La vuelta de las FARC
La paz de Colombia sufrió un duro golpe con el anuncio realizado por quien que fuera jefe negociador de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) Luciano Marín, alias Iván Márquez, de que vuelven a las armas en respuesta a lo que consideran una traición del Estado al acuerdo de paz alcanzado en La Habana en 2016. Acompañado por Jesús Santrich, Hernán Darío Velásquez -conocido como el Paisa y Henry Castellanos -alias Romaña, estos personajes encarnan una peligrosa mezcla de escepticismo radical frente al acuerdo para la construcción de la paz, así como un desprecio por el Estado y la institucionalidad.
Su marcha a la clandestinidad no debe buscarse en razones políticas cuando salta a la vista que no es más que la huida de los brazos de la Justicia, que estuvo al borde de someterlos por los crímenes cometidos después de celebrados los acuerdos. No era de esperar que aceptaran ponerse a disposición de una justicia que no fuera Justicia Especial de Paz (JEP). Por caso, Santrich es reclamado por la Justicia de EE.UU., acusado de haber traficado cocaína después de firmar la paz; un sobrino de Márquez está preso en ese país colaborando con las autoridades y es difícil olvidar la brutalidad y el terrorismo recurrentes en el historial del Paisa y de Romaña, bandidos profesionales que no saben hacer cosa que no sea delinquir.
Además de anunciar su regreso a las armas, los insurgentes han manifestado que se unirán a las disidencias que nunca han dejado, el narcotráfico y el crimen, anticipando también su posible alianza con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Según fuentes de inteligencia colombianas, los grupos disidentes de las FARC tienen aproximadamente 2500 miembros, que incluyen excombatientes desilusionados del proceso de paz, así como nuevos integrantes.
Rodrigo Londoño y otros representantes de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), el partido político creado luego de la firma de la paz por los guerrilleros que decidieron acatarla, han desautorizado por completo el alzamiento. Como dijo el exlíder de la guerrilla, "nuestro compromiso hoy más que nunca, como mayoría, como partido, como país, es la paz, la defensa y el cumplimiento del Acuerdo. Se equivocan quienes se alejan de la paz como quienes la han atacado siempre".
En tal sentido, debe celebrarse la contundente condena a la conducta de sus antiguos aliados y la petición de perdón que ha dirigido a los colombianos en compañía de los senadores y demás representantes de la nueva organización política.
Por su parte, el presidente Iván Duque manifestó que quienes opten por el camino de la legalidad contarán con el compromiso del Estado, pero quienes escojan la criminalidad recibirán todo el peso de la ley, tal como quedó demostrado en la primera ofensiva militar que, días atrás, abatió a nueve miembros de una cuadrilla de narcoterroristas vinculada a Márquez y a otros guerrilleros. Además, ligó el pronunciamiento belicoso de Márquez a la influencia del régimen chavista de Maduro. Sobre el particular, afirmó: "Los colombianos debemos tener claro que no estamos ante el nacimiento de una nueva guerrilla, sino frente a las amenazas criminales de una banda de narcoterroristas que cuentan con el albergue y el apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro".
Si bien sus recursos logísticos son evidentemente menores y su posibilidad de reagruparse para demostrar la fuerza y la imagen de sus años de impacto internacional se han reducido, el retorno a las armas de un sector disidente de las FARC es un ataque directo a la democracia colombiana y es esta la que debe responderle con toda la fuerza de la ley. El acuerdo de paz es ya toda una institución a la que hay que sostener con todos los esfuerzos para cerrarle, de una vez por todas, la puerta a la violencia.