación a la embajada, todavía no tuvo respuesta. "Mañana voy a volver a enviarle una nota a la embajadora y después me iré a una farmacia a pedir medicación en mi mínimo inglés y mostrando mis goteritos", dice entre susurros. En un departamento al otro lado del mundo, mientras el día recién comienza en la Argentina, toda la familia duerme.
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