La guerra comercial de Trump
NUEVA YORK.- Los presidentes que implementan grandes cambios suelen trazar sus planes con cuidado. Calculan lo que podría suceder a continuación. Se preocupan por los detalles. Richard Nixon no decidió una mañana volar a China. Las rebajas de impuestos de Ronald Reagan se gestaron durante casi una década. Los detalles de la expansión del seguro médico de Barack Obama surgieron de innumerables debates públicos. El presidente Donald Trump prefiere disparar antes de apuntar. Al declarar su intención de revitalizar las relaciones de EE.UU. con el resto del mundo, ha impuesto aranceles a las importaciones con desenfreno, demostrando indiferencia hacia los detalles o los daños colaterales. Su gestión negligente de los asuntos públicos ha sacudido los mercados bursátiles, amenazado con causar una recesión y dañado la posición del país.
Si bien el propósito declarado de todos los aranceles es expandir la manufactura estadounidense, su implementación inmediata no da tiempo a las empresas para construir fábricas. Causará sufrimiento sin ningún beneficio. En lugar de abordar los males que ha diagnosticado, la guerra comercial de Trump se ha embarcado en una campaña imprudente que amenaza con descartar los beneficios del comercio sin lograr una reactivación económica significativa.
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