Brindar el acceso al libro
Durante enero y febrero, a las Ferias Itinerantes de Abastecimiento Barrial porteñas se incorporó una interesante iniciativa: llevar el libro a los barrios. Gracias al esfuerzo de la Dirección General de Promoción del Libro, las Bibliotecas y la Cultura, que depende del Ministerio de Cultura, y el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, el libro visita las plazas junto a los trailers de la feria, que funcionan como espacio de venta y préstamo de ejemplares, se realizan talleres que amplifican estas bibliotecas circulantes y las convierten en espacios culturales que deleitan y sorprenden a los visitantes.
Acercar el libro a la ciudadanía, luego de un año de encierro, en el que las bibliotecas han estado cerradas y las personas, aisladas, es una iniciativa que debe ser celebrada. La lectura es fuente de conocimiento por excelencia. Un pueblo que no lee, no tendrá la capacidad de aprender de la palabra escrita, no podrá hacer un análisis del pasado y no tendrá herramientas para imaginar el futuro.
En una civilización dominada por el mundo audiovisual, la lectura permite ese momento de introspección que nos ayuda a conectarnos con nuestros valores y con nuestros principios, que nos da el espacio para reflexionar en torno de quiénes somos y nos invita a imaginar. La lectura abre universos y nos sumerge en mundos que amplían las dimensiones de nuestra existencia y de nuestra propia humanidad.
Es esencial formar a los niños y jóvenes como lectores desde la primera infancia y esto requiere un trabajo cuidadoso, dedicado, en el que importe la calidad de lo que se lee. La escuela cumple un rol esencial en este proceso. Sin embargo, hay otro espacio igualmente valioso: la familia, ese lugar sagrado, en el cual los valores se forjan.
Si desde su primera infancia, los niños escuchan historias y relatos; si se sumergen en la palabra oral y en la escrita; si tienen la dicha de escuchar un cuento algunas noches o adentrarse en una novela tal vez narrada poco a poco, desarrollarán un vínculo positivo con los libros que durará toda la vida.
La escuela, con su educación formal, los enriquece, sigue abriendo universos, hace de esa lectura un momento reflexivo y crítico, realiza un trabajo metódico ampliando el conocimiento sobre los autores, las corrientes literarias y aquellas joyas de la literatura que tal vez, sin una guía, quedarían ocultas.
Formar lectores es un proceso en el que todos debemos estar involucrados desde su rol específico. Es imprescindible crear una ciudadanía más capaz, que pueda pararse firme al presente y al futuro, que tenga las herramientas para desafiar el porvenir. En nuestros jóvenes está el futuro. En las palabras que se esconden en los libros está el reflejo de lo que el hombre ha tenido que atravesar a lo largo de la historia para llegar hasta hoy.
Abrir el universo de los libros a la ciudadanía, a los adultos, a los jóvenes y a los niños es contribuir a unirnos superando todas las diferencias, es resistirse a la decadencia, es brindar alas y esperanza en un mundo que hoy, más que nunca, necesita creer en la capacidad del hombre para encontrar respuestas a las debilidades de su propia humanidad.