Maestros que marcan vidas
La valiosa e irreemplazable labor docente, tantas veces desprestigiada por ciertos activistas sindicales, es reivindicada con ejemplos inspiradores
Antes de los avances que impuso la digitalización, la circulación de información se midió metafóricamente por años en cantidades de tinta y centímetros de papeles. Personajes como el secretario general del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba) desde 2004, Roberto Baradel, han ocupado mucho más espacio del que merecían. Jactándose de representar a los docentes –sin haber trabajado en las aulas, pero convenientemente asociado al poder político–, adicto al protagonismo bullanguero, fervoroso defensor de colegas condenados por vandalismo y siempre dispuesto a tomar de rehenes a los alumnos con sus medidas de fuerza, se encuentra en las antípodas de lo que cualquier padre desearía al frente de una clase para ejemplo de sus hijos. En la Argentina hay aproximadamente 1.200.000 maestros y solo la mitad se encuentran sindicalizados.
En simultáneo, alejados de las primeras planas y de una tan distorsionada como ideologizada actividad gremial, sin acceso por ello a muchas plataformas informativas, pero haciendo diariamente su trabajo sin estridencias ni descanso, hay un ejército de docentes que confirman que Baradel está muy lejos de poder representarlos con la dignidad que ellos merecen. Precisamente los medios hemos elegido convertirnos en vehículo de divulgación y caja de resonancia de ese valioso esfuerzo multiplicador, pues vale la pena difundirlo.
El Premio Fundación La Nación a la Educación recibió a lo largo de sus 15 ediciones anuales 3481 proyectos de impacto positivo de instituciones de todo el país. Durante septiembre, el proyecto periodístico Hambre de Futuro difundirá un especial sobre educación que incluirá un documental para televisión.
Por su parte, el Grupo Clarín recibió más de 4000 postulaciones de todo el país para la segunda edición de “Docentes que inspiran” (www.docentesqueinspiran.com.ar). Un jurado de 15 prestigiosos referentes del ámbito académico y científico ya seleccionó a los 6 finalistas entre los que se reconocerá al Docente Inspirador del Año y se otorgarán dos valiosas menciones. Los aportes, tan variados como creativos, llegan desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Buenos Aires.
Se necesita una docencia capaz de vivenciar que sin educación no habrá futuro
Mientras Miguel Mascaro aprovecha la inteligencia emocional como herramienta didáctica para promover la colaboración y el trabajo interdisciplinario en la secundaria agraria en la que trabaja, Marcelo Ranzoni lidera Empatizando, una propuesta que alienta a los estudiantes a desarrollar proyectos tecnológicos con impacto social, iniciativa que ya recibió el Premio Sadosky Comunidad 2021.
Movida por el afán de motivarlos, Marcela Carrivale escribió sus propios manuales para sus alumnos y los comprometió en proyectos socioambientales acercándolos a problemas reales.
“Aprender haciendo” es el método pedagógico de Karina Filippi, una ingeniera agrónoma que desde una secundaria rural alienta a los estudiantes a convertirse en protagonistas de sus aprendizajes.
Durante la pandemia y enfrentando el desafío de la falta de acceso a la conectividad, desde Mendoza, Damián Ortiz cosechó 450.000 visualizaciones de sus “Matemáticas Positivas”, las clases que creó en YouTube para alumnos y colegas, vinculando el aprendizaje con la vida cotidiana y los juegos. Desde esa misma provincia, Cristian Montenegro desarrolla capacitaciones para docentes sobre tecnologías adaptadas para personas con discapacidad.
Para contribuir a enaltecer la valiosa e insustituible labor docente, tantas veces desprestigiada y vapuleada en la persona de quienes lejos están de merecer llamarse así, nada mejor que dar a conocer los buenos ejemplos y las historias inspiradoras capaces de dejar profundas huellas en los alumnos. Darles visibilidad, escucharlos, brindarles apoyo, capacitarlos es redoblar la apuesta por la educación. Los resultados a los que aspiramos, bien distintos de los que hasta aquí venimos consiguiendo, van de la mano de una docencia jerarquizada y empoderada, capaz de comprender y vivenciar que sin educación no habrá futuro.