Las tareas escolares
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Las tareas escolares pertenecen a la tradición de la enseñanza. Como tantas actividades justificadas en el pasado, hoy están en crisis ante el juicio de muchos padres, de especialistas en educación y, desde luego, de los alumnos. Las razones más invocadas residen en que a los chicos de hoy, más cargados de actividades extracurriculares, las tareas extraescolares les sustraen el tiempo disponible de descanso y juego; asimismo, complican el funcionamiento del hogar cuando ambos padres trabajan y, al regresar, deben atender los requerimientos escolares de los hijos. En suma, mayores y menores consideran que los clásicos deberes constituyen hoy una carga excesiva.
A fin de analizar el tema, corresponde establecer de entrada una diferencia ordenadora: por un lado, existe la situación de los alumnos de escuelas de jornada simple y, por otro, la de quienes cursan en establecimientos de doble escolaridad.
Los primeros, que cuentan con la mañana o la tarde libre, normalmente pueden cumplir con las tareas escolares que el docente les asigna. Los segundos, en cambio, enfrentan una situación distinta, con menor tiempo disponible, por lo que las tareas hogareñas sólo se justificarían excepcionalmente.
En palabras de la psicopedagoga Elvira Giménez de Abad, autora de libros, como Chicos enchufados o Cómo poner límites a los hijos, llevar la tarea a casa en una escuela de jornada completa "es demasiado, ya que a los chicos les queda poco tiempo para el ocio sano y para jugar".
En términos similares se pronuncia la licenciada EvaRotenberg, psicoanalista, fundadora de la Escuela para Padres Multifamiliar. "La infancia se ha convertido en una etapa preparatoria para el futuro en la que se borra el presente. Es una sobreexigencia para toda la familia", sostiene.
Todo conduce a razonar que se impone un criterio de sensatez en la administración de los deberes. Las edades del desarrollo reclaman su pausa y la satisfacción de necesidades lúdicas, que gratifican física y psicológicamente a los chicos, promueven su inserción social y los liberan de presiones en tanto se van adaptando a la realidad.
Cabe plantearse, entonces, cuál es la razón que lleva a perdurar la exigencia de los deberes más allá de las aulas. Muy llanamente puede responderse que, sin ejercitar lo aprendido, esto se pierde, pasa a ser memoria de corto plazo para la mayoría de los estudiantes.
Concierne al docente que las tareas propuestas ocupen sólo un tiempo limitado, que motiven el interés de los chicos y estimulen el pensamiento y la imaginación a fin de que no sean sentidas como una mera carga rutinaria.
Un aspecto final y positivo que otorga sentido y valor a los deberes es que su adecuada corrección hace que su devolución y comentarios contribuyan realmente a consolidar los aprendizajes. Puede agregarse que los deberes no excluyen la creatividad del alumno que, gradualmente, puede ganar autonomía en la elección y ejecución de tareas.

