La Asociación del Fútbol Argentino, espejo del país
Las improvisaciones y arbitrariedades que signan a los torneos profesionales reflejan los permanentes cambios de reglas que rigen la política y la economía
Desde hace algunos años, se popularizó en el fútbol una frase atribuida al entonces director técnico de Colombia, Francisco Maturana, quien sostenía que en este deporte se juega como se vive. Más allá de las opiniones a favor y en contra de esta aseveración, podríamos sostener que en el fútbol profesional de la Argentina se replican situaciones que sufrimos a diario fuera de los estadios.
Al margen de los gravísimos hechos ocurridos anteanoche en el estado de Gimnasia y Esgrima de La Plata, que podrían haber concluido en una tragedia aún mayor, si pensamos que en nuestro país resulta frecuente que se alteren las normas, que se improvisen decisiones y que hablar de planificación semeje un relato de ciencia ficción, el deporte regenteado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no desentona para nada con tal lógica.
Con cambios permanentes en los formatos de sus campeonatos durante más de una década, con la imprevisibilidad de los horarios y sedes de los partidos, con la utilización del cuestionado VAR en algunas ocasiones y no en otras, la Liga Profesional hace que para los clubes resulte muy complejo identificar objetivos certeros y trabajar en pos de metas.
Respecto de la comparación del comportamiento de los argentinos como sociedad y la realidad de nuestro fútbol, Eduardo Sacheri, reconocido escritor y entusiasta seguidor de ese popular deporte, afirmó años atrás, que “somos demasiado inseguros como para asumir responsabilidades, demasiado impacientes como para empezar de cero y demasiado egoístas como para sospechar que tal vez nos convendría cumplir la ley”.
La prueba incontrastable fue que, faltando solo cuatro fechas para la finalización del torneo, aún existen dudas acerca de si habrá descensos de categorías y, por ende, de cuántos equipos participarán en el campeonato del año venidero.
El diputado nacional Marcelo Casaretto acaba de presentar, sin ponerse colorado, un proyecto legislativo para que se eviten los descensos
Hasta el momento, lo que está en carpeta es que descenderían dos equipos al finalizar el actual campeonato y que ascenderían otros dos, por lo que en 2023 disputarían el nuevo torneo 28 equipos. Se trata por cierto de una cifra exagerada si se considera que las principales ligas del mundo suelen estar integradas por no más de 20 equipos.
Por si fuera poco, sumado a este constante manoseo y a la confusión general, y como si no existiesen en la Argentina otros problemas de magnitud, el diputado nacional Marcelo Casaretto, del Frente de Todos de Entre Ríos, acaba de presentar, sin ponerse colorado, un proyecto legislativo para que se eviten los descensos, iniciativa que beneficiaría a equipos complicados con el promedio, como el representativo de su provincia, Patronato de Paraná.
No sería este el único papelón al que quedó expuesta la AFA en los últimos tiempos. Sin ir muy lejos, puede recordarse lo sucedido en diciembre de 2015, durante una asamblea de clubes en la que debía elegirse al presidente de la entidad rectora del fútbol argentino entre Marcelo Tinelli y Luis Segura y hubo más votos que votantes: se registró un empate 38-38 con 75 asambleístas presentes.
En función de todo esto, podríamos sostener que en la Argentina se regula y fiscaliza el fútbol profesional de la misma manera que los gobiernos nos hacen vivir, con medidas improvisadas y arbitrarias –cuando no sospechadas de corrupción–, y con cambios permanentes en las reglas de juego de acuerdo con la conveniencia del momento. Ocurre, por ejemplo, con las normativas económicas y financieras, al igual que con la legislación electoral, siempre proclive a ser modificada en función de los intereses y conveniencias del gobernante de turno.
Con groseras manipulaciones a la orden del día, parches e intervenciones interesadas, así en el fútbol como en la vida, la Argentina va camino de perder su futuro por goleada.