
Cortar y pegar o enseñar y aprender
Si no están acompañados de razonamientos o reflexiones propios de los alumnos, los textos copiados de Internet no cumplen su función pedagógica
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Es bien sabido que la enseñanza-aprendizaje es un proceso que reclama el ejercicio del pensamiento activo, que interroga y busca respuestas, que trata de ser productivo, que no se sacia hasta encontrar el conocimiento. Si se reconoce el valor de ese planteo como fundamento educativo y se observa que el tiempo de una clase o del cumplimiento de los deberes por alumnos del nivel primario puede invertirse en "cortar y pegar", a fin de ilustrar un tema de geografía o de historia, por ejemplo, tal vez no se niegue que puede ser un recurso útil para hacer más accesible la captación de un contenido estudiado, pero se considerará que no cumple con la aspiración de un pensamiento productivo.
Sobre este tema se ha tenido en cuenta el comentario desarrollado en una columna sobre educación publicada en este diario, pero es, por supuesto, un tema de debate frecuente entre docentes y expertos en educación.
Un proyecto didáctico que se sirve de los recursos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) originó recientemente revuelo en Córdoba cuando se difundió que dicho proyecto, destinado a aplicarse en las escuelas provinciales, incluía textos "cortados y pegados" de Internet.
El debate pedagógico que se originó se basaba en el hecho de que, por una parte, los docentes procuraban encontrar soluciones "lógicas y posibles" para servirse de los beneficios de la tecnología, sin dejar de promover a la vez el pensamiento autónomo de los alumnos. Pero, por otra parte, en el proyecto aludido, ocurría que, al servirse sólo de los beneficios de la tecnología, se marginaba en cambio el ejercicio del pensamiento autónomo.
Es cierto que en el siglo pasado la tarea que, con cierta regularidad, debían realizar los alumnos consistía en copiar un texto. A menudo era un recurso para mejorar la caligrafía, habilidad de importancia en numerosas actividades laborales de entonces, en que todavía la computadora no había irrumpido en el escenario de las oficinas ni en las casas de familia.
No obstante, debe admitirse que en la actualidad para un alumno concentrado en una labor de investigación, transcribir información resulta una tarea legítima que se cumple al consultar el diccionario o un texto científico, con reconocimiento de la fuente. Desde luego, esa actividad de copiado ha crecido ahora en posibilidades con el advenimiento de las TIC. Como lo han dicho profesores de Córdoba, la cuestión implica un problema de selección de textos y de párrafos, y la necesidad de que el docente compruebe de qué modo se ha comprendido lo que se ha transcripto y por qué se lo eligió.
Finalmente, no sólo importa tomar nota de la información elegida por los alumnos, sino qué pensamientos propios han elaborado a partir de esa fuente. El logro deseable se concreta, pues, en ir más allá de lo copiado, en la forma en que el alumno lo sabe transmitir oralmente, en las preguntas que origina y en las consecuencias que extrae; en suma, comprobar la productividad del pensamiento propio del alumno.






