Incrementar la ayuda alimentaria
La delicada situación de los que menos tienen exige mayor compromiso y solidaridad tanto del Estado como de la sociedad civil
LA NACIONVivimos tiempos difíciles. Quienes ya los transitaban han visto empeorar drásticamente su situación a partir de una crisis económica que golpea particularmente a quienes menos tienen. Lamentablemente, los incrementos de precios en rubros claves como el de la alimentación o los medicamentos han encendido todas las alarmas.
Por encima de las pugnas electorales y de la demagogia populista debiera surgir una propuesta que sea fruto del consenso y que apunte a cubrir las demandas de los sectores más vulnerables de una sociedad en la que el número de pobres rondaba el 35% antes de estos últimos acontecimientos, con una canasta alimentaria cuestionada también en su composición y monetización.
Un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Defensoría del Pueblo bonaerense reportaba ya para el tercer trimestre de 2018 que la inseguridad alimentaria total llegaba al 35,8% de las niñas y niños del conurbano bonaerense, con un 17,4% víctima de inseguridad alimentaria severa.
Son cifras que encarnan la realidad de cada niño que no puede dormirse cuando su estómago hace ruido o de un adulto a quien el cansancio, la desazón o una enfermedad golpean con fiereza. De esto hablamos: de personas que habitan un país productor de alimentos por excelencia y que escandalosamente son víctimas de una realidad nacida de la más imperdonable de las carencias: la alimentaria.
Sobran los argumentos para atender urgentemente, sin dilaciones, la delicada situación de tantos compatriotas, muchísimos de ellos niños y jóvenes, descontando los consensos sobre una cuestión tan relevante como impostergable. No hay lugar para chicanas partidarias ni para personalismos cuando los problemas para satisfacer necesidades básicas avanzan. La sociedad civil siempre ha respondido y contribuido a subsanar la ausencia del Estado en un tema clave como este. Los Bancos de Alimentos, ejemplo de gestión solidaria y eficiente, son un excelente instrumento para llegar a quienes más lo necesitan.
Por su parte, la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) reconoció en un comunicado que "la delicada situación social afecta esencialmente a los más vulnerables, en especial a los pequeños". Si bien valoró la ayuda que provee el Estado, instó a que se declare la emergencia alimentaria y nutricional, poniendo también su estructura al servicio de los comedores, merenderos y centros barriales, sin dejar por ello de fomentar y reconocer la cultura del trabajo como factor eminente para desarrollar en todos la dignidad que nos cabe como personas.
Alfredo Abriani, secretario de Culto de la Nación, coincidió en la necesidad de reforzar la asistencia alimentaria para mitigar el impacto de la devaluación, reflejando el ánimo del Gobierno de acompañar a la gente para que no se vea tan perjudicada. Las carencias alimentarias tienen terribles e irreversibles consecuencias, en especial a edades tempranas, por lo que siempre debemos priorizar el futuro de nuestros niños.
Con premura se deben reordenar las partidas presupuestarias y orientar la inversión pública para fortalecer la alimentación de quienes puedan sufrir hambre en cada rincón del país. El diputado Daniel Arroyo (Red por la Argentina) propuso la creación de un Fondo Federal de Emergencia Alimentaria y Nutricional que articule con todos los actores estatales y públicos involucrados en la resolución de este candente problema, junto con el incremento de la asignación para el Programa Políticas Alimentarias del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación y la implementación de una canasta básica de primera infancia.
El incremento de la demanda de alimentos a partir de su encarecimiento se traduce en mayor demanda en comedores y merenderos, una respuesta desgraciadamente demasiado natural ante un cuadro social tan indeseado. Las partidas que asigna el Gobierno no alcanzan para satisfacer las necesidades presentes, y la red de soporte que brindan las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las religiosas, trabaja al límite. El escenario demanda un mayor compromiso y la generosidad de todos. Es menester convocar a todos los argentinos a ser -como planteó la CEA- "artesanos de fraternidad y solidaridad" para que ningún compatriota sufra hambre, pues en mucho también depende de cada uno de nosotros.
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