El ejemplo que se espera de nuestros legisladores
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La actitud patotera del senador nacional Ignacio Torres contra el diputado nacional Facundo Manes, ambos de Juntos por el Cambio, merece el repudio del conjunto de la ciudadanía. Que el diputado Manes se haya quedado sentado en su banca cuando los legisladores de Pro decidieron abandonar la Asamblea Legislativa en desacuerdo con dichos del Presidente no habilita a nadie –y menos a un compañero de ruta política– a insultar a quien disiente respecto del proceder del conjunto de una coalición ante una situación determinada.
Muchos de los legisladores de Juntos por el Cambio –por no decir casi todos– deben haber tenido la misma sensación que el senador Torres respecto del tono tribunero, falaz y revanchista del discurso del Presidente durante la apertura de sesiones legislativas del corriente año. Lo han manifestado en términos casi idénticos al ser consultados por la prensa, o por medio de sus redes sociales. Concluyeron en que el jefe del Estado solo se ha ocupado de hacer públicamente un panegírico de su mentora política, la vicepresidenta de la Nación, atacando a la Justicia por el solo hecho de investigarla y acusando al expresidente Mauricio Macri de ser el culpable de todos los males, sin realizar la más mínima autocrítica. Eso ha quedado claro, incluso para sectores del oficialismo que reprueban y sienten vergüenza ajena frente a ese tipo de actitudes de Alberto Fernández. Lo que no resulta admisible es que ese malestar, ese rechazo a las formas empleadas y al fondo del discurso proferido se traduzcan en manifestaciones violentas como las elegidas por Torres.
No hace falta repetir el agravio porque hacerlo es volver a insultar al destinatario de la afrenta. Sí corresponde señalarle al agraviante su falta de decoro ante un par, con el que debería disculparse pública y privadamente.
Corresponde también invitarlo a reflexionar sobre lo contradictorio de su agresión en términos generales. Torres se ha quejado –y con razón– del mal modo del Presidente para con quien fue su antecesor y para con los jueces del máximo tribunal del país. ¿Pero no han sido sus modos acaso tan malos como los de quien repudia?
Por otro lado, ¿no tiene derecho un integrante de su propio bloque de pensar de manera distinta, de proceder según su saber y entender?
Manes ha sido claro al explicar su permanencia en el recinto: “Me preguntan por qué me quedé. Ya probamos con no escucharnos y así estamos. No coincido con muchas cosas del discurso, pero, si no lo escucho, no puedo opinar. Más empatía y menos grieta = más desarrollo inclusivo. La Argentina del futuro será de los que nos quedamos”.
Compañeros de Manes, como Mario Negri, jefe del interbloque de Juntos por el Cambio en Diputados, no solo comprendieron su decisión, sino que le hicieron llegar sus respetos ante las descalificaciones de Torres. “Como bien decís, la intolerancia no es el camino para reconstruir el país. Las ofensas hablan de quien las hace, no de quien las recibe”, destacó el diputado nacional por Córdoba.
La tolerancia, el respeto, la aceptación del derecho de los demás como base de la libertad individual resultan los pilares sobre los que se edifica una verdadera democracia. Nuestros dirigentes deben asumir la responsabilidad que ello implica dando el ejemplo.
En momentos de extrema sensibilidad social por nuestras propias carencias internas y frente a la irracionalidad de conflictos internacionales de los que no podemos ser ajenos, debemos más que nunca apelar a la paz, a la cordura, a la búsqueda de consensos. No es de débiles intentar tranquilizar las aguas en medio de la tormenta. Por el contrario, es de personas inteligentes luchar pacíficamente para deponer enfrentamientos fútiles y buscar, de una vez por todas, las soluciones que los argentinos tanto necesitamos.
LA NACION